El
Primer Ministro Shinzo Abe y la “aldea nuclear” guardaban
esperanzas de que las Olimpiadas de 2020 normalizarían las
consecuencias radiológicas del accidente de Fukushima en Japón.
Pero este ha implicado cero exportaciones en relación a la
tecnología o energía nuclear, lo que ha conducido al gobierno a
apostar fuertemente por esta industria a costa de las renovables.
por
Cassandra Jeffery y M. V. Ramana
Pero
los líderes políticos aún se aferran a la energía nuclear
Como
se sabe, el Presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas
Bach, y el Primer Ministro, Shinzo Abe, acordaron posponer los Juegos
Olímpicos de 2020 debido al coronavirus. Sin embargo, aún mantienen
y alimentan la torcha olímpica en la Prefectura de Fukushima. La
ruta de la misma debía haber comenzado allí, una decisión
cuestionable dado el accidente de marzo de 2011. Mientras que los
niveles de radiación han disminuido desde entonces, aún hay
“hotspots” [almacenes improvisados para materiales y tierras
contaminadas], incluyendo en el mismo polideportivo donde guardan la antorcha.
La
persistencia de la contaminación, y las consecuencias económicas
del accidente, nos deberían recordar la peligrosidad de la energía
nuclear. Al mismo tiempo, la bajada de precios de las energías
renovables en la última década nos invitan a replantearnos el
futuro energético de Japón y muchos otros países.
Por
desgracia, Japón no está solo en sufrir catástrofes de este tipo.
El accidente de Chernóbil en 1986 contaminó varias zonas de Ucrania
y Bielorrusia. Como después en Japón, mucha, mucha gente tuvo que
ser evacuada, alrededor de 116.000 personas de acuerdo con el Informe 2000 del Comité Científico de Efectos de Radiación Atómica de las
Naciones Unidas. Muchos/as evacuados/as aún no han regresado tras
más de tres décadas. En miles de kilómetros cuadrados se sigue
prohibiendo los asentamientos humanos.
Circunstancias
como esta son por supuesto traumáticas y conducen a que la gente
considere demasiado peligrosa la energía nuclear, una idea que se
mantiene, como demuestra la fuerte oposición pública en todo el
mundo.
Esta
oposición existe también en Japón, donde las encuestas muestran
una impresionante falta de apoyo al plan gubernamental de reabrir las
centrales cerradas tras el accidente de Fukushima. Una de febrero de 2019 indica que el 56 % de las personas que respondieron se oponían
a esta decisión. Solo el 32 % se mostraba a favor. Otra nos
demuestra la significativa oposición local. Un ejemplo procede de la
Prefectura de Miyagi, donde residentes/as locales se han movilizado
para impedir que el gobernador de Miyagi siga adelante con el
reinicio de operaciones en una central cercana.
Incluso
la Organización para las Relaciones de Energía Atómica japonesa,
que promueve la energía nuclear, admite que solo el 17,3 % de las
personas encuestadas prefieren la nuclear por encima de otras formas
de energía, mientras que la inmensa mayoría apuesta por las
renovables.
Los
costes de lidiar con los accidentes nucleares son, además, inmensos.
Se estima que los de Fukushima se hallan entre unos 200 mil millones
y más de 600 mil millones, en dólares estadounidenses.
Aproximadamente, los de Chernóbil alcanzan los 700 mil millones. En 2013, el Instituto de Seguridad Nuclear francés valoró
que un accidente dentro de sus fronteras costaría 580 mil millones.
En Japón, solo los gastos de adecuar las viejas centrales a la
regulación post-Fukushima se estiman en unos 44,2 mil millones.
Incluso
en ausencia de accidentes, la energía nuclear resulta demasiado
cara. Para los Estados Unidos, Lazard, una firma de Wall Street,
calcula que el megavatio hora cuesta de media 155 dólares cuando
cuenta con un origen nuclear, más de tres veces más que los 40
dólares del megavatio hora procedente de la eólica o solar. Los
gastos de esta última han descendido entre un 70 y un 90 % en la
última década.
Ante
los elevados costes de la nuclear, sean económicos, medioambientales
o de salud pública, y la gran oposición contra ella, sorprende que
el gobierno japonés insista en reabrir las centrales nucleares.
Continúa
en la segunda parte.
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear Internacional. Traducción de Raúl Sánchez Saura
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear Internacional. Traducción de Raúl Sánchez Saura
Fuente:
Cassandra Jeffery, M. V. Ramana, La llama nuclear se apaga en Japón I, 8 junio 2020, El Salto Diario.
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