por Lucía Castro
Sala de Prensa Ambiental
La Mar Chiquita o Mar de Ansenuza, en el noroeste de la provincia de Córdoba, es una laguna de elevada salinidad y representa uno de los humedales salinos más extensos e interesantes del planeta. Allí, en julio de 2004, se registró por primera vez el fenómeno de grandes tormentas de sal.
La opinión general de los productores es que las nubes que conforman estas tormentas salinas tienen efectos negativos sobre los rendimientos de sus campos y, aunque estos datos no han sido registrados con rigor científico aún, es claro que este fenómeno existe y sus efectos serán mayores a medida que pasen los años y las sucesivas nubes salitrosas sigan derivando cantidades crecientes de sal en los suelos.
Las llamadas plumas de sal se han desplegado hasta 800 km de distancia y aún no han sido observados efectos sobre la salud de los pobladores, pero es necesario tomar medidas preventivas en este sentido.
Sal en los cielos
El domingo último, se repitió este fenómeno ya conocido por los habitantes de la localidad de Miramar que ha sido registrado y evaluado en los últimos años, aunque todavía resta mucho por estudiar respecto de su impacto en la región.
Los investigadores Enrique Bucher y Arie Stein explican en su trabajo, publicado en 2016, que estas tormentas se originan en vastos salares formados por un ciclo de expansión-retirada de la laguna, durante los últimos 30 años, debido a cambios en el régimen regional de lluvias. También, puntualizan que los eventos se restringen a los meses más fríos y secos.
Sabemos que, a nivel mundial, muchos lagos y lagunas están en proceso de secarse o ya se han secado: es el caso del Mar Aral, en Uzbekistán, el cuarto lago más grande del mundo. Sucedió que el agua de sus ríos afluentes fue utilizada intensamente para la irrigación de cultivos y, en la década del 90, disminuyó su superficie a la mitad. Desde entonces, queda muy poco de lo que fue aquel “mar”. Esta mención no tiene como fin dar un mensaje apocalíptico, sino que debe servir para revisar hechos históricos como ese y tomarlos como ejemplo para trabajar en la prevención de situaciones terminales.
Los casos de retroceso de los humedales representan un impacto terrible para los ecosistemas locales y pérdidas inigualables de servicios ecosistémicos para todos.
Cuando hablamos de servicios ecosistémicos nos referimos a los beneficios que la naturaleza aporta a la sociedad (FAO 2020), es decir a nosotros por el sólo hecho de estar ahí y funcionar bien.
Muchas veces, estos procesos de sequía de humedales están relacionados con el cambio en los patrones de lluvias, pero también debemos valorar que estos cambios se ven acentuados, principalmente, por la negativa acción del hombre.
¿Podemos pensar en cómo nos benefician estos grandes humedales y sus ambientes asociados? Si lo hiciésemos la lista sería muy extensa.
Para el caso de nuestra laguna, necesitamos que se garantice el caudal mínimo de ingreso de agua para que el sistema Mar Chiquita - Bañados del río Dulce mantenga sus características ecológicas: es necesario el aporte de un caudal de 110 m³/s durante 7 meses consecutivos, al menos.
Es importante destacar también, que el Río Dulce -principal tributario de la laguna Mar Chiquita- aporta un 80 % de su caudal; pensemos entonces en cómo afecta a la laguna lo que sucede aguas arriba.
Un futuro para Mar Chiquita
Necesitamos volver a pensar en una laguna rodeada de bosque nativo que nos resguarde de esas tormentas de sal, sumado esto a otros numerosos beneficios que resultan de tener esos parches de bosques bien cuidados. Por suerte, la naturaleza siempre nos da la oportunidad de saldar nuestros errores y trabajar en restauración, para que tanto los productores como la tierra puedan convivir en armonía.
En este sentido, desde el Grupo de Conservación de Flamencos Altoandinos (GCFA), en el año 2011, publicamos un informe sobre las consecuencias que ocasionan están tormentas de sal en el sector productivo cercano a la laguna y a los habitantes de las localidades aledañas al humedal. Con base a encuestas a productores e ingenieros agrónomos de localidades, al sur de la costa de la Laguna Mar Chiquita, pueden delinearse los siguientes efectos negativos ya detectados (Torres y Marconi 2011):
Sequía fisiológica en las plantas, incluyendo los cultivos, debido a que la sal depositada en el suelo aumenta el potencial osmótico del mismo, dificultando la absorción del agua por parte de las plantas. Se observa reducción en el rendimiento y en la germinación de las semillas.
La alta concentración de sodio en estas sales que se depositan y elevan el ph del suelo y además, al reemplazar sodio por calcio, provocan el empaquetado de las arcillas del suelo formando capas impermeables.
La sal depositada sobre las pasturas (tales como la alfalfa) disminuyen la palatabilidad de las mismas para el ganado.
La laguna tiene una belleza y riqueza inigualable, se está trabajando arduamente en la creación de un Parque Nacional que garantice la protección de este humedal y también promueva el desarrollo de las comunidades locales a través del ecoturismo, por ejemplo, a la par de las actividades productivas actualmente desarrolladas en la región. De esta manera, se busca sumar un tipo de desarrollo sustentable cuidando a la naturaleza.Se observa un rápido deterioro de los alambrados, por herrumbre.
Si ocurren tormentas de sal, que sean por cambios en los niveles de la laguna de manera natural o por sus ciclos históricos, de lo contrario si nosotros estamos causando esto, volvamos sobre nuestros pasos y busquemos corregirlo, porque nos va a afectar a todos.
Fuente:
Lucía Castro, Nubes de sal en Mar Chiquita, 31 julio 2020, Sala de Prensa Ambiental. Consultado 6 agosto 2020.
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