Datos y debates para ayudar a entender el fenómeno.
por Fernando Colautti
1. Año 2020, el peor: superará a 2009
En la memoria del fuego, este año está a punto de quedar como el peor que recuerde Córdoba. En los últimos 20, desde que se lleva registro ordenado, sólo 2009 superaba hasta días atrás en superficie quemada a este 2020, al que le quedan tres meses (con pronósticos de lluvias por debajo del promedio histórico).
Datos del Instituto Gulich (Conae y UNC), con imágenes satelitales, mostraban al jueves pasado 191 mil hectáreas quemadas en el año, sólo en el área serrana. Sin embargo, la cifra aumentará al sumar el avance de múltiples focos hasta hoy. Además, para el total provincial, debe sumarse la relevante cifra de incendios ocurridos en zonas llanas (campos agropecuarios). La cifra final provincial de 2020 es muy probable que ya supere a la de 2009. Para la zona serrana, seguro que ya es el incendio más grave.
En las últimas dos décadas, sólo sobrepasaron las 100 mil hectáreas quemadas los años 2003 (144.900 hectáreas), 2009 (226.800 hectáreas), 2010 (104.600 hectáreas) y 2013 (151.800 hectáreas).
2. ¿Es el clima la gran explicación?
Los especialistas marcan que es el factor central que explica que más focos iniciados escapen de control. Córdoba se ubica, por razones climáticas y geográficas, entre los lugares del mundo con mayor riesgo de incendios. Tiene varios meses casi sin lluvias, que dejan pastizales y forestaciones secas tras las heladas de invierno. Si la humedad es inferior al 10 por ciento, se suman vientos y la temperatura asciende, y pueden generarse “incendios explosivos” de avances muy agresivos. Esas condiciones se dieron en 2009, en 2013 y en 2020.
Pero no hay modo de cerrar la explicación sólo con el clima. La chispa inicial, antes de que se descontrole, suele tener rostro humano. En la mayoría de los inicios, se presume que hay intención o negligencia de personas.
Además, incide que hay cada vez más gente viviendo o transitando en zonas de alto riesgo, como la serrana. Eso genera más focos y más complicaciones para abordarlos, por la existencia de más viviendas e infraestructura. Es lo que los bomberos llaman “incendios de interfase”.
3. Más del 90 por ciento, provocados
Si en algo hay coincidencia, es en que más del 90 por ciento de los focos se inicia por acciones humanas. Por negligencia o por intención manifiesta. También tallan los piromaníacos. Pero a la Justicia le cuesta probarlo. En cinco años (de 2014 a 2019), apenas 25 causas judiciales fueron iniciadas y hubo sólo dos condenas firmes, aunque se generan cientos de focos de riesgo cada año.
Los bomberos insisten en que otro origen recurrente son las quemas en basurales municipales o clandestinos. Y no son pocos los casos en que la caída de cables de energía provoca la chispa inicial. Entre las causas “naturales”, la más citada es el impacto de rayos, pero con mayor incidencia en verano, cuando ocurren las tormentas eléctricas.
Probar el inicio intencional resulta complejo. Pero, sin sanciones a la vista, parece facilitarse la repitencia de los hechos, voluntarios o negligentes.
4. ¿Incide el cambio climático?
En el mundo se habla de eso. Los especialistas coinciden en que ya se percibe un nuevo tipo de incendios forestales, acentuados por el calentamiento global: les llaman “la quinta generación”. El cambio climático genera sequías más acentuadas y prolongadas, además de jornadas de calor más intenso. En ciertas áreas geográficas del planeta (Córdoba incluida), influye en los fenómenos del fuego. Se observan focos cada vez más agresivos, cuyo control escapa hasta en los países mejor preparados.
Los expertos cordobeses ya advierten, por ejemplo, que la temporada de riesgo, que antes iba de mayo a octubre, se prolonga cada vez más hacia el verano, y llega a diciembre y a enero con focos.
En realidad, Córdoba tuvo fuegos desde siempre: forman parte de su naturaleza. Pero el cambio en el clima representa un agravante que plantea desafíos adicionales.
5. ¿Puede variar el uso del suelo tras el fuego?
La ley de bosques nativos prohíbe expresamente que cualquier sitio catalogado en el mapa de ordenamiento territorial vigente como zona roja o amarilla pueda cambiar de uso, por más que haya sido arrasado por las llamas.
Organizaciones ambientalistas apuntan que parte de la intencionalidad de los inicios se explicaría con los que buscan variar las condiciones para dar otro destino a esas tierras. La ley no lo habilita, pero hay razonables dudas de si los controles para hacerla cumplir alcanzan.
La discusión se saldaría si se precisara la ley; si se hiciera un mapeo georreferenciado, preciso y público, que delimitara sin dudas esos espacios, y si además cada municipio estableciera por ordenanza lo que no puede tener otro uso en su jurisdicción. De ese modo, se le quitaría sentido a esa posibilidad de cambio y a esa controversia siempre abierta.
6. ¿Hay recursos para cuarteles de bomberos?
Entre 2004 y 2017, el Plan Provincial de Manejo del Fuego se financió con un impuesto, creado con ese fin, cobrado con la facturación de energía. En 2017, el Gobierno resolvió eliminarlo y lo reemplazó con recursos del presupuesto general. Ese año, aquel tributo habría recaudado 90 millones de pesos. En 2018, el fondo asignado fue de 180 millones. En 2019, se destinaron 274 millones de pesos. Y para 2020 se fijó un presupuesto de 370 millones. ¿Adónde va? La mayor parte, a los casi 190 cuarteles de bomberos voluntarios.
En 2020, cada cuartel debería recibir unos 690 mil pesos: eso suma 127 millones en total. Además, se pagan “becas”, de 14.300 pesos por mes, a 390 bomberos de los 62 cuarteles de zonas de riesgo (las Sierras y el noroeste), que, a cambio, deben realizar tareas cotidianas y ser la patrulla de salida rápida. Ese aporte representa 69 millones anuales. Córdoba tiene unos 4.500 bomberos voluntarios activos, en más de 180 cuarteles.
Otro punto es el aporte a la obra social Apross, para los bomberos y sus familias sin cobertura social: son unos 3.500 beneficiarios, que implican 140 millones de pesos anuales. Entre esos tres ítems, se va el 90 por ciento del presupuesto global asignado. El resto es para equipamiento, operativos por incendios y otros gastos.
Los tres aviones hidrantes que hoy mantiene operativos la Provincia tienen presupuesto y salarios de sus pilotos pagados con otras partidas de la Dirección de Aeronáutica.
Los cuarteles de bomberos, además, reciben por año un subsidio de la Nación. Para 2020, está estipulado en 2,7 millones de pesos para cada uno. Sobrevive una discusión, desde hace años, sobre si todos los cuarteles deben cobrar por igual (como ocurre), sin importar el tamaño ni la demanda de tareas de cada uno.
7. Las discusiones que siguen abiertas
Cada año de graves incendios, reaparecen los debates sobre lo que se debiera mejorar para evitarlos (en el antes), para combatirlos de mejor manera (en el durante) y para atenuar sus impactos (en el después). Hay coincidencia en que lo mejor que hace Córdoba es el ataque al fuego, una vez que está avanzando, por la experiencia, el esfuerzo y el equipamiento de sus bomberos y por la asistencia creciente de los aviones hidrantes.
Más discusión generan el antes y el después. En la prevención, asoman, por ejemplo, controversias sobre el sistema de alerta temprana (por caso, que se hayan desactivado los puestos de bomberos “vigía”). También, sobre si generar o no “calles” que impidan la continuidad tan extendida de la masa vegetal combustible (sobre todo de pastizales), sin interrupciones ni accesos para el ataque. Se discute sobre cómo “manejar” la masa combustible seca (sin tocar bosques) en los meses previos a los de riesgo. Otro punto es sobre la razonabilidad de crear una brigada de bomberos profesionalizada (rentada) para el primer abordaje. Y se renuevan planteos sobre las campañas de concientización y educación, sobre todo en zonas clave.Siempre regresa, además, la controversia sobre el control del uso de suelo para evitar especulaciones sobre cambios tras un sitio quemado.
Y nunca quedan resueltos los criterios de restauración de sitios afectados, sobre todo de áreas marcadaa como zona roja o amarilla de bosque nativo: hace décadas que no se logran generar equipos entre el Estado y las unidades académicas que estudian esos impactos, para un abordaje consensuado y sostenido.
8. Los impactos, cuando el fuego se apaga
Los efectos negativos son múltiples. Es obvio el económico, para los propietarios de las tierras arrasadas, en infraestructura, en calidad del suelo, en pérdida de ganado y a veces hasta de inmuebles. El Estado también pierde con los enormes gastos que demandan los operativos ante incendios y por la restauración de la infraestructura. Los cuarteles de bomberos destinan fondos y exponen sus equipos.
En lo ambiental, el impacto se agiganta. Si el fuego avanza sobre bosques nativos, daña lo muy poco que ya queda, sea en montes maduros o en sitios que, sin quemas, podrían haber recuperado esa condición. El efecto se percibe además en la degradación y erosión de suelos y en la pérdida de biodiversidad (fauna y flora). La menor masa vegetal resultante, así como su combustión, inciden en el cambio climático.
Además, la pérdida de montes, de pastizales y de suelos de montaña afecta el balance hídrico de Córdoba: es en las Sierras donde “nace” el agua que necesita esta provincia. Sin suelos ni vegetación que la contenga, se aceleran las crecidas e inundaciones en verano, y se resiente la reserva de agua el resto del año. Cada incendio serrano, además, provoca que las cenizas terminen como sedimentos que contaminan ríos y embalses.
9. ¿Seis incendios por día?
Un estudio de profesionales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) determinó una asombrosa ocurrencia promedio de 6,5 focos de fuego por día en Córdoba. Entre julio y septiembre, suelen ser decenas por jornada. Esa investigación de 2007 sobre mapas de calor detectó en 15 años el inicio de 35.366 focos. Nada indica que ese ritmo haya variado en la última década.
Por cierto, sólo una minoría termina en incendios de magnitud. Pero el dato muestra el riesgo latente que representan para Córdoba. Cientos de esos focos por año requieren movilizar a más de un cuartel de bomberos. Varias decenas involucran aviones y costosos refuerzos operativos.
La clave para evitar que un fuego se torne descontrolado radica en la alerta temprana y en la reacción rápida. Pero ese tiempo depende mucho de las condiciones meteorológicas y del lugar del siniestro.
En la zona llana, los fuegos rurales suelen quemar restos de cultivos secos, lo que afecta la calidad de esos suelos agrícolas. En las Sierras y en el noroeste, con mayor forestación, se reportan mayores impactos ambientales y superiores dificultades para sofocarlos.
Las forestaciones implantadas suelen ser menos ignífugas que las nativas: es el caso de los pinares, que cuando arden representan un avance incontenible si se presentan en lotes escasos de limpieza y de raleo.
10. En 15 años, un millón de hectáreas
El impacto ambiental y económico cobra mayor dimensión al observar el efecto acumulativo a través de los años. Sobre todo, además, porque se da una notable repitencia de focos de fuego en los mismos sitios. En el balance ambiental e hídrico, esa acumulación toma forma de tragedia.
Para graficarlo, alcanza una cifra: en 15 años, se quemó más de un millón de hectáreas en Córdoba. Para tomar dimensión: todo el territorio provincial suma 16 millones de hectáreas.
Fuente:
Fernando Colautti, Incendios sin control: 10 claves sobre por qué se nos quema Córdoba, 4 octubre 2020, La Voz del Interior.
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