por Mario Osava
RÍO DE JANEIRO, 22 dic 2020 (IPS) - “Ya no conocemos el río Xingu”, cuyas aguas dictan “nuestro modo de vida, nuestros ingresos, nuestra alimentación y nuestra navegación”, lamentó Bel Juruna, una joven lideresa indígena de la Amazonia brasileña.
“Nuestra agua ya no tiene el nivel normal, natural, ella es controlada por las compuertas”, explicó. Esos grifos gigantescos los maneja Norte Energía, un consorcio público-privado, propietario de la central hidroeléctrica de Belo Monte, cuyo interés es aprovechar el caudal para su negocio.
Construida entre los tramos medio y bajo del Xingu, en la Amazonia oriental, Belo Monte aprovecha una curva de 130 kilómetros del curso del río, en forma de U y llamada la Volta Grande.
Un canal artificial de 20 kilómetros desvía la mayor parte del caudal, en un atajo que termina en el final de la curva con una caída de 87 metros. Ese diseño evitó inundar la Volta Grande, con sus 25 comunidades, incluyendo dos territorios indígenas legalmente protegidos.
El nuevo proyecto sustituyó el embalse convencional de 1225 kilómetros cuadrados de la idea inicial de los años 70, que sumergiría toda la Volta Grande, por dos represas que suman 478 kilómetros cuadrados. La primera retiene el agua antes de la curva y la desvía al canal que forma el embalse que alimenta la planta generadora principal, cuya potencia es de 11 000 megavatios.
La primera represa, con una planta que genera hasta 233 megavatios, es donde están las compuertas que liberan el agua para la Volta Grande, que no se inundó pero casi se secó, imponiendo otros tipos de impactos a la población ribereña.
Ese complejo de Belo Monte, con la tercera central más grande del mundo, está planificado para generar solo 4571 megavatios de energía firme, como promedio efectivo.
Esa baja productividad, de solo 40 por ciento de la capacidad instalada, se explica por ser una central de pasada en un río cuyo caudal varía, desde más de 20 000 metros cúbicos por segundo en la época lluviosa, de pocos meses en el primer semestre del año, a hasta menos de 1000 metros por segundo en algunos de los meses más secos.
Las aguas del río, divididas entre su cauce natural y el canal, demostraron ser ineficientes para sostener la generación eléctrica pretendida por Norte Energía y las autoridades energéticas y, a la vez, atender las necesidades vitales de la Volta Grande.
“Ya no sabemos navegar por el río Xingu, los canales donde pasar, porque Belo Monte cierra y abre las compuertas cuando quiere”, señaló Bel, del pueblo indígena conocido como juruna, pero que se autodenomina yudjá, que quiere decir “los indígenas del río”.
Un grupo de trabajadores que semejaban hormigas ante las dimensiones de la obra, en 2015, durante construcción de la planta principal de la central hidroeléctrica de Belo Monte, cuando se instalaban las máquinas y turbinas para generar 11 000 megavatios. La central genera solo 0 por ciento de su capacidad instalada y podría limitar más aún su productividad ante la deforestación de la cuenca del río Xingu, que abarca unos 531 000 kilómetros cuadrados. Foto: Mario Osava/IPS
El Xingu, uno de los mayores afluentes amazónicos con 1815 kilómetros de longitud, en su tramo medio, es particularmente accidentado, con muchas rocas visibles y sumergidas, islas e islotes, canales profundos y superficiales, donde navegar es un riesgo permanente. Exige conocimiento práctico que ahora se desbarajustó con la escasez de agua y sin los ciclos naturales de crecida y reflujo.
“Queremos agua suficiente para inundar los ‘igapós’ (bosques inundables y de aluvión de aguas negras) donde los peces y los quelonios puedan reproducirse y alimentarse durante el invierno, para engordar y mantenerse en el verano”, reclamó Bel, que adoptó el nombre étnico como apellido, un hábito entre los indígenas brasileños.
El pescado y el taricaya (Podocnemis unifilis), una especie de quelonio de agua dulce abundante en la Amazonia, son fuentes importantes de proteína para los ribereños de la Volta Grande, especialmente para el pueblo juruna, de navegantes y pescadores.
“Pero es la toda la vida que está en riesgo, no solo nosotros indígenas, pero toda la naturaleza privada del ciclo de las aguas, los árboles, los peces y otros animales”, acotó Bel a IPS, en un diálogo por Whatsapp desde su aldea, Miratu, en el margen izquierdo de la Volta Grande del Xingu.
La lucha de los jurunas, que aseguran que llevan a cabo “también por la humanidad”, ganó fuerza gracias a una nueva evaluación del gubernamental Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama) en diciembre de 2019.
La agencia ejecutora de la política ambiental brasileña reconoció que la escasa agua liberada por la hidroeléctrica no asegura “la reproducción de la vida” en el ecosistema de la Volta Grande ni “la sobrevivencia de las poblaciones residentes”.
Por eso quiere aumentar el flujo hídrico en ese “tramo de caudal reducido”, limitado a cerca de 20 por ciento del normal anterior y detallado en el llamado “hidrograma de consenso”, que fija el volumen a fluir en el cauce natural, cada mes, según lo que se consideraba necesario para mantener vivo el ecosistema en 2009.
Técnicos del Ibama constataron, por datos analizados desde 2015, cuando Belo Monte llenó sus embalses, la necesidad dividir mejor del agua entre la electricidad y la vida.
Los analistas ambientales de Ibama recomendaron un hidrograma provisional para este año con fuerte aumento del volumen destinado a Volta Grande en el período de enero a mayo, especialmente en febrero (de 1.600 a 10.900 metros cúbicos por segundo), marzo (4.000 a 14.200 m3/s) y abril (8.000 a 13.400 m3/s).
Para el futuro, Norte Energía debería presentar estudios que permitan definir un hidrograma definitivo.
Pero la dirección del Ibama retardó las medidas propuestas y luego la empresa prefirió cuestionarlas ante los tribunales. Perdió en la primera y segunda instancia y tampoco cumplió las exigencias vigentes en octubre y noviembre.
El Ministerio Público Federal (fiscalía general) decidió intervenir y requirió al Ibama que defina las sanciones contra Norte Energía por incumplir el hidrograma provisional, los caudales exigidos para 2021 para hacer vigente el principio de la precaución y las medidas que deberán asegurar que la empresa haga los estudios complementarios para fijar el hidrograma definitivo.
Un caudal elevado en los primeros meses del año y “durante por lo menos tres meses” se justifica para asegurar el tiempo necesario a los peces y quelonios el tiempo necesario a su reproducción y alimentación, sentenció Juarez Pezzuti, biólogo especialista en quelonios y profesor de la Universidad Federal de Pará.
“Aumentar el caudal solo en abril no es una solución, es vital un volumen de agua que anegue áreas boscosas extensas, en la altura y en el tiempo necesario, por ejemplo, para que las larvas se conviertan en alevines y se cumpla una cadena de alimentación”, explicó a IPS por teléfono desde Ananindeua, donde vive, en el estado amazónico de Pará.
Más grave que las sequías severas en el estiaje, o “verano” en la Amazonia, es “la debilidad de las lluvias en el invierno”, para la vida en el Xingu, subrayó.
La batalla está en un momento crucial, porque a la actuación de Ibama -“sorprendente” en un gobierno que como el del ultraderechista Jair Bolsonaro labora contra el ambientalismo- se oponen agencias gestoras del sector eléctrico y el Ministerio de Minas y Energía, alegando que cambiar el hidrograma provocaría inseguridad energética y costos más elevados para la población.
Pezzuti cree que cualquiera sea el desenlace de esa disputa, Belo Monte está condenada a crecientes dificultades en su viabilidad económica, por el agravamiento de las sequías en el Xingu, a causa del cambio climático y la intensa deforestación cuenca arriba.
La crisis de 2016, cuando los jurunas se quejaron del “pez magro” y en cantidad decreciente a causa de la sequía provocada por el fenómeno El Niño, fue un aviso para el futuro, recordó.
Desde la aprobación en 2009 del megaproyecto hidroeléctrico, numerosos críticos, entre autoridades ambientales, indigenistas, investigadores universitarios y expertos en energía, alertaron sobre los riesgos del propio negocio, además de los daños sociales y ambientales.
El proyecto, cuya inauguración se produjo el 27 de noviembre de 2019, una vez que se completaron las 18 unidades generadoras de la planta principal, ha sido muy alabado por la innovación del canal, pero se reveló como una trampa, tanto para la empresa y como para la población afectada, que ya convive con daños irreversibles.
“Para el pueblo juruna, el impacto no es solo alimentario, es fuerte también en la cultura. Nuestra cultura es pescar, cuidar el río que ofrece alimentos, ingresos y la navegación para ir a las ciudades, visitar comunidades vecinas y diversión. Es nuestra alegría de vivir”, concluyó Bel Juruna.
ED: EG
Fuente:
Mario Osava, Belo Monte, la electricidad o la vida en la Amazonia de Brasil, 22 diciembre 2020, Inter Press Service.
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