por Daniel Díaz Romero
Redacción Sala de Prensa Ambiental
Un antiguo refrán sostiene que el agua es lo único que puede golpear sin dejar heridas. Sin embargo, en Carlos Paz y buena parte del sur de Punilla la guerra desatada por el municipio carlospacense golpea con un simple cuestionamiento: ¿los pobladores dejarán de llamarse usuarios para pasar a ser clientes? Todo un cambio que va más allá de la aparente inocencia de las palabras.
El agua es un elemento indispensable para la vida pero también es un bien común muy codiciado, sinónimo de vida y de poder. Es un derecho humano que supera a la figura de un bien de cambio y esto genera, muchas veces, disputas.
Desde ayer, la resignificación del agua comienza a librar una batalla clave, nada más y nada menos, que en la segunda ciudad turística del país mientras en el mundo no pasa desapercibido el ingreso del “valor agua” a Wall Street. El agua cotiza en Bolsa.
Con esto, queda claro que las predicciones que parecían ficcionales quedan atrapadas en la realidad: los ojos puestos en Villa Carlos Paz y el sur del valle de Punilla a partir de una guerra por el agua, declaración abierta desde el municipio carlospacense hacia la COOPI (Cooperativa Integral Regional de Provisión de Servicios Públicos, Vivienda y Consumo Limitada).
De un lado la COOPI -una institución cooperativista con 57 años de historia que representa parte de la identidad social de los punillenses- que se encuentra arrinconada por los embates sucesivos que buscan despojarla de la gestión del agua de Villa Carlos Paz y varias localidades turísticas del sur de Punilla.
Del otro lado, la municipalidad de Carlos Paz, un municipio que -desde hace 50 años- convive con la contaminación del emblemático lago San Roque y la pérdida de sistemas ecológicos de las sierras que lo rodean.
Se trata del derecho al acceso de este servicio vital para 120 mil pobladores de Punilla y que corre el riesgo de pasar a ser una mercancía.
No se trata de conjeturas volátiles sino más bien de una historia de embestidas contra una de las Cooperativas más importantes de la Argentina. Una arremetida contra un modelo de gestión de un bien común tan preciado como es, ni más ni menos, que el agua.
Pese a ello -como un corso a contramano- en las puertas de una inminente reapertura turística en un contexto de sequía, crisis climática, emergencia ecológica por incendios y una pandemia que pone en jaque al sistema sanitario, el municipio declara una guerra por el agua en el valle de Punilla.
El agua, para quienes profesan devoción por el libre mercado representa un multimillonario negocio y ese es el camino que está eligiendo el gobierno de Carlos Paz para todo el sur de Punilla: el agua como una mercancía. Ni el más optimista puede pensar que un intendente alineado con el expresidente Macri piensa estatizar un servicio público por considerarlo un bien común y esencial.
La COOPI, desde hace décadas, surgió con un espíritu solidario para brindar un servicio público que el Estado no tenía la capacidad de proveer y que a las empresas privadas no les interesaba porque no era rentable.
La COOPI tomó el carácter que hoy tiene: una cooperativa con 215 empleados directos, sumados a una cifra similar de empleados indirectos repartidos como hormigas por todo Punilla Sur. Una usina de trabajo para las familias de la región que hoy se declaran en estado de alerta por la preservación de sus fuentes laborales.
La COOPI asoma como una institución que trasciende la lógica mercantil de las empresas privadas -asociadas al negocio del agua- por su profunda inserción social. En una de sus sedes funcionan establecimientos de nivel primario y secundario para adultos; sostiene espacios como la Casa de la Cultura en otras dos bases -en Carlos Paz e Icho Cruz- donde se dictan talleres educativos para niños y adultos; asiste a Cooperativas de Trabajo de la región; brinda apoyo a Centros Vecinales, clubes, escuelas y merenderos del sur de Punilla; administra una iniciativa denominada Banco de Sangre Solidario con capacidad para cubrir las necesidades de 75 mil personas y sustenta una importante radio comunitaria que cubre informaciones de las que los medios tradicionales no se ocupan: ejemplo de ello, un programa de VillaNos Radio que muestra semanalmente y desde hace años, la compleja realidad de personas con discapacidad. Provee de servicios de telecomunicaciones a zonas que no son “rentables”, donde el Estado no llega y las empresas privadas no tienen interés. En los últimos incendios se vieron desfilar los camiones cisterna ofrecidos por la COOPI para asistir a los Bomberos Voluntarios que combatían el fuego.
La COOPI se defiende en tiempos donde la municipalidad de Villa Carlos Paz busca quedarse con un negocio: estatizar para privatizar la gestión de un bien escaso en la región, el agua en manos privadas. No se trata de no renovar un contrato desde hace 10 años sino de desmantelar un sistema solidario que ha dado muestras de como se gestiona un derecho humano vital.
Las aguas son mucho más que un recurso natural, son parte de lo que recibimos como herencia para vivir, para desarrollarnos, para crecer. Los cordobeses no podemos descuidar ese patrimonio porque somos parte de sistemas naturales y tenemos el triste privilegio de experimentar qué sucede cuando el ciclo del agua -como parte del ecosistema- es arrinconado con imprudentes negligencias estatales cómplices de la avaricia empresarial que funciona con la lógica de una compañía minera: administra el recurso, obtiene ganancias fácilmente con un bien que es público y cuando ya no les reditúe se irán. Son rapaces y como ciudadanos no debemos darle una nueva oportunidad de desplegar su rapacidad.
Debemos desinstalar ese estilo de pensamiento relacionado con la modernidad: el progreso es esa invisibilidad del sistema hídrico ocultado tras el dinero, que se hace visible durante las sequías o cuando un torrente enloquecido sale de su cauce. No es progreso desmontar las sierras; no es progreso tener countries a lo largo de todas las autopistas; no es progreso que aparezcan edificadas 15 torres juntas de las que no se sabe de dónde van a obtener el agua.
En el mundo, ayer el agua se unió al oro, al petróleo y a los cereales que se negocian en Wall Street: llegó el día en que comenzó a ser considerada una mercancía.
Aquí nomás, de la ciudadanía dependerá que la COOPI siga garantizando el derecho al agua para una importante región de la provincia porque es un hecho que el cambio climático, las sequías, los incendios, el crecimiento de la población y la contaminación agravan la escasez y empiezan a ponerle un precio como a una mercadería más.
Un antiguo refrán sostiene que el agua es lo único que puede golpear sin dejar heridas. Sin embargo, en Carlos Paz y buena parte del sur de Punilla la guerra desatada por el municipio carlospacense golpea con un simple cuestionamiento: ¿los pobladores dejarán de llamarse usuarios para pasar a ser clientes? Todo un cambio que va más allá de la aparente inocencia de las palabras.
Fuente:
Daniel Díaz Romero, Llegó el día: La guerra por el agua en Punilla, 9 diciembre 2020, Sala de Prensa Ambiental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario