viernes, 31 de julio de 2020

La pandemia disimula la preocupación nuclear

Por qué hoy es más factible un incidente bélico con armas atómicas que durante la Guerra Fría.

por Mario José Pino

El 28 de septiembre de 1983, el oficial de control nuclear soviético Stanislav Petrov desacató los protocolos por seguir en caso de que se detectara un lanzamiento de misiles de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) que pudieran transportar ojivas nucleares con destino a la Unión Soviética.

Pensó -debiera no haberlo hecho, según las normas- que Washington no atacaría sólo con uno o cinco misiles que aparecían en la pantalla; debía ser un error de la tecnología, y lo era.

Petrov pasó a la historia como el hombre que quizás haya salvado a la humanidad de un colapso nuclear.

La Guerra Fría trajo aparejado el desarrollo -sobre todo entre la entonces Unión Soviética y los Estados Unidos- de estructuras de diálogo, entendimiento, normativos y de control que acotaron los riesgos de un enfrentamiento nuclear entre las grandes potencias.

Las dos gigantes redujeron de manera impresionante sus arsenales nucleares.

Algunos países -Argentina entre ellos- ganaron prestigio internacional al renunciar a sus desarrollos, y otros -Sudáfrica, Bielorusia, Ucrania y Kasajistán- se desprendieron de sus ojivas.

La implementación del concepto de “estabilidad estratégica”, la construcción de la confianza en paralelo a la disuasión por el equilibrio del daño que otorgaba la capacidad de respuesta, llevó a la convicción expresada por el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan.

“Una guerra nuclear no podía ser ganada por nadie por lo que no podía ser emprendida” (Ronald Reagan).

Presente oscuro

Hoy el planeta se encuentra con algunos cambios estructurales que han diluido las bases sobre las que se asentaba el concepto de estabilidad estratégica que generaba cierta sensación de tranquilidad y control.

La ampliación de los escenarios bélicos al espacio sideral y al espacio virtual; la utilización de la biología y la tecnología, particularmente la inteligencia artificial (IA), el avance de las capacidades de penetración, velocidad –hasta Mach5– y precisión de los misiles, la capacidad de portación nuclear de drones subacuáticos y aéreos, y la posibilidad de intromisión y anulación satelital, constituyen un universo bélico que avanza con más intensidad que la sensatez humana que no alcanza a acompañar esos avances por un sistema legal y de diálogo diplomático.

Por el contrario, el sistema normativo se ha reducido casi hasta su inexistencia.

El sistema OKO de alerta nuclear temprano, que Stanislav Petrov decidió ignorar en 1983, interpretó mal la situación.

Pareciera que hoy, a mayor complejidad, existen más posibilidades técnicas de error en los complicados sistemas integrados de defensa nucleares, cibernéticos y espaciales que pueden inducir a decisiones equivocadas a quienes deban pulsar el botón rojo, siempre que tales decisiones no hayan sido delegadas a ecuaciones binarias de una computadora.

Inquietudes fundadas

En un marco general de desconfianza y tensiones generalizadas, se han incrementado los espacios de conflicto y los actores van cobrando autonomía también en la cuestión nuclear.

Las hipótesis que antes se reducían al comportamiento de un solo enemigo, hoy se han multiplicado al eventual comportamiento de otros actores.

En rigor, los avances rusos en materia armamentística podrían ser poco preocupantes si estuvieran enmarcados en el conflicto con la Otan. Décadas de experiencia facilitarían cualquier esquema de seguridad.

Intranquiliza hoy en día el repentino desarrollo nuclear de la Península Arábiga amparado en el poco creíble argumento de necesidades energéticas.

También resultan inquietantes las declaraciones del príncipe heredero de Arabia Saudita Mohamad bin Salman que desarrollará rápidamente la bomba atómica si corroboran que Irán ha llegado a tener armas nucleares, verdad de innecesaria constatación.

Todo ello en una región de alta inestabilidad en la que varios países ya han tenido o tienen emprendimientos nucleares.

Lejano Oriente radiactivo

En otra región del mundo que incrementa su inestabilidad general, China, Pakistán, la India y Corea del Norte son potencias nucleares que no encuentran carriles de paciente y prudente negociación para dirimir sus diferencias crecientes.

Japón como Corea del Sur cuestionan si pueden seguir confiando su defensa en los Estados Unidos, de ahí a que ambos lleguen a la producción de armas nucleares hay un corto paso.

Ejercicios de diplomacia

Los teóricos del concepto de la estabilidad estratégica afirman que sería válido transpolar la experiencia de la Guerra Fría a los escenarios actuales para disuasiones locales.

Estados Unidos y la Unión Soviética como enemigos lo lograron. Pero no parece haber argumentos que abonen su validez. En particular, cuando se trata de países, en el caso de Medio Oriente, susceptibles de influencia externa y que han sido manipulados como lo demuestra su historia.

El mundo se encuentra en un estado de inestabilidad en que abundan los obstáculos para entendimientos con quienes son considerados enemigos quedaría poco margen para el optimismo.

Precisamente por ello son necesarios, una vez más, esfuerzos ingentes y el compromiso de los líderes mundiales con ejercicios de la diplomacia y la búsqueda incesante de caminos de diálogo, de recuperación de confianza y la adopción de normas internacionales como únicos instrumentos que aseguren la paz y la tranquilidad.
Mario José Pino, abogado y diplomático
Fuentes:
Mario José Pino, La pandemia disimula la preocupación nuclear, 28 julio 2020, La Voz del Interior. Consultado 31 julio 2020.
La obra de arte que ilustra esta entrada es “L'Homme d'Hiroshima” (El hombre de Hiroshima), un tapiz de 4,37 × 2,92 metros, realizado en 1957 por el artista Jean-Lurçat, considerado el renovador de la tapicería francesa. La silueta del hombre en desintegración resalta sobre un fondo verde, adoptando la forma del “hongo atómico”. El hombre es destruido física y moralmente, como lo prueban las llamas que salen de su cráneo. Texto: Museo Jean-Lurçat de la tapicería contemporánea, Angres, Francia.

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