martes, 5 de octubre de 2021

Programa ECOS 2 octubre 2021 - Nucleares: en el primer mundo también es un quebradero de cabeza

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Hace poco tiempo, Clarín levantaba una nota aparecida en el periódico The Guardian, en Estados Unidos, acerca de la playa de San Onofre, visitada por dos millones de personas cada año, y decían que esconde una bomba nuclear bajo tierra. ¿Cómo es esto? (y tan luego en el diario Clarín...)

Resulta que allí hay 1 millón y medio de kilos de desechos nucleares depositados a unos 30 metros de la costa, en una zona de sismos, como se sabe.

Esa playa, San Onofre, en California era un paraíso para los surfistas que recibió premios por las olas y el paisaje en los años 60. Señalan que también tiene un sitio sagrado para los nativos de una antigüedad de más de 10 mil años. Pero, ¿qué hay bajo la superficie?

Nada menos que un millón y medio de kilos de desechos nucleares provenientes del conjunto de tres reactores San Onofre propiedad Southern California Edison, que fueron cerrados hace unos diez años. Como aquí en Argentina y en casi todo el mundo, las autoridades se lo olvidaron, y dejaron todo así, en manos de terremotos o la corrosión.

Ya las cosas no estaban nada bien antes del cierre. Esa empresa empezó a registrar problemas de seguridad, fuga de desechos radiactivos, se les encontró registros de vigilancia de incendios falsificados, bueno, lo que suele suceder en este tipo de industrias, aquí, allá y más allá.

A principios de 2012 un generador de vapor nuevito, que ni tenía un año de uso, empezó a perder una pequeña cantidad de radiactividad. La comisión reguladora revisó los papeles y encontró que los inspectores federales habían “pasado por alto” las señales de alerta en 2009 y la empresa había hecho lo que le pareció, en vez de lo reglamentario. Con tanta bola de nieve de problemas, la empresa decidió en 2013 cerrar la planta definitivamente.

Pero… dejando todo así como estaba, incluidos los desechos, que según la Ley de Política de Residuos Nucleares de Estados Unidos, el gobierno federal tenía que trasladarlos a una instalación federal, cosa que nunca sucedió, ya que nunca se encontró un lugar para poder meter ese problema radiactivo, así que en 2015 empezaron a construir una instalación para almacenarlos ahí mismo hasta 2035.

En agosto de 2020 se terminaron de enterrar los 73 tanques de desechos en concreto a unos 30 metros de la costa, por debajo de la autopista I-5, una de las vías más transitadas de EE.UU. justo sobre un par de fallas geológicas que, según los expertos, tienen latente un terremoto de magnitud 7,4.

Pero la cosa no termina allí: qué hacer con la corrosión, que podría dejar drenar los desechos radiactivos al medio ambiente costero y a la vida marina. En estos tiempos de tormentones, subida del mar y erosión costera… poner a 30 metros una caja de cemento lleno de basura radiactiva no es precisamente la mejor idea.

Un documento de la Comisión Costera dice que “Estaría expuesto a inundaciones costeras y peligros de erosión más allá de su capacidad de diseño, requiere de protección reemplazando o expandiendo el blindaje de la costa existente”.

Parece que la NRC, que es la oficina encargada de custodiar las empresas nucleares y exigirles el cumplimiento de las leyes y reglas para evitar catástrofes, se la pasó dando exenciones y permisos especiales, permitiendo que la industria haga lo que mejor le parezca. Y como se sabe que la industria no es una asociación benéfica de bien público, siempre va a asumir el camino más corto y de mayor ahorro. Aunque reporte en enterrar al lado del mar, basura radiactiva.

Qué dicen los de la ex central? "El hecho es que sí, hay desechos nucleares de alto nivel. Pero sí, las tecnologías que estamos usando son extremadamente robustas para cualquier escenario posible".

Así estamos en una de las playas más valiosas y visitadas de Estados Unidos, que sigue guardando basura nuclear a pocos metros de profundidad, al lado del agua. Semblanzas del mundo de la energía nuclear.



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Silvana Buján es Argentina, licenciada en Ciencias de la Comunicación Social y periodista científico y ambiental, ejerciendo desde hace más de dos décadas de manera ininterrumpida a través de radios y medios gráficos del país y del exterior.

Es activista ecologista y participa, dirige o coordina organizaciones no gubernamentales y redes temáticas. Es conferencista y consultora en temas de ambiente y desarrollo. Ha obtenido tres veces el 1º Premio a la Divulgación Científica de la Universidad de Buenos Aires (2009, 2012, 2014) y el 2º Premio en 2010; el 1º Premio Latinoamericano y del Caribe del Agua CATHALAC-UNESCO 2009; Ocho Premios Martin Fierro por sus trabajos en radio y 21 nominaciones. Ha sido Premio Nacional de Periodismo en el año 2007, 1º Premio del Congreso Tabaco o Salud 2010, 1º Premio de Periodismo en Salud de la Asociación Médica Argentina 2010 Distinción honorífica Colegio de Ingenieros DII por su labor en difusión ambiental, 2013.

Lleva adelante desde 1998 ECOS ciclo de periodismo científico abocado al ambiente y las culturas. Y CALIDAD EN VIDA, de periodismo médico, cultura y salud. Dirige BIOS, ONG miembro de la Red Nacional de Acción Ecologista y la Coalición Ciudadana Antiincineración. Es miembro del Comité Consultivo de GAIA internacional. Es miembro de la Red Argentina de Periodismo Científico y la Red Latinoamericana de Periodismo Ambiental. Vive en Mar del Plata.

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