El
Tribunal de Cuentas cuestiona la política nuclear.
por
Idafe Martín Pérez
Flamanville
es una pequeña localidad de pescadores en la costa bretona francesa,
cerca del turístico Mont Saint-Michel y del Cherburgo de los
paraguas de Jacques Demy. Flamanville es también sede de uno de los
mayores fiascos industriales de la historia moderna francesa y una
muestra de la incapacidad de la industria nuclear gala de cumplir con
sus promesas de renovación.
Corría
2007 cuando la eléctrica EDF empezó a construir en Flamanville el
primer reactor nuclear de los llamados de tercera generación, el
EPR. Empezaba a salir de la tierra una especie de gigante champiñón
gris. Era una apuesta, anterior al accidente en la nuclear japonesa
de Fukushima, por la renovación del parque nuclear francés a través
de diseño y construcción nacional. Francia seguía así su apuesta
nuclear. Además, debía venderse al extranjero y así se hizo al
Reino Unido (Hinkley Point), a China (Taishan) y a Finlandia
(Olkiluoto).
Retrasos
y sobrecostes
Flamanville
nunca fue el escaparate que debía ser. Desde el principio el
proyecto fue arrastrando los pies, alargando los plazos de
construcción y puesta en marcha y aumentando su presupuesto. Si en
2007 se pensaba que con cinco años y 3.400 millones de euros sería
suficiente para conectar el reactor a la red eléctrica, ahora mismo
sigue sin conectar y EDF calcula que ya lleva invertidos 12.400
millones de euros. Unos números que, según un informe del Tribunal
de Cuentas francés publicado este jueves, son incompletos. El coste
total sería ya de 19.100 millones de euros, 5,6 veces mayor de lo
previsto.
El
Tribunal de Cuentas, que estrenó presidente hace dos semanas al
llegar al cargo el ex comisario europeo de Economía Pierre
Moscovici, asegura en su informe que EDF no es siquiera capaz de
asegurar la continuación de los trabajos ni de financiarlos, como
preveía, con la venta de reactores a más países. El texto acusa a
los sucesivos gobiernos (el conservador de Nicolas Sarkozy, el
socialista de François Hollande y el liberal de Emmanuel Macron) de
no haber hecho un seguimiento exhaustivo del desarrollo del proyecto.
No
rentable
El
informe, sin entrar en el debate de la idoneidad del diseño del
reactor, pone el dedo en la llaga del sector nuclear francés.
Asegura el informe que sin respaldo de la financiación pública será
imposible renovar el parque nuclear y que ese gasto de dinero público
no tendrá justificación si la electricidad producida por los nuevos
reactores no es suficientemente competitiva. Algo imposible con esos
costes. El informe no ahorra en términos críticos: “Fracaso
operativo” o “gastos a la deriva”.
El
informe del Tribunal de Cuentas francés estima que la electricidad
que puede llegar a producir Flamanville si algún día se conecta a
la red eléctrica podría costar entre 110 y 120 euros el megavatio,
más del doble de la que producen los reactores actuales, que ya es
superior a la que generan renovables como la eólica y la solar. La
empresa nunca ha querido hacer públicos sus cálculos sobre el
precio al que tendrá que venderse el megavatio producido en
Flamanville.
El
proyecto ni siquiera se beneficia de su exportación. El informe
asegura que la construcción de los dos reactores EPR en el Reino
Unido es una carga insoportable para las cuentas de EDF. La nuclear
finlandesa lleva un retraso aún mayor que Flamanville (se empezó a
construir en 2003) y sólo están en marcha los dos reactores chinos
aunque no son rentables.
Imprevisión
y prisas
El
informe llega al origen del proyecto para asegurar que la competencia
entre las empresas públicas EDF (eléctrica) y AREVA (nuclear) forzó
que todo el proceso se lanzara demasiado pronto (año 2.000) cuando
ninguna de las dos estaba preparada. Se firmaron contratos de
construcción cuando todavía no se habían hecho ni la mitad de los
informes técnicos necesarios. De ahí las estimaciones
“irrealistas”, dicen los jueces del Tribunal de Cuentas, tanto de
los plazos de construcción como del presupuesto.
Las
críticas del Tribunal de Cuentas a EDF van al punto de asegurar que
hasta 2015 no hubo en la empresa un equipo encargado del seguimiento
del proyecto y que la comunicación entre la empresa y la Autoridad
de Seguridad Nuclear (ASN) deja mucho que desear pues EDF escondió
al Gobierno francés algunos de los problemas de construcción del
reactor.
Fuente:
Idafe Martín Pérez, Flamanville, la grieta en la apuesta nuclear francesa, 11 julio 2020, NIUS.
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