La próxima semana, durante la segunda jornada del Juicio de la Verdad, la historiadora del Arte e investigadora del Conicet Mariana Giordano expondrá cómo reconstruyó la masacre en la que entre 300 y 500 indígenas fueron asesinados. Aquí cuenta la forma en que la Ciencia, el Arte y la Justicia intentan sanar esa herida abierta hace 98 años.
El 19 de julio de 1924, entre 300 y 500 indígenas que realizaban una huelga en reclamo por una justa retribución por la cosecha de algodón, fueron acribillados por la policía territoriana que respondía al gobernador del territorio chaqueño, Fernando Centeno.
Ese hecho, conocido como la Masacre de Napalpí y silenciado durante casi un siglo por la historia, está siendo juzgado como crimen de Lesa Humanidad. Y los documentos hallados por la historiadora del Arte e investigadora del Conicet Mariana Giordano serán parte de las pruebas en el Juicio por la Verdad que se inició el 19 de abril en Resistencia, Chaco.
Giordano, quien se desempeña como investigadora principal del CONICET en el Instituto de Investigaciones Geohistóricas (IIGHI) y es docente en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) trabaja con la imagen y el discurso sobre los aborígenes chaqueños desde su tesis doctoral, hace más de 20 años.
La historiadora aportó a la causa imágenes fotográficas de la época encontradas en el Instituto Iberoamericano de Berlín tomadas por el antropólogo y lingüista alemán Lehmann Nitsche el día de la masacre. Una de esas imágenes, muestra un avión con el piloto en la cabina sobre el que se distingue la inscripción "2 Chaco" y delante de él colonos criollos con fusiles y el propio Nitsche.
En una segunda foto, se ve a un grupo de indígenas que no se adhirieron a la huelga y estaban identificados con un pañuelo blanco.
“Siempre me pregunté por qué esos indígenas llevaban un trapo blanco. Y a partir de relatos orales de los sobrevivientes, aportados por el colega historiador Qom Juan Chico (fallecido en 2020) logramos reconstruir lo que había pasado: en ese contexto, de acuerdo a la memoria oral de la comunidad las autoridades obligaron a portar pañuelos blancos a quienes no se adhirieron a la huelga para 'marcarlos' y diferenciarlos de los 'rebeldes'”, cuenta Giordano.
“Trabajo desde la cultura visual y la antropología en el estudio de las representaciones que se hacen de los pueblos indígenas. Una constante es describirlos en la prensa y estigmatizarlos como revoltosos y poco afectos al trabajo, cuando la realidad es que estaban siendo explotados”, explica la historiadora a Télam.
“Los métodos que uso se basan en cruzar las fotografías y otros documentos apoyándonos en un marco teórico que concibe a la imagen como una construcción, y un recorte de la realidad. Lo que queda fuera del campo visual se completa con otros registros ya sea textuales u orales. Porque las imágenes no hablan por sí solas”, remarca.
Para realizar su investigación, Giordano recurrió a registros de diarios de la época. La mayoría trató el tema como un “enfrentamiento”, aunque relatos transitidos en la. comunidad confirman que los aborígenes en huelga estaban desarmados. Y también revelaron detalles escalofriantes, como el hecho de que -previo al ataque-, se arrojaron comestibles y dulces desde el avión para hacer salir a las personas del monte (entre ellos, mujeres y niños). El avión actuó para identificar y señalar el lugar donde se encontraban los indígenas. De esta manera se permitió el cercamiento y el ataque de las fuerzas en el territorio.
Los relatos de sobrevivientes, compilados por Juan Chico, también describen que la persecución y muerte de los huelguistas continuó varias semanas en un territorio por entonces selvático y de muy difícil acceso.
El rol de la prensa en la historia
Pese al ocultamiento y tergiversación por parte de la prensa hegemónica, El Heraldo del Norte, un diario chaqueño opositor al gobierno que se editaba en Corrientes, sacó una edición especial un año después de la masacre, en 1925. Allí denunció lo ocurrido y culpó de la masacre.al gobierno nacional, en connivencia con las autoridades locales y algunos terratenientes y colonos blancos.
La documentación histórica, junto con los relatos de testigos directos y sus descendientes, permitió reconstruir el hecho como una matanza perpetrada por el Estado (por entonces Chaco no era provincia, sino un Territorio Nacional) durante el gobierno de Marcelo T de Alvear, y dentro de una “reducción”: nombre que se daba a los espacios donde vivían y trabajaban confinados los indígenas, y que hoy serían considerados como campos de concentración.
Esto llevó a que, casi un siglo después, en 2014, por iniciativa de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía Federal del Chaco, se iniciara una investigación a cargo del Fiscal ad hoc Diego Vigay, y un pedido de juicio por Crimen de Lesa Humanidad.
“Lo que ocurrió en Napalpí fue más que una matanza. Fue un proceso de aculturación y de ocultamiento de las diferentes etnias: qom, moqoit, y vilelas. Luego de la masacre, los sobrevivientes dejaron de hablar su propia lengua, se invisibilizaron. Incluso la etnia vilela prácticamente desapareció" señala la historiadora.
"El lugar donde estaba la reducción estatal pasó a llamarse 'colonia aborigen', en lo que constituyó un hecho más de borramiento. explica Giordano.
Semanas antes del inicio del juicio oral por la Verdad, artistas plásticas de distintos puntos del país recorrieron el predio de Colonia Aborigen (donde funciona un memorial) y hablaron con descendientes de las víctimas de la masacre. Luego recrearon lo ocurrido en una muestra artística que se exhibe en la Casa de las Culturas de Resistencia, sede del histórico Juicio por la Verdad que comenzó esta semana.
Como Guernica, aquel pueblo vasco masacrado durante la Guerra Civil Española que Picasso inmortalizó en su obra, Napalpí es una herida abierta que la Ciencia, el Arte y la Justicia intentan sanar.
Fuente:
Cómo la investigación científica ayudó a revelar la masacre de Napalpí, 22 abril 2022, Télam.
No hay comentarios:
Publicar un comentario