Una catástrofe como la que ocurrió en la ciudad hace 20 años demandó la ayuda de organismos internacionales que se instalaron durante meses. La labor de Médicos sin Fronteras.
Por Lía Masjoan
En 2003, todo fue catástrofe en Santa Fe.
El 29 de abril, una defensa inconclusa dio paso al río Salado que avanzó sobre un tercio de la ciudad y cubrió, sin aviso, los barrios más humildes de la zona oeste, de norte a sur. Una porción del territorio donde vivían unas 130 mil personas.
La mirada del mundo se posó de inmediato sobre esta tragedia. El daño y la desorganización eran de tal magnitud, que no alcanzaban las manos locales para dar respuesta y contención a los damnificados.
Organizaciones internacionales como Médicos sin Fronteras, Unicef y Cruz Roja Argentina, acostumbradas a batallar en frentes de conflicto, llegaron con personal capacitado para atender a las víctimas y poner a disposición de las autoridades toda su experiencia.
Fue el caso de Fernanda Méndez, actual presidenta de Médicos sin Fronteras para Latinoamérica, quien estuvo en Santa Fe aquellos caóticos días de 2003. Hoy, 20 años después, cuenta lo que recuerda y los aprendizajes que se llevó de la ciudad bajo agua, en una entrevista a la distancia con El Litoral.
De Congo a Santa Fe
En el año 2003, recién llegada de la República Democrática de Congo, y mientras esperaba el visado para viajar a Angola, África, Fernanda Méndez fue convocada para la intervención de Médicos Sin Fronteras en Santa Fe, una organización médica humanitaria con presencia permanente en los conflictos alrededor del mundo, y a la que ella se había alistado un año antes, cuando tenía 35 años.
Sin dudarlo, viajó con una enfermera argentina, Silvana Brussi, y con la responsable de comunicaciones, Carmen Escalante, española. El primer intento por aterrizar en el aeropuerto de Sauce Viejo se vio frustrado. Fernanda recuerda hoy lo primero que vió, cuando el avión estaba haciendo el descenso para bajar a pista: "En medio de un mediodía negro, vimos sobrevolar las copas de los árboles y agua, todo completamente inundado. El avión rozó lagunas copas y tuvo que regresar a Buenos Aires. Ahí nos dimos cuenta de la magnitud de lo que estaba pasando. Todo el mundo entró en pánico dentro del avión y no pudimos ver mucho más porque tuvimos que salir a auxiliar". Debido al incidente, volvieron a Buenos Aires desde donde reemprendieron el regreso a Santa Fe, pero esta vez en colectivo.
El contraste entre la ciudad afectada y la que podía seguir con su ritmo habitual la recibió apenas llegada al hotel céntrico en el que se alojó con sus compañeras: "Allí no se percibía el real impacto de la inundación, y había versiones encontradas de lo que había pasado".
En bote por las calles
Para movilizarse por las calles, "que no eran calles, sino un lago por donde sobresalían los techos de las casas" -describe Fernanda- usaron un bote zodiac. "Buscábamos si había gente para rescatar o heridos porque llevábamos un kit de emergencias. Muchas personas nos decían que habían perdido a sus familiares, sobre todo ancianos, postrados, que no les había dado tiempo para sacarlos de la casa.
Encontrábamos muchos hombres jóvenes en los techos de sus casas que habían hecho salir a sus familias y se habían quedado cuidando lo poco que habían salvado, que era nada prácticamente… Era una ciudad sumergida, las ventanas estaban cubiertas por agua. Se escuchaban disparos, pero no eran para atacar a nadie, era porque estas personas estaban en estado de shock y disparaban al aire por temor a que alguien quisiera robarles lo que habían logrado subir al techo de sus casas".
En esta situación Fernanda recuerda especialmente a un hombre joven, de unos 40 años, sentado en una reposara en el techo completamente mojado. "Ese día había un sol impresionante, la lluvia había parado y él estaba en estado de shock. Lo revisé, insistí en trasladarlo y no quiso, le pregunté si había un familiar que hubiese quedado atrapado, y no recordaba nada, solo que el agua creció y que su familia logró irse pero no recordaba si todos. Era como una momia, miraba siempre a un punto. No quería hablar mucho, y como en estas situaciones se trata de no hacerles revivir lo que pasaron, le dejamos un kit con bastante agua mineral y unas raciones de comida, y seguimos", cuenta hoy una de las vivencias que más la impactaron.
- ¿Qué te llevaste de esos días en Santa Fe?
- Me llevé el impacto de lo que es la naturaleza, sabiendo que esto se podría haber prevenido en mi país, me quedé muy afectada por esa idea en aquel momento. A nivel médico me impactó ver estas personas con un estado de shock muy similar al que podés encontrar en un terremoto o en una gran epidemia cuando pierden a todos sus familiares. Este hombre solo repetía: 'perdí todo, cómo voy a volver a empezar, perdí todo…' Me traje una tristeza enormísima porque mi equipo se quedaba unos días más y yo me tenía que volver. Y la desolación de ver una ciudad tan próspera, tan bonita, con gente increíblemente solidaria, dispuesta a ayudar en lo que fuera… mucho dolor…
Semejanzas, diferencias y el espíritu de grupo
- Estuviste en Congo, en Angola, en Sierra Leona, Liberia, Uganda, Guinea Bissau, Colombia, Bolivia, Niger, en tantos países distintos entre sí… ¿Qué semejanzas encontrás con lo vivido en Santa Fe?
- Es un factor común cuando el ser humano está en el límite de algo y sobre todo en un contexto que es algo nuevo, como el caso de Santa Fe donde nadie se lo esperaba, cómo la solidaridad es abrumadora en el buen sentido, cómo se potencia la empatía, y eso de 'lo poco que tengo lo voy a compartir con el otro', gente que a lo mejor no se conocía, pero se abrieron puertas de casas para que personas damnificadas puedan estar ahí. Y eso lo he visto en otros países y en otros escenarios, y en lugares donde la infraestructura es casi nula. Esto es algo positivo en común. Y negativo, la desigualdad y la negligencia, porque como en Santa Fe, hay cosas que se pueden prevenir y a veces siento que se mira para otro lado. Muchas de las cosas que he visto, si quienes tienen el poder de hacer algo lo hicieran, no hubiesen ocurrido.
- ¿Qué es lo que te permitió seguir adelante cada día en medio de situaciones dramáticas y jornadas tan largas y de poco descanso?
- La fortaleza del espíritu y el humor es, quizás, lo que alimenta el trabajo. La clave está en el equipo. MSF es un equipo, eso somos. Cuando se trabaja articuladamente, yo sé cuál es tu punto fuerte y vos el mío, y de esa forma brindamos la atención más apropiada. En el caso de Santa Fe fue ver cómo lo hacíamos para no invadir a esas personas que ya habían sido invadidas por el agua.
Entradas relacionadas:
A 20 años de la inundación - COBEM
Artistas por Santa Fe: de la acción a la pluma
A 20 años de la inundación: "El río Salado avisó 45 días antes"
Fuente:
Lía Masjoan, Cuando las manos del mundo estuvieron en Santa Fe, 28 abril 2023, El Litoral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario