miércoles, 30 de noviembre de 2022

Lo dice la ciencia: nuclear no, gracias

Hemos sabido desde hace mucho tiempo que la energía nuclear es una falsa solución para el cambio climático. No solo tiene un impacto intolerable sobre la salud y el medioambiente, sino que también devora importantes inversiones que podrían destinarse a las energías renovables. Un estudio realizado por un equipo investigador de la Universidad de Sussex, del Reino Unido, presenta la mayor evidencia a este respecto.

Por Tim Judson y Luis Hestres

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.

Publicado en Nature Energy, el estudio considera tres hipótesis. En primer lugar, que las emisiones se reducen cuanto más apuesta un país por la energía nuclear; en segundo lugar, estas se reducen cuanto más se apuesta por las renovables; y por último, que nuclear y renovables son “mutuamente exclusivas”, que terminan por chocar. Las hipótesis se basan en datos recogidos a lo largo de 25 años en 123 países.

¿El resultado? La inversión en la nuclear se correlaciona negativamente con la reducción de emisiones, mientras que la inversión en renovables lo hace positivamente. Dicho de otro modo, los países que apuestan por las renovables reducen sus emisiones de una manera que los países pronucleares no alcanzan a hacerlo.

Las únicas excepciones se derivan de los países con los PIB per cápita más grandes del mundo, que redujeron parcialmente sus emisiones invirtiendo en la nuclear. Esto no sucedía con los países más empobrecidos. Pero esta observación no tenía en cuenta los gastos asociados a la energía nuclear: almacenamiento, limpieza, riesgo de accidentes, o el hecho de que estas reducciones hubieran sido mucho mayores de haber apostado por las renovables.

El descubrimiento de que las inversiones en la nuclear y las renovables terminan por chocar significa que los países que invierten más en la nuclear tienden a invertir menos en renovables, y viceversa. Esto contradice la opción de todo a la vez o, más bien, la renuncia a elegir. Cada euro, cada libra, cada dólar, que un país destina a la nuclear es la misma cantidad que no acaba con las renovables, aunque fácilmente reduzcan más las emisiones a menor precio y sin los riesgos asociados con la nuclear. Renunciar a elegir implica elegir la nuclear, en detrimento de la lucha contra el cambio climático, la salud y la seguridad tanto de las personas como del medioambiente.

El estudio tiene unas consecuencias muy importantes para la política energética y climática de todo el mundo. En junio de 2020, la USCAN Climate Action Network publicó su Vision for Equitable Climate Action, o VECA. No solo es VECA la agenda política más sistemática y detallada del movimiento climático, además se basa en principios de justicia e igualdad económica y racial, desarrollada por 170 personas de más de 100 organizaciones.

También se trata de la primera agenda procedente del movimiento climático mainstream que exige jubilar la nuclear. Junto con otras propuestas climáticas, como la de la Equitable and Just National Climate Platform, People’s Orientation to a Regenerative Economy, la THRIVE Agenda y el Feminist Green New Deal, VECA es parte de un giro en las propuestas transformativas para la crisis climática, exigiendo una transición hacia la energía 100% renovable que se rápida, justa y equitativa.

Las organizaciones climáticas moderadas han reaccionado con dudas y resistencia, escépticas ante esta transformación energética, que han considerado demasiado arriesgada o no apoyada por la ciencia. Y la energía nuclear ha sido uno de los aspectos más polémicos, algunos insistiendo con que puede interpretar un papel positivo.

Ahora tenemos la ciencia, y nos dice que nuclear no, gracias. VECA y tantas organizaciones por la justicia climática y antinucleares tenían razón. El estudio de Sussex confirma lo que el movimiento antinuclear lleva diciendo muchas décadas: además de ser demasiado peligrosa y sucia, la energía nuclear es demasiado cara y exige demasiado tiempo como para combatir con las renovables por la descarbonización de la economía global.

Pero entonces, ¿qué hacemos con el Green New Deal? Mientras que quienes se oponen a él se quejan de su potencial coste (billones de euros, libras...), en los dos últimos años ha quedado claro que no es imposible. Solo en EEUU se destinó un primer plan contra el COVID de 2,5 billones de dólares en abril de 2020. Queda claro que, cuando un país tiene claro que se enfrenta a una crisis y los políticos han de lidiar con ella, hay voluntad política y dinero para hacer lo que se quiera.

Si podemos encontrar 2 billones y medio en un par de semanas para rescatar la economía y apoyar mínimamente a la gente en tiempos de pandemia, el Green New Deal se desvela como un auténtico chollo. Con 2 billones a lo largo de 10 años, como proponen en EEUU, no solo podemos salvar el mundo, sino también construir una economía nueva, justa, sostenible e igualitaria, con comunidades saludables, trabajos buenos y una verdadera seguridad económica.

Al mismo tiempo, como sucede con el COVID, no tenemos tiempo para malgastar en falsas soluciones, siendo la nuclear el ejemplo número uno. Sería mejor destinar el dinero a crear miles de puestos de trabajo limpiando y revitalizando las comunidades más afectadas por la nuclear, y en buscar soluciones justas y científicas para aislar los residuos nucleares.

En lo referente a la crisis climática, tenemos que ser valientes, personas visionarias, ambiciosas, teniendo la justicia y la equidad como prioridades absolutas. Solo por estas razones deberíamos priorizar jubilar la nuclear dentro de cualquier plan de Green New Deal, asegurando una transición justa para las clases populares y comunidades más afectadas.


Traducción de Raúl Sánchez Saura.

Tim Judson, Luis Hestres, Nirs.org


Fuente:

Tim Judson, Luis Hestres, Lo dice la ciencia: nuclear no, gracias, 14 noviembre 2022, El Salto Diario.

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