Varios sectores denuncian que una firma que produce alfalfa para exportar “está secando” los acuíferos. La Provincia asevera que los controles no muestran eso. Cómo se lo vive en la zona.
Por Miguel Ortiz
Si muchos no sabían nada del pueblo de San Vicente, en el lejano oeste cordobés, recientemente se han enterado que es el lugar donde una gran empresa agrícola está señalada por, presuntamente, “secar” un acuífero en el sur del valle de Traslasierra.
Es que Fondomonte South América S.A., de capitales saudíes, extrae una gran cantidad de agua en las miles de hectáreas en las que produce alfalfa.
La firma es subsidiaria de Almarai, una multinacional láctea. El forraje compactado es llevado en su totalidad a Medio Oriente para alimentar los tambos que producen esa leche. La empresa compró en 2011 unas 12 mil hectáreas, a las que luego añadió otros predios cercanos.
Hace días, este diario informó que el Foro Ambiental de Traslasierra denunciaba a esta empresa por estar “secando” un acuífero geológico con aguas prístinas que, supuestamente, nunca se habían tocado.
Alberto van Derdonckt Barragán, de la Coordinadora Ambiental de Organizaciones y Vecin@s por las Aguas Transerranas, diagnosticó: “Los pozos cada vez tienen menos agua, las vertientes se secan, la capacidad de retención de agua del cordón de Altas Cumbres está en niveles críticos históricos, al igual que más de 12 municipios en el verano pasado. Nuestros ecosistemas transerranos están colapsados, se están muriendo; hay dos diques en emergencia hídrica”.
Mientras Fondomonte guarda un silencio rotundo, y sus directivos locales no hacen declaraciones, desde Recursos Hídricos de la Provincia se asegura que se realizan los controles pertinentes en los 42 pozos que tiene autorizados la empresa, y que el acuífero no está en emergencia, ya que solo ha descendido siete centímetros. Desde la Provincia se atribuye la falta de agua en embalses y pozos de la zona a la sequía histórica que comenzó en 2021 y se estiró hasta 2024.
Las posturas crean controversias y debates en el valle.
“Ni las liebres...”
En 2011, Almarai compró 12 mil hectáreas y en poco tiempo desarrolló su altísima inversión. La cooperativa eléctrica de Villa Dolores (Cemdo) tendió una línea de alta tensión de 40 kilómetros sólo para abastecer a Fondomonte, que se hizo su principal cliente. Se anunció entonces que la empresa usaría la misma cantidad de energía que toda la ciudad, la más grande de la región, de unos 40 mil habitantes.
Luego llegó un gasoducto especial hasta el lugar, que tuvo la gentileza de pasar por el poblado para beneficiar a los vecinos. Algunos pudieron instalar el fluido. La mayoría, aún no.
Fondomonte solicitó, ante la consulta de La Voz, que se le enviaran las consultas por correo electrónico. Luego de recibir un cuestionario con 14 preguntas, la firma respondió de inmediato que no las contestaría. Pero aclaró: “Toda la operación de la empresa está debidamente autorizada a nivel local, provincial y nacional, y se informa diligente y debidamente a las autoridades de control”.
Es proverbial en la zona el hermetismo que mantiene la empresa saudí con su espacio y sus procesos. Además de pórticos con ingresos vigilados, los enormes predios están cercados por tejidos metálicos y el ingreso es altamente restringido. Ni la firma ni sus integrantes, en general, se vinculan institucional ni particularmente con la comunidad.
Y, en ese marco, las versiones inciertas son inversamente proporcionales a los silencios.
Entre los lugareños se dice de todo: que adentro del predio hay hoteles, instalaciones y maquinarias que en toda la región no existen, que sus trabajadores “internos” no pueden salir del lugar, que tienen cientos de perforaciones, que extraen agua las 24 horas, que no dejan que sus empleados sumen antigüedad, que contratan servicios de todo tipo, que al lugar no entran “ni las liebres”…
Sí puede afirmarse que un porcentaje del personal es extranjero, que la mayoría está “blanqueado”, que se produce de lunes a lunes y que en general se trabaja sobre normativas impuestas por el Estado.
Un empleado que pidió reservas de su nombre, apuntó: “El sueldo es normal pero estamos blanqueados, comemos bien en el lugar, nos dan la ropa, y en mi caso me pagan los gastos de combustible para llegar todos los días”.
El vecino San Vicente
La comuna de San Vicente es el centro de una zona agrícola que tiene siete parajes alrededor, que suman más de tres mil habitantes en la pedanía Toscas, del departamento San Alberto. Según su jefe comunal, Elías Oviedo, la empresa extranjera tiene más de 400 empleados, de los cuales unos 100 son del pueblo, y la mayoría del resto de otras localidades de la región.
El poblado es antiquísimo, con una capilla fundada por el Santo Cura Brochero a fines del Siglo XIX. Granjeros, ganaderos y agricultores lo habitaron siempre, con producciones intensivas y limitadas.
Desde mediados del siglo XX, después de que el ferrocarril se llevó los bosques de quebracho y algarrobo desde la estación de Los Cerrillos, la mayoría de sus familias vivieron de las dos cosechas anuales de papa que da la zona. Si este cultivo entra en crisis, la mayoría del pueblo, aun hoy, ve trastocada su economía. Ese trabajo fue casi siempre precarizado y las posibilidades de progreso escasas.
En este punto, a 40 kilómetros de Villa Dolores, el pavimento llegó recién con el siglo XXI, luego de que se extendiera la frontera agropecuaria al ritmo de las nuevas perforaciones para agua subterránea.
Desde 2012, los vecinos vieron llegar personas “extrañas” y maquinarias que parecían “espaciales”. El pueblo se alteró con la aparición de alojamientos y comedores improvisados, que trataban de cubrir prestaciones que antes nadie demandaba. La conmoción duró hasta que la gran empresa concluyó sus instalaciones, cercanas pero claramente separadas de la localidad.
Hoy el pueblo tiene dos escuelas primarias y una secundaria, un súper “chino”, un par de bares-comedores, un balneario sorprendente y un solo pozo que alimenta de agua a toda la población. No hay estación de servicio ni cajero electrónico, pero más de la mitad de las familias tiene “fiado con libreta” en los almacenes, siguiendo antiguas costumbres de confianza vecinal.
“Que haya controles”
“Nuestra relación con Fondomonte es formal, debe ser la empresa privada más grande de Traslasierra, y es quien más trabajo le da a nuestros vecinos, paga el impuesto que corresponde y cumple con las normativas que se le imponen”, afirma el jefe comunal Oviedo, quien trabajó como cosechero de papa hasta días antes de asumir su primer mandato, en 2019.
Y destaca: “Es cierto que está faltando agua en los pozos de la zona, pero no tenemos ninguna prueba de que sea por la empresa o por la sequía que viene de hace mucho”. Oviedo recuerda que los informes periódicos de Recursos Hídricos no indican crisis en el acuífero, y afirma que la comuna ha realizado, en los últimos dos años, 12 pozos nuevos a familias carecientes.
“Son gente a las que se les secó el “pozo balde”, explica Oviedo. Se trata de los tradicionales pozos de alrededor de 20 metros de profundidad, que captan agua de las napas más superficiales. Hasta no hace mucho tiempo, esos vecinos usaban métodos como el “noque” o el malacate, que accionaban con equinos para una lenta extracción artesanal del agua.
“Necesitamos seguir teniendo trabajo, y que a la vez se controle bien el uso del agua, también la de riego común de campos con canales que vienen del dique; queremos que nada se desperdicie, y si hay excesos, que haya limitaciones a la producción”, apuntó Oviedo.
En cuanto a otras normativas ambientales, el dirigente afirma que Fondomonte cumple debidamente con el descarte que resulta de sus actividades. Empresas especializadas retiran periódicamente los bidones con restos tóxicos de agroquímicos, los neumáticos usados de su gran parque automotor y el aceite descartado de esos vehículos y maquinarias.
Más información sobre controles, mas certezas, más certidumbres. Menos silencios y dudas. Eso parecen pedir en la zona, pensando en su futuro.
Fuente:
Miguel Ortiz, Qué dicen donde se instaló la empresa saudí que más agua “se lleva” de Traslasierra, 3 junio 2024, La Voz del Interior.
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