En 2011 fueron más de 100. El 35 % ocurrió en Brasil,
Colombia y Perú. La mayoría de los casos quedan impunes.
por Danis D. Gray
Según sus partidarios, Chut Wutty era uno de los pocos
activistas que quedaban en Camboya lo suficientemente valientes como para
luchar contra la masiva deforestación ilegal realizada por los poderosos. El
ambientalista fue asesinado a tiros por un policía militar en abril, mientras
investigaba la tala ilegal en uno de los últimos grandes bosques del país.
Nisio Gomes era el jefe de una tribu brasileña que lucha por
proteger su tierra de los ganaderos. Hombres enmascarados le dispararon en
noviembre. Subieron su cuerpo rápidamente a una camioneta y no ha sido visto
desde entonces.
En todo el mundo, dar la cara por el medio ambiente puede
ser mortal y parece ser que esta tendencia está aumentando.
Quienes llevan la cuenta de los asesinatos de activistas
ambientales dicen que los números han aumentado drásticamente en los últimos
tres años. Una razón, advierten, puede ser que han mejorado sus métodos de
búsqueda de la información, pero también creen que es una consecuencia de la
intensificación de la lucha por los disminuidos suministros de recursos
naturales, especialmente en América Latina y Asia.
Los asesinatos han ocurrido en por lo menos 34 países, desde
Brasil hasta Egipto, tanto en países desarrollados como en desarrollo, según un
estudio de The Associated Press con base en datos y entrevistas.
Un informe publicado a mediados de junio por la organización
Global Witness, con sede en Londres, dijo que más de 700 personas -más de una
por semana- murieron en la década que terminó en 2011 "en la defensa de
sus derechos humanos o los derechos de otros, relacionados con el medio
ambiente, específicamente la tierra y los bosques".
Fueron asesinadas, dice el grupo de investigación
ambientalista, durante protestas o investigaciones relacionadas con minería,
tala, agricultura intensiva, represas hidroeléctricas, desarrollo urbano y caza
furtiva.
El número de muertos llegó a 96 en 2010 y a 106 el año
pasado, dijo el informe, que fue difundido mientras los líderes mundiales se
reunieron en Río de Janeiro para una conferencia sobre el desarrollo
sostenible. Los totales anuales del informe, que cubre los últimos seis años,
van de 37 en 2004 a
64 en 2008.
Más de tres cuartas partes de los asesinatos contados por
Global Witness ocurrieron en tres países sudamericanos: Brasil, Colombia y
Perú. Otras 50 muertes ocurrieron en Filipinas. Todos estos países tienen
luchas sangrientas por el derecho a la tierra, entre grupos indígenas y grandes
intereses comerciales.
Falta de información e impunidad
Las cifras de Global Witness son mucho más altas que las que
Bill Kovarik, profesor de Comunicaciones en la Universidad de
Radford, en Virginia, ha estado recopilando información desde 1996. Él se ha
centrado en los asesinatos de líderes ambientales y no incluye las muertes
durante protestas que incluyó el informe de la ONG. Sin embargo, también
ha notado un aumento sustancial: de ocho en 2009 a 11 en 2010 y 28 el
año pasado.
"Durante muchos años, los regímenes intolerantes, como
Rusia y China, y las dictaduras militares toleraron a los ambientistas. Era lo
único que se podía hacer de forma segura, hasta que algunos cruzaron a la
esfera política", dijo Kovarik. "Ahora el ambientismo se ha
convertido en una peligrosa forma de activismo y eso es relativamente
nuevo", agregó.
Tanto Kovarik como Global Witness creen que hay aún más
asesinatos de los reportados, especialmente en países relativamente cerrados,
como en Birmania, Laos y China. Global Witness dijo que hay una "alarmante
falta de información sistemática sobre las muertes en muchos países y no hay un
seguimiento especializado a nivel internacional".
Entre los muertos del año pasado estuvo el cura Fausto
Tentorio, un sacerdote católico italiano que luchó contra las empresas mineras
para proteger las tierras ancestrales de la tribu Manobo, en el sur de
Filipinas. Conocido cariñosamente como "el padre Pops", fue enterrado
en un ataúd hecho de un árbol favorito de caoba que él mismo plantó.
En Tailandia, donde al menos 20 ambientalistas han sido
asesinados en la última década, siete sicarios recibieron 10.000 dólares a
cambio de matar a Thongnak Sawekchinda, un activista veterano en contra de las
contaminantes fábricas de carbón en su provincia, cerca de Bangkok. Aún no han
sido detenidas las figuras poderosas que, se cree, ordenaron su asesinato.
En los países en desarrollo, los activistas más audaces y
más numerosos han entrado en conflicto agudo con Gobiernos y sus compinches o
empresas locales y extranjeras, algunas de ellas con bajos estándares
ambientales y éticos. Estos tratan de "industrializar" las áreas
donde la población local tiene derechos por tradición y no están definidos
claramente por las leyes modernas.
"Es una paradoja conocida de que muchos de los países
más pobres del mundo son la fuente de los recursos que impulsan la economía
mundial. Ahora bien, a medida que se intensifica la carrera para asegurar el
acceso a estos recursos, la gente pobre y los activistas se encuentran cada vez
más en la línea de fuego", dijo Global Witness.
Julian Newman, de la Agencia de Investigación Ambiental, con sede en
Londres, dijo que los asesinatos empeorarán porque uno de los focos clave -la
propiedad de la tierra- enciende pasiones poderosas. "Para la gente que
busca proteger sus tierras y bosques es algo muy personal. Sufren cuando se
enfrentan con fuerzas influyentes, que tienen protección, sea la Policía de Indonesia o los
matones en China", comentó.
Están siendo reportados asesinatos selectivos,
desapariciones de personas cuya muertes se confirma posteriormente y muertes de
personas durante su arresto o en medio de enfrentamientos con las fuerzas de
seguridad. Los responsables suelen ser soldados, policías o guardias de
seguridad privada que actúan en nombre de las empresas o los gobiernos. Las
investigaciones fidedignas son raras. La detención, juicio y condena de los
responsables aún más.
"Es muy fácil hacer que alguien sea asesinado en varios
de estos países. Decapitar al líder del movimiento y luego comprar a todo el
mundo. Ése es un procedimiento operativo estándar", denunció Phil
Robertson, subdirector de Human Rights Watch para Asia.
Los países donde son más comunes los asesinatos de
ambientalistas comparten algunas similitudes: unos cuantos poderosos, con
fuertes vínculos con los círculos oficiales, y una mayoría pobre y marginada
que depende de la tierra o los bosques para subsistir, junto con movimientos
activistas fuertes que son más propensos a informar de la violencia.
Los grupos ecologistas dicen que es momento de construir una
amplia base de datos de esa violencia y montar campañas unificadas.
"En Asia ha habido un aumento desde hace algunos años,
pero hasta hace poco esto estaba fuera del radar de las organizaciones no
gubernamentales internacionales", explicó Pokpong Lawansiri, director para
Asia de la organización Front Line Defenders, con sede en Dublín. "Los
defensores de los derechos políticos por lo general tienen nexos internacionales,
pero los ambientales son a menudo profesores, líderes comunitarios y
campesinos, así que tienen poco perfil".
Robertson exhortó a los ambientalistas del mundo a seguir
"una estrategia de perseverancia, como la olas. Pueden ser pequeñas e
irregulares, pero siempre van a seguir llegando". Y agregó: "Sin esa
preocupación e ira constantes, las cosas no van a cambiar. Los Gobiernos y las
compañías apuestan a ganar tiempo y para la mayoría de las víctimas y sus
familias, el tiempo no está de su lado", dijo.
Fuente:
- Danis D. Gray, Crecen los asesinatos de ambientalistas en el mundo, 26/06/12, Infobae. Consultado 05/07/12.
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