lunes, 26 de abril de 2021

Desarrollismo ambientalista: la discusión sobre un tema central para la economía argentina

Los conflictos por las explotaciones mineras en el sur del país reactivaron el debate: ¿se pueden conciliar ideas del desarrollismo económico con otras enfocadas en atender la crisis socioambiental en curso? elDiarioAR trasladó esa pregunta a referentes del ambientalismo, la economía y la función pública, lo que arrojó visiones encontradas.

por Delfina Torres Cabreros

En los últimos meses, el intento de avanzar con la puesta en marcha de explotaciones mineras relanzó un conflicto que permanece latente desde hace años en distintas provincias del país. En Chubut, el debate se ordenó en torno a dos polos opuestos: de un lado, un Gobierno quebrado que vio en la posibilidad de explotar una de las reservas de plata más grandes del mundo la oportunidad de hacerse de los fondos que no tiene ni para pagar los salarios a los estatales, alineado con parte de los pobladores de la zona donde se encuentra el yacimiento, en el centro de la provincia, que depositan en la mina una esperanza de desarrollo. Del otro, quienes se oponen a la megaminería fundamentalmente por el riesgo ambiental que implica, que realizaron grandes concentraciones en las principales ciudades de la provincia y lograron bloquear el avance del proyecto de ley que buscaba habilitar la actividad.

Los argumentos a favor y en contra reflotaron un debate que para algunos esconde un falso dilema y, para otros, es central para el futuro de la economía argentina: ¿es posible explotar a gran escala los recursos naturales y al mismo tiempo no acrecentar la grave crisis ambiental que compromete al mundo? ¿se puede promover la industria extractiva sin perder la sensibilidad ecosocial? En definitiva: ¿es posible un desarrollismo ambientalista en la Argentina? ElDiarioAR trasladó esa pregunta a referentes del ambientalismo, la economía y la función pública, lo que arrojó visiones encontradas.


Elisabeth Mohle

Licenciada en Ciencias Ambientales, magíster en Políticas Públicas y becaria doctoral en Ciencia Política en la Universidad de San Martín

Hay una pregunta teórica que está lejos de ser saldada que es cuán posible es que todos vivamos una vida de clase media en este mundo, siendo eventualmente 11.000 millones de personas, como se estima que vamos a ser en algún momento (NdelaR: es una estimación de Naciones Unidas para el año 2100). Ahora, lo que tenés en el cortísimo plazo es una crisis económica y una crisis ambiental en nuestro país. No buscar la forma en la que puedas conciliar la fuerza del desarrollo y el ambiente es una trampa mortal; no hay alternativa. Mi postura va por ahí: puede ser que haya otras alternativas o que al final nos termine saliendo mal, pero hoy no veo otra salida pensando en términos progresistas, de buscar un horizonte en el que todos vivamos mejor.

Si vos me preguntás qué prefiero, una fábrica de computadoras o una minera, prefiero la fábrica de computadoras, quién no. Pero también tenemos que ser realistas con las alternativas que tenemos. Sin quedarnos sólo con eso, sino usarlo como palanca para ir industrializando, diversificando, ir mejorando las condiciones de empleo.

Yo sé que esta discusión la doy desde Buenos Aires, dentro de una clase media en la que vivo bien y tengo trabajo. No es lo mismo una persona que vive en Esquel y le da miedo que eventualmente la ley de zonificación termine generando que hagan minería también en la cordillera. Es muy diferente, pero creo que los que estamos tratando de dar la discusión por un plan más nacional tampoco podemos canalizar solo esas posturas, más allá de que hay que escucharlas. Una política nacional no puede representar solo a un grupo, tiene que condensar todas las problemáticas de un país.

El ambientalismo en el mundo se construye en oposición a actores muy importantes y muy poderosos, por ejemplo las petroleras. Es muy poco conciliador porque le costó mucho que le presten atención sobre qué es el cambio climático, sobre la importancia de estos temas. Queda mucho todavía por convencer y batallar, pero me parece que ya estamos en un momento en el que hay que dar el paso de la propuesta concreta, positiva y realista en este país y en el mundo. Hay actores con los que vas a tener que intentar conciliar o vas a ser siempre un movimiento más marginal, que no va a poder hacerse cargo de los lugares de decisión”.


Enrique Viale

Abogado ambientalista

Es un debate que cansa un poco, genera un gran deja vu. Atrasa 30 años. No se trata de ambientalismo versus desarrollismo, sino de socioambientalismo versus neocolonialismo. Como dice Mauro Fernández, columnista de elDiarioAR, "la historia del colonialismo y del capitalismo dejaron claro que el norte elevó su nivel de vida gracias a subyugar al sur. ¿Cómo? Externalizando el costo ambiental (extractivismo) y la asfixia económica (deuda). Sostener este modelo no es desarrollista, es colonial”.

Y este neocolonialimo, disfrazado de desarrollismo, es el proyecto del agronegocio y de las grandes mineras y petroleras trasnacionales. Y no sólo invisibiliza la variable ambiental sino que no tiene mercado interno, ni genera trabajo ni justicia social.

Creo es fundamental subrayar que en la Argentina no hay tensión entre ambiente y desarrollo. No es que Argentina no es un país "desarrollado" porque tiene limitaciones ambientales. El agronegocio, el fracking en Vaca Muerta y la megaminería, todas se llevan a cabo en nuestro país casi sin límites ambientales. Con eso tenemos a más de la mitad de los pibes bajo el nivel de pobreza. Es la historia de América Latina desde la conquista, donde los mapas de la pobreza coinciden con los de la degradación ambiental y el saqueo.

Lo ocurrido en Chubut, así como el mendozazo de fines de 2019, confirman que la problemática socioambiental tiene que incorporarse, realmente, a cualquier proyecto que pretenda mantener la capacidad de representar mayorías”.


Leandro Mora Alfonsín

Director de Desarrollo Regional y Sectorial del Ministerio de Producción de la Nación

Por supuesto que es posible avanzar hacia un modelo de desarrollismo ambientalista, no son términos excluyentes y ambos son urgentes. Conviven ambos problemas; necesitamos crecer apalancados en la inversión que constituya plataformas exportadoras y de empleo, al tiempo que el cambio climático y el deterioro del ambiente son una amenaza para el planeta y, lógicamente, el bienestar de las personas.

Las posiciones polares para abordar estos problemas nunca suman. Es importante destacar que esta discusión no es solo argentina, sino mundial. Lo que sí es decisión de los argentinos es cómo vamos a abordarla; si parándonos en posiciones extremas donde se plantea que “hay que prohibir toda actividad por su impacto en el ambiente” o “es exagerada la preocupación ambiental”; o bien buscando el punto de equilibrio donde nos cuestionemos cómo producimos, con qué tecnología, con qué controles, normas de calidad y procesos de aprendizaje, que es la manera en que el mundo desarrollado aborda el problema.

Argentina tiene el potencial para incidir en mercados de alto potencial internacional y en la fabricación de productos que son críticos para otras cadenas de valor, como la minería metalífera, cuya producción está en todo, desde los celulares sus sostenemos en nuestras manos a la generación de energía y los autos y bicicletas que conducimos. Las claves para conciliar el aprovechamiento de este potencial es la inclusión de tecnologías de frontera que cumplan los requerimientos y estándares de calidad y cuidado internacionales, fortalecer capacidades estatales para eficientizar el control y los mecanismos sancionatorios en caso de incumplimientos y profundizar los mecanismos y prácticas de economía circular allí donde haya brechas que zanjar.

Debemos generar incentivos allí donde podamos conjugar crecimiento y desarrollo productivo con un impacto ambiental positivo o neutro, mitigando los riesgos que conlleva toda actividad económica. La soberanía nacional requiere de consistir ambas dimensiones. No da lo mismo tener industria que no tenerla, por su impacto en el empleo, la balanza comercial y el desarrollo de las economías regionales.

Decir que esta es una mirada neocolonialista no se condice con lo que se observa en las experiencias internacionales de países desarrollados que aprovechan su capital natural. Países como Canadá o Noruega basan su matriz productiva en el aprovechamiento de sus recursos naturales y exhiben altísimos niveles de desarrollo. A la vez, en torno a las actividades basadas en dichos recursos han desplegado cadenas de valor densas con proveedores que compiten internacionalmente y generado tecnologías que re-significaron procesos y abrieron la puerta a nuevas actividades de alto contenido tecnológico. Nokia, en Finlandia, nació como un proyecto forestal que por las propias necesidades de comunicación que planteaba comenzó a desarrollar dispositivos de telefonía celular.

Por el contrario, ser permeables a un neocolonialismo es no explotar el potencial de todo nuestro entramado productivo. Un país soberano y con poder de decisión descansa en una estructura productiva diversificada, en una inserción internacional inteligente con flujos de bienes, servicios y capitales sanos. A mayor fortaleza y capacidades, mejores oportunidades de cuidar los aspectos ambientales y ofrecer opciones de desarrollo personal y social a nuestros ciudadanos”.


Mauro Fernández

Investigador y consultor independiente en temas de clima y energía

Las ideas del desarrollismo y el ecologismo comparten el diagnóstico sobre la centralidad industrial de los países del norte y el extractivismo en los países del sur. También en los costos que tiene este modelo, tanto en lo social como en lo ambiental. La diferencia estratégica los enfrenta: el desarrollismo tiende a creer que la solución es profundizar ese extractivismo agregando valor y aumentando las ganancias para el Estado (foco en la economía), mientras que el ecologismo busca cortar con la lógica de dominación y promover el bienestar de las personas respetando los límites ambientales (foco en las personas).

La articulación debe ser honesta. De un lado, comprender que los responsables por la crisis ecológica están en el norte por la apropiación de la naturaleza y de la fuerza de trabajo del sur. Del otro, que profundizar el modelo extractivista sólo aumentará nuestra responsabilidad y los costos a afrontar en el colapso, y nos dejará nuevamente a la retaguardia de un proceso de reconversión industrial global hacia otros modelos de alimentación y generación energética.

Tender puentes requiere actualizar desafíos. Primero, en clave redistributiva para garantizar derechos sociales básicos. Inmediatamente, incorporando los límites ambientales al desarrollo de políticas industriales verdes (renovables, electromovilidad) con un enfoque de transición justa para los trabajadores de sectores fósiles, mientras promovemos la producción agroecológica sobre el modelo transgénico intensivo. Ganancias sociales, ambientales y decoloniales que pueden ir de la mano si el diálogo es franco y la construcción colectiva”.


Maximiliano Scarlan

Economista de ABECEB

Está claro que el mundo ya no es el mismo. Los límites al modelo productivo tradicional quedan cada vez más expuestos y paulatinamente se avanza hacia un enfoque centrado en la sustentabilidad ambiental, económica y social. Creo que es factible un punto medio en la discusión desarrollismo versus ambientalismo, camino que podría decirse que marca Europa, por ejemplo con su Nuevo Pacto Verde de 2019 y otras medidas que plantean una nueva estrategia de crecimiento para convertirse en una economía moderna, eficiente en el uso de los recursos y competitiva sobre la base de parámetros de sustentabilidad que la lleven a ser climáticamente neutra, pero garantizando una transición justa e inclusiva, y brindando apoyo financiero y asistencia técnica a personas, empresas y regiones en el proceso.

Argentina está un paso atrás, sin terminar de internalizar la discusión, sumida en los problemas de la coyuntura, pero es clave impulsar la búsqueda de equilibrio entre desarrollismo y ambientalismo, por múltiples causas. Por un lado, por obligación: el escenario global actual y futuro (más post-pandemia) obliga a todos los países a redefinir su norte estratégico y adaptar su matriz productiva y de servicios a una nueva lógica y dinámica de actividades. En segundo lugar, por necesidad: las condiciones coyunturales obligan a buscar modelos alternativos aprovechando ventajas comparativas estáticas y promoviendo ventajas comparativas dinámicas, con el fin de reencauzar al país en la senda del crecimiento, el desarrollo regional y la inclusión social.

En tercer lugar, por disponibilidad de recursos: tenemos con qué hacerlo, lo que aumenta la probabilidad de esperar buenos resultados. La clave es recostarse sobre las bondades de los recursos naturales, las capacidades de los recursos humanos y el conocimiento, sumarle una dinámica institucional de apoyo y por supuesto, decisión política.

El primer paso para hacerlo sería internalizar el nuevo enfoque, darle impulso político con consensos y acelerar el marco de apoyo institucional. Hay que detectar por dónde pasan las principales potencialidades en el nuevo contexto global y desarrollar un road map estratégico. Además, impulsar, táctica y operativamente, nuevos ámbitos de interacción en los que se sumen actores emergentes y se demande una nueva perspectiva con visión ecosistémica. Al Gobierno Nacional le cabe un rol importante en marcar el norte y ser facilitador de la dinámica de ese ecosistema, a la vez que debe promover el cambio en el enfoque y brindar herramientas de financiamiento, capacitación y asistencia técnica”.

DT


Fuente:

Delfina Torres Cabreros @delfinatece, Desarrollismo ambientalista: la discusión sobre un tema central para la economía argentina, 24 abril 2021, elDiarioAR.

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