La central nuclear de Zaporiyia vista desde la otra orilla del río Dniprol, Ucrania, el 22 de agosto de 2022. (AP Photo/Evgeniy Maloletka, Archivo). |
¿Hasta qué punto puede volverse más peligrosa la situación en la planta nuclear de Zaporizhzhia?
Por Linda Pentz Gunter
La suerte no es una base sólida en la que confiar cuando nos enfrentamos a riesgos nucleares. Pero, una vez más, es de la suerte de lo que debemos depender mientras observamos y esperamos que ocurra —o no— lo peor en la central nuclear de Zaporiyia (Ucrania), de seis reactores.
La central, situada en la región suroccidental del país —la zona más directamente implicada en algunos de los combates más intensos, y con partes de ella ya “anexionadas” por Rusia— ya ha sufrido algunos aterradores cuasi accidentes. Entre ellos, bombardeos y ataques con misiles, así como frecuentes cortes de electricidad que, de no restablecerse rápidamente, podrían provocar una fusión.
La central está ocupada por fuerzas rusas desde el 4 de marzo de 2022. Abundan los rumores de que una plantilla muy mermada está trabajando en condiciones estresantes e incluso violentas, mientras que otros miembros del personal han huido o han desaparecido.
Ahora nos enteramos de que se están llevando a cabo evacuaciones masivas de comunidades cercanas a la central nuclear. Entre ellas se encuentran los habitantes de Enerhodar, la ciudad que alberga a la mayoría de los trabajadores de la central y a sus familias.
Se calcula que unas 3.000 personas, entre ellas 1.000 niños, ya han sido evacuadas, aunque no está claro adónde. Algunas fuentes ucranianas han sugerido que se trata en realidad de un ejercicio de “secuestro” o incluso de “deportación”, en el que los evacuados son llevados al interior de Rusia.
Hay informes contradictorios sobre si entre los evacuados hay trabajadores de la central. Energoatom, la autoridad ucraniana de energía nuclear, afirma que hasta 2.700 trabajadores de la central están siendo trasladados a Rusia, lo que deja a la central peligrosamente falta de personal.
Estas condiciones podrían dar lugar a errores humanos, una de las principales causas de accidentes, incluidos los desastres de las centrales nucleares de Three Mile Island y Chernóbil.
El temor a una ofensiva ucraniana destinada a reconquistar parte o la totalidad del territorio controlado por Rusia parece haber provocado la repentina evacuación. Pero, ¿se está evacuando a la gente por el conflicto o por la perspectiva de un desenlace catastrófico en la central nuclear, en caso de que se viera totalmente envuelta por los combates? Y si eso ocurre, ¿cuáles podrían ser las consecuencias?
Como medida de precaución, los seis reactores de Zaporiyia están actualmente apagados - oficialmente su estado se denomina “apagado en frío”, que no es tan definitivo como suena y no significa que estén fuera de peligro.
El combustible del núcleo del reactor sigue necesitando electricidad para su refrigeración, al igual que las bombas que suministran agua de refrigeración a las piscinas de combustible. Esto significa que aún es posible que se produzca una fusión. La parada en frío solo da más tiempo a los trabajadores para restablecer la energía en caso de que se pierda, pero un suministro fiable de electricidad al emplazamiento sigue siendo esencial para evitar el desastre.
Los bombardeos de la red eléctrica ya han dejado sin electricidad a la planta en varias ocasiones, obligando a los trabajadores a conectar generadores diésel de reserva. Hay un buen suministro de estos generadores en la planta, pero necesitan repostar. Si la planta se encuentra en medio de una zona de guerra activa, las entregas de combustible fresco pueden retrasarse o incluso ser imposibles. En ese momento, se acaba el tiempo y comienza el desastre.
Las consecuencias de tal desenlace serían drásticas no sólo para la población de Ucrania y la vecina Rusia, sino para toda Europa, en caso de que alguno o todos estos reactores se fundieran o sufrieran un incendio en la piscina de combustible. Basta con mirar el mapa de la lluvia radiactiva del desastre de Chernóbil de 1986, una sola unidad con un inventario radiactivo mucho menor, para comprender la escala potencial de una tragedia de este tipo.
Chernóbil contaminó el 40% de la masa continental europea con lluvia radiactiva de larga duración y creó una zona de exclusión permanente de 1.000 millas cuadradas alrededor del emplazamiento nuclear siniestrado.
Más allá de la energía eléctrica, el suministro de agua también es esencial para mantener las centrales nucleares fuera de peligro. Las barras de combustible irradiadas, térmica y radiactivamente “calientes”, deben permanecer sumergidas en las piscinas de refrigeración. Las bombas eléctricas pueden mantener un suministro constante de agua. Pero el acceso al agua es crítico.
A finales de marzo saltaron las alarmas por una drástica caída del nivel de agua en el embalse que suministra agua de refrigeración a la central. Las autoridades ucranianas afirmaron que los rusos habían vaciado el embalse, aumentando el riesgo de fusión en Zaporiyia.
Pero este mes, los titulares advertían de que los niveles récord de agua podían poner en peligro una presa que, si se rompía, haría que las aguas entraran a raudales en el emplazamiento nuclear, inundando los sistemas de bombeo de la central.
La guerra, las inundaciones y los errores humanos son desastres potenciales que podrían desencadenar una catástrofe nuclear. Pero, ¿qué puede evitarla?
“Debemos actuar ya”, ha declarado el Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica, Rafael Grossi. Pero, ¿cuál es su plan? Los esfuerzos del OIEA por crear una “zona segura” alrededor de los reactores de Zaporiyia, en la que no pudieran producirse enfrentamientos, han fracasado. En el escenario geopolítico, tanto Rusia como Ucrania parecen albergar la convicción de que su bando puede ganar la guerra. La OTAN y sus aliados no dan muestras de insistir en una solución diplomática, dado el beneficio que supondría para esos países una derrota rusa.
Toda esta brutalidad tiene ya un coste inmenso para la población de Ucrania, pero también para Rusia, donde las madres también están perdiendo hijos en una guerra innecesaria. Un ataque a gran escala contra la mayor central nuclear de Europa extendería esa tragedia a miles de kilómetros, afectando a cientos de millones de vidas. Todo lo que tenemos entre nosotros y ese desastre es suerte, que, como el uranio mortal que alimenta las centrales nucleares, acabará agotándose.
Linda Pentz Gunter es la especialista internacional de Beyond Nuclear y escribe para Beyond Nuclear International.
Fuente:
Linda Pentz Gunter, Luck is not a safety plan, 14 mayo 2023, Beyond Nuclear.
Este artículo fue adaptado al español por Cristian Basualdo.
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