La vieja nuclear de Santa María de Garoña, refrigerada con agua del río Ebro, es gemela del primer reactor de Fukushima. Fue inaugurada por Franco en 1971, y tiene previsto su cierre definitivo en 2013. Rajoy había afirmado que su gobierno no iba a cerrar la central, pero las costosas inversiones en seguridad requeridas, sumado a la poca demanda energética por la crisis económica y la caída en el precio del gas, llevaron a la empresa operadora de la planta a desistir de la extensión de vida.
El gobierno español se resigna al cierre de la central nuclear de
Garoña (Burgos) en julio de 2013. Tras un intenso debate, el Consejo de
Ministros asumió la semana pasada que el incumplimiento por parte de las eléctricas del
plazo legal para solicitar la prórroga convierte en irreversible el cese de las
operaciones en la instalación abierta en 1971. La fecha de cierre será, por
tanto, la que fijó el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, a pesar de que
el PP de Mariano Rajoy había apostado por prolongar las operaciones hasta 2019.
En 2009, Mariano Rajoy había visitado Garoña para afirmar solemnemente que su
Gobierno no cerraría la nuclear. Ni en los peores momentos tras Fukushima el PP
torció su apuesta atómica.
Fuentes gubernamentales confirmaron que el Ejecutivo acepta
que este es el fin del procedimiento. “En el Gobierno no ha cambiado nada, ha
cambiado en las compañías”, declaró la vicepresidenta, Soraya Sáenz de
Santamaría, tras el Consejo de Ministros. “En esto el Gobierno no tiene que
llevar la iniciativa. La empresa ha cambiado de opinión y tendrá que
explicarlo, al menos a sus accionistas. Esa parte ha decidido que ya no le
interesa continuar”. Nuclenor, la concesionaria de la central, propiedad al 50 %
de Endesa e Iberdrola, no quiso comentar estas palabras. La empresa se remite
al comunicado en el que, a medianoche del miércoles pasado, comunicó su renuncia, que
atribuyó a la “incertidumbre regulatoria”.
¿Ya no es rentable una nuclear así?
La decisión de las eléctricas de no solicitar una prórroga para la nuclear de Garoña genera algunas dudas como estas:
¿Cuál es la
aportación de Garoña a la producción eléctrica? ¿Es prescindible?
Garoña es la central más antigua y pequeña de España. En 2011 generó el 1,3 % de la electricidad del país. En tiempos en los que el sistema está muy justo puede ser relevante, pero en la actual situación es prescindible. Con la caída de la demanda por la crisis y una década de construcción a todo trapo de centrales de gas y de renovables, España tiene exceso de capacidad instalada. El pico de demanda en 2011 fue de 44.107 megavatios, mientras que la potencia instalada es de más del doble: 103.625.
¿No es rentable Garoña?
Hasta ahora, sí. Y mucho. La central gana unos 30 millones de euros al año después de impuestos. Pero ahora el Gobierno planea gravar la producción nuclear con un impuesto al considerar que tienen una retribución excesiva. Además, la central debe acometer millonarias inversiones de seguridad, que se estiman por encima de 100 millones de euros. Muchas derivan del accidente de Fukushima. Pero hay otras dos grandes remodelaciones que ya exigía el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) en 2009 y que quedaron aparcadas porque la nuclear solo iba a funcionar cuatro años más.
¿Quedan otras centrales como Garoña en activo en el mundo?
Hasta 2011, Garoña presumía de que en el mundo era frecuente que plantas de su misma generación tuvieran permiso para funcionar hasta los 60 años. Pero con Fukushima, cuyo primer reactor es gemelo del de Garoña, la cosa cambió. La aparición de unas grietas en la vasija de una nuclear belga siembra más dudas, aunque el CSN estima inicialmente que Garoña no está afectada.
¿Por qué las eléctricas no han pedido la prórroga?
Hay quien considera que estaban tensando la cuerda con el Gobierno para conseguir mejores condiciones, convencidas de que el Gobierno del PP cedería dado su compromiso público con la prolongación de la vida de las nucleares. Hay quien cree que solo con los más de 100 millones de inversión necesarios en obras de seguridad, la central dejaría de ser rentable y que por eso Endesa e Iberdrola han dejado expirar el plazo.
Garoña, la central nuclear de Franco
En 1971, Franco inauguró la nuclear de Garoña, en Burgos. Era el segundo reactor nuclear en España y el primero con una potencia (400 megavatios) significativa. Según un diseño de General Electric, la central comenzaba una senda de planes nucleares en España que siguieron durante casi 20 años.
La planta, refrigerada con agua del Ebro, situada muy cerca
de la provincia de Álava, está en un precioso y pobre entorno, en una comarca
sin más industria que esa. Siempre ha sido reconocida dentro del Consejo de
Seguridad Nuclear como una de las que mejor funcionaban. En los años 90 fue
acusada de tener grietas en la vasija, aunque el Consejo siempre estuvo de su
parte.
En 2003, tras un acuerdo político entre PSOE y PP, el
Consejo decidió cerrar la nuclear de Zorita (Guadalajara), con lo que los focos
pasaron a Garoña, la más antigua. Desde entonces casi todo ha estado en contra
de la central.
Primero llegó a La Moncloa José Luis Rodríguez Zapatero (“el más
antinuclear del Gobierno”, como se llegó a definir en privado el líder
socialista), que prometió un calendario de cierre nuclear. De cumplirlo, le
tocaría a Garoña seguro; así lo pregonaban destacados socialistas. La central
tenía que pedir la renovación de licencia en 2009. Como cumplía los 40 años en
2011, Zapatero podía perfectamente cumplir su compromiso de cerrarla cuando
cumpliera ese límite de vida hábil para el que fue diseñada.
Pero llegó la fecha y el Gobierno del PSOE, tras un extraño
proceso administrativo en el que el expediente iba y venía, decidió finalmente
fijar el cierre en 2013. Hubo divisiones dentro del PSOE y Zapatero encontró
menos respaldo del previsto. Con eso, Garoña superaba los 40 años de vida y,
sobre todo, el problema quedaba para otro Gobierno.
Las eléctricas ejercieron toda su capacidad de presión
porque hasta ahora las nucleares han sido una lucha. Son inversiones realizadas
hace décadas y que no se encargan de gestionar los residuos radiactivos que
generan. Aún así, cobran la luz que producen al mismo precio que una central de
gas recién inaugurada. Eso generó los llamados “beneficios caídos del cielo”,
conocidos desde hace años pero que el Gobierno del PSOE nunca atajó.
La catástrofe de Fukushima cambia el escenario
Cuando parecía que la planta había superado lo más difícil y que tenía el viento de cola, llegó Fukushima. Y sus consecuencias. Alemania, Italia, Bélgica, Suiza, Chile, Estados Unidos… cancelaron o paralizaron sus planes nucleares. 25 años después de Chernóbil, la industria nuclear volvía a tener un problema de credibilidad. Poco después del tsunami, y por pura deducción, la banca suiza UBS colocó a Garoña en la lista negra de centrales que cerrarían, lo que provocó el enfado de la central.
En España afectó menos que en el resto de Europa. Pese a la
ambigüedad del PP en muchos temas en campaña, lo fue menos en Garoña. Rajoy era
pronuclear y lo decía. Nada más llegar al Gobierno, el PP comenzó el proceso para
renovar Garoña. Esgrimía que el empleo de la central era imprescindible; que la
dependencia energética del exterior, intolerable; que la pérdida de tecnología
inasumible, y que los consumidores tendrían que pagar más por la luz si
cerraba. Había prisa porque la prórroga nuclear requiere muchísimo papeleo y
estudios técnicos en el Consejo de Seguridad Nuclear. Lo más sencillo en ese
plazo era ampliar la vida hasta 2019, puesto que el Consejo ya había realizado
los estudios para esa fecha. En julio, Industria aprobó la orden ministerial y
fijó que la central debía pedir la prórroga “con anterioridad al 6 de
septiembre”.
Para seguir funcionando, Garoña debe realizar inversiones
masivas. En 2009, el Consejo la eximió de dos gravosas obras porque solo iba a
funcionar cuatro años más. Hoy son imprescindibles. Se trata de renovar
kilómetros de cable y un sistema de asilamiento de la sala de control. A eso se
suman las nuevas inversiones derivadas de Fukushima, incluido un búnker para
los trabajadores en caso de accidente y un sistema de venteo para evitar una
explosión como la de Japón.
La empresa no ha dado la cifra de cuánto costaría, pero para
dar una idea la central Suiza de Muehleberg, idéntica, ha anunciado que tendrá
que invertir 140 millones de euros para seguir funcionando. Invertir una
cantidad equiparable en Garoña para solo seis años es, como mínimo,
dudoso. Sobre todo, cuando las eléctricas tiene problemas para acceder al
crédito y cuando la
Comisión Europea ha dicho que las nucleares en España reciben
“una compensación excesiva”.
A las inversiones y la reforma energética se suman
crecientes dudas de seguridad. Bélgica acaba de detectar fallos graves en la
vasija de la central de Doel. Y avisó a España porque el fabricante holandés de
esa vasija también realizó la de Garoña, algo que investiga el Consejo.
A todo eso hay que añadir la crisis y otros factores como la
caída del precio del gas. Con la caída de la demanda eléctrica, las centrales
de gas apenas funcionan. Las eléctricas se metieron en una espectacular carrera
para construir estas plantas –llamadas de ciclo combinado- y ahora nadie
necesita su producción. Como todo lo que genera Garoña va a costa del gas, que
también pertenece a las mismas empresas, les quita parte de negocio a Endesa e
Iberdrola.
"Lo veíamos venir"
En Valle de Tobalina (Burgos), donde se emplaza la central nuclear de Santa María de Garoña, cuesta encontrar alguien que no la apoye. Casi todos tienen un amigo o conocido trabajando en la planta. "Nadie habla porque tienen miedo", confiesa un vecino. Los más viejos del lugar la conocen como
Quienes la apoyan lo ven como una catástrofe para el valle,
mientras que los que llevan años pidiendo su cierre se alegran por lo bajo,
entendiendo que el tema de los trabajadores es muy sensible. En torno a 700
empleados viven de la central, sin contar las empresas auxiliares que trabajan
casi en exclusiva para ella en los municipios de Miranda de Ebro y Medina de
Pomar, donde vive más de la mitad de la plantilla. Ahora llega la incredulidad,
porque muchos confiaban en que este "nuevo episodio del
culebrón" se solucionase, y los lamentos, porque aunque era un final
anunciado, no se han tomado en estos años las medidas necesarias para ofrecer
una alternativa. La preocupación reina entre los vecinos de las 28 pedanías que
conforman el valle, aunque algunos se alegraban por una decisión que llevaban
años esperando.
"Lo veíamos venir", dice el concejal socialista
Manuel Vesga, del Ayuntamiento del Valle. "Hace un mes el presidente de
Iberdrola ya puso en duda la continuidad, y retiraron los cartelones de
'Garoña, que cumplas muchos más' que estaban en la central desde que Zapatero
sacó el decreto. Era muy sospechoso", añade. José Antonio Cámara, alcalde
socialista de una de las pedanías, Barcina del Barco, se alegra del cierre:
"Aquí había fisuras antes de que salieran las de las vasijas de Bélgica.
No han hecho ninguna de las medidas de seguridad que les exigían".
El propio alcalde del Valle de Tobalina, Rafael González
(PP), es trabajador de la central y, como tal, alaba sus virtudes como el que
más. "Era muy difícil que todas las eléctricas diesen marcha atrás",
reconoce, "pero confiábamos en que el órdago les saliese bien". Ante
el decreto de Zapatero, la propia empresa Nuclenor dio fondos al Ayuntamiento
para que comenzase la construcción de un pequeño parque tecnológico con
vocación de absorber a gran parte de la plantilla. Pero Rafael González afirma
que, hoy por hoy, no podrían dar trabajo "ni a una décima parte".
Lucio lleva 30 años como empleado de Garoña, y solo puede
lamentar la falta de opciones que tiene ahora la plantilla: "No se ha
hecho nada, no hay un plan de revitalización de la zona, como se prometió, ni tampoco
opciones. Aunque sea una fábrica de cerveza o de galletas". Entre los
trabajadores planea la incógnita de qué pasará ahora con los trabajos de
desmantelamiento, que pueden alargarse más de una década. Sospechan que la
empresa Enresa, que gestiona los residuos nucleares, podría traer "gente
de fuera" en lugar de "reubicar a la plantilla".
En la calle, sensibilidades distintas. Los hay inmensamente
felices, como Nekane, que aunque entienden que "el tema de los puestos de
trabajo es sangrante", están "mucho más tranquilos". Una vecina
le responde que "el valle va a caer en picado, se va a hundir, porque lo
poco que hay es gracias a la central, no hay otro medio, si no hay una
reconversión de algún tipo se va a notar". Reconocen que se veía venir,
pero no se han tomado las medidas necesarias. No son solo los puestos de
trabajo, el Ayuntamiento del Valle recibe medio millón de euros por los
residuos generados por la central. "Gracias a eso tenemos de todo en el
pueblo, centro médico, farmacia... y en invierno somos 200 y pico habitantes,
eso ha sido un lujo que ahora se va a acabar", comentaba otro vecino.
"Pero es una oportunidad", dice Nekane, "es
un valle precioso y para mucha gente ha sido un freno. para establecerse aquí.
Además, aquí nunca se han hecho estudios serios de cáncer". Coincide con
ella Jose Mari, un agricultor jubilado cuya familia es de las pocas en Quintana
Martín Galindez abiertamente antinuclear. "¿Si pasa algo qué me van a dar
por mis tierras? Que la cierren es una buenísima noticia". "Se construyó
para 25 años y lleva más de 40". Su hija María es activista en Greenpeace.
Su esposa, Maribel, afirma "el riesgo cero no existe, así que ya vale,
siempre he esperado esto, pensábamos que era una pelea para que les quiten el
canon y me alegro enormemente". Su hija María dice que ella siempre fue
optimista, "porque el Consejo de Seguridad Nuclear ya les había dicho que
iba a suponer dinero". La empresa, dice, "no se atreve a decir a los
trabajadores que es porque 120 millones de euros es mucho dinero, prefiere
culpar a Zapatero o a Rajoy". La familia entera pensaba acudir a una
manifestación convocada este domingo en Barcina para presionar a favor del
cierre inmediato. Parece que ya no será necesario.
Rafael Méndez, Fukushima aguó la fiesta de la central, 06/09/12, El País.
Carlos E. Cué y Rafael Méndez, El Gobierno asume el cierre de Garoña en 2013, 07/09/12, El País.
Leyre Pejenaute, “Lo veíamos venir”, 07/09/12, El País.
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