lunes, 22 de enero de 2024

“Le brillaban los ojos cuando estaba allí”. Murió el último habitante de Villa Epecuén, el pueblo fantasma arrasado por una inundación

Pablo Novak, de 93 años, pasó gran parte de su vida en una localidad destruida por el agua en 1985; su historia aún conmueve a turistas argentinos y extranjeros.

Por Victoria Menghini

Pablo Novak, el último habitante de Villa Epecuén, el pueblo de la provincia de Buenos Aires que quedó en ruinas tras una trágica inundación en 1985, falleció ayer por la noche. Así lo confirmaron sus familiares a La Nación.

Hoy es un día para decir adiós, aunque no sé si a las leyendas se las despide. Don Pablo Novak, así: sonriente, entusiasta, siempre dispuesto a largas charlas y relatos de anécdotas quiero recordarte”, posteó el intendente de Adolfo Alsina, Javier Andrés.

Así, recorriendo Epecuén en tu bicicleta, leyendo el diario en una esquina de las ruinas, compartiendo como guía tus experiencias con los turistas y los periodistas de todos lados que preguntaban por el último habitante de Epecuén. Así todos vamos a recordarte. Hoy es un día para decir ¡Gracias Don Pablo! Descansa, que nosotros cuidaremos tu legado aunque nunca será lo mismo”, concluye el posteo, en el que se aprecia una foto de Novak junto a Andrés.

Según detalló su familia a La Nación, el hombre de 93 años había sufrido un ACV a principios de enero y, tras aquel episodio, no pudo recuperar el habla. Ese fue el “desencadenante de todo lo demás” en lo que respecta a su salud, razón por la que debió ser internado.

Sus orígenes

Pablo Novak nació en Villa Epecuén el 25 de enero de 1930 y pasó cada momento de su vida en aquel recóndito lugar, hoy inmerso en el olvido y la soledad. Para la década de 1940, su familia logró progresar gracias a una fábrica de ladrillos.

Mientras era testigo de los logros de sus seres queridos, también lo era de los avances del pueblo, que para aquella época comenzaba a consolidarse como uno de los destinos turísticos más visitados del país por las aguas de sus lagos, ricas en sales y minerales, que podrían ayudar a sobrellevar “males como la artritis, artrosis y ciertas enfermedades de la piel”, según había revelado a este medio en una nota publicada en este medio en 2022 el licenciado Gastón Partarrieu, autor de Epecuén, lo que el agua se llevó.

Todo cambió cuando, durante la madrugada del 10 de noviembre de 1985, una inundación arrasó con la localidad entera, en la que desaparecieron 16 hoteles, 150 hospedajes, 50 comercios y centenares de viviendas, de acuerdo a Partarrieu. “Ayudamos a las familias que estaban desesperadas”, recordó Pablo en una entrevista con La Nación en 2022.

A pesar de los destrozos, Pablo sintió la necesidad de regresar. Fue así como, al poco tiempo, se instaló con una casilla y una vaca sobre una de las calles que habían resistido a la tragedia, convirtiéndose en el único habitante del pueblo. “Me da un poco de tristeza ver lo que quedó, pero también recuerdo los momentos de alegría. ¿Cómo voy a estar en otro lugar? Yo hice todo acá”, contó Pablo.

De esta manera, Pablo emprendió una vida solitaria, sin electricidad, rodeado de escombros, pero también de libros, diarios y revistas viejas, una antigua radio a pilas y una bicicleta para recorrer la zona. Era lo único que necesitaba para ser feliz. “Nací acá y quiero vivir lo que me queda de vida en mi casa. Y si me toca morir, quiero que sea en Epecuén”, sostuvo a La Nación.

Un ícono cultural de Villa Epecuén

Los únicos años que vivió lejos de Villa Epecuén fueron durante la pandemia, ya que por motivos de salud, su familia decidió mudarlo a una residencia para adultos mayores para un mayor cuidado. “Para mí fue como estar preso, soñaba todos los días con regresar a mi querencia”, expresó Pablo.

En 2022, finalmente regresó. “Lo encuentro feliz, está en su lugar, donde siempre quiso estar. Siempre me cuenta historias. Le brillan los ojos cuando habla de Epecuén”, comentó en su momento Naiara Pronsati, su nieta que solía visitarlo los fines de semana para hacerle compañía y llevarle víveres. Christian Montesino, otro de sus nietos, detalló además que su abuelo siempre tuvo “una memoria prodigiosa” y que “recordaba todo lo que había ocurrido allí”.

La historia de Novak y su amor por Villa Epecuén despertó ternura y conmoción entre turistas argentinos y extranjeros, al punto de que cientos de personas viajaron hasta el pueblo para conocerlo. “Sus herramientas siempre fueron la palabra y la memoria, y con ellas contó la historia de Epecuén. De alguna manera es su guardián”, aseguró Montesino.

Previo a la pandemia, grandes medios internacionales, como la BBC de Londres, decidieron filmar un documental especial sobre su vida, así como también fue distinguido como Embajador Cultural y Turístico del Distrito por “el reconocimiento mundial que con su figura ha colaborado en dar a Carhué y Lago Epecuén”.

Yo vi nacer y morir a la villa, ahora me ha tocado quedarme solo”, expresó a este medio hace dos años.


Fuente:

Victoria Menghini, “Le brillaban los ojos cuando estaba allí”. Murió el último habitante de Villa Epecuén, el pueblo fantasma arrasado por una inundación, 22 enero 2024, La Nación.

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