martes, 9 de junio de 2020

La llama nuclear se apaga en Japón I

Estadio Azuma, ciudad de Fukushima, 18 de octubre de 2019.

El Primer Ministro Shinzo Abe y la “aldea nuclear” guardaban esperanzas de que las Olimpiadas de 2020 normalizarían las consecuencias radiológicas del accidente de Fukushima en Japón. Pero este ha implicado cero exportaciones en relación a la tecnología o energía nuclear, lo que ha conducido al gobierno a apostar fuertemente por esta industria a costa de las renovables.

por Cassandra Jeffery y M. V. Ramana

Pero los líderes políticos aún se aferran a la energía nuclear

Como se sabe, el Presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, y el Primer Ministro, Shinzo Abe, acordaron posponer los Juegos Olímpicos de 2020 debido al coronavirus. Sin embargo, aún mantienen y alimentan la torcha olímpica en la Prefectura de Fukushima. La ruta de la misma debía haber comenzado allí, una decisión cuestionable dado el accidente de marzo de 2011. Mientras que los niveles de radiación han disminuido desde entonces, aún hay “hotspots” [almacenes improvisados para materiales y tierras contaminadas], incluyendo en el mismo polideportivo donde guardan la antorcha.

La persistencia de la contaminación, y las consecuencias económicas del accidente, nos deberían recordar la peligrosidad de la energía nuclear. Al mismo tiempo, la bajada de precios de las energías renovables en la última década nos invitan a replantearnos el futuro energético de Japón y muchos otros países.

Por desgracia, Japón no está solo en sufrir catástrofes de este tipo. El accidente de Chernóbil en 1986 contaminó varias zonas de Ucrania y Bielorrusia. Como después en Japón, mucha, mucha gente tuvo que ser evacuada, alrededor de 116.000 personas de acuerdo con el Informe 2000 del Comité Científico de Efectos de Radiación Atómica de las Naciones Unidas. Muchos/as evacuados/as aún no han regresado tras más de tres décadas. En miles de kilómetros cuadrados se sigue prohibiendo los asentamientos humanos.

Circunstancias como esta son por supuesto traumáticas y conducen a que la gente considere demasiado peligrosa la energía nuclear, una idea que se mantiene, como demuestra la fuerte oposición pública en todo el mundo.

Esta oposición existe también en Japón, donde las encuestas muestran una impresionante falta de apoyo al plan gubernamental de reabrir las centrales cerradas tras el accidente de Fukushima. Una de febrero de 2019 indica que el 56 % de las personas que respondieron se oponían a esta decisión. Solo el 32 % se mostraba a favor. Otra nos demuestra la significativa oposición local. Un ejemplo procede de la Prefectura de Miyagi, donde residentes/as locales se han movilizado para impedir que el gobernador de Miyagi siga adelante con el reinicio de operaciones en una central cercana.

Incluso la Organización para las Relaciones de Energía Atómica japonesa, que promueve la energía nuclear, admite que solo el 17,3 % de las personas encuestadas prefieren la nuclear por encima de otras formas de energía, mientras que la inmensa mayoría apuesta por las renovables.

Los costes de lidiar con los accidentes nucleares son, además, inmensos. Se estima que los de Fukushima se hallan entre unos 200 mil millones y más de 600 mil millones, en dólares estadounidenses. Aproximadamente, los de Chernóbil alcanzan los 700 mil millones. En 2013, el Instituto de Seguridad Nuclear francés valoró que un accidente dentro de sus fronteras costaría 580 mil millones. En Japón, solo los gastos de adecuar las viejas centrales a la regulación post-Fukushima se estiman en unos 44,2 mil millones.

Incluso en ausencia de accidentes, la energía nuclear resulta demasiado cara. Para los Estados Unidos, Lazard, una firma de Wall Street, calcula que el megavatio hora cuesta de media 155 dólares cuando cuenta con un origen nuclear, más de tres veces más que los 40 dólares del megavatio hora procedente de la eólica o solar. Los gastos de esta última han descendido entre un 70 y un 90 % en la última década.

Ante los elevados costes de la nuclear, sean económicos, medioambientales o de salud pública, y la gran oposición contra ella, sorprende que el gobierno japonés insista en reabrir las centrales nucleares.

Continúa en la segunda parte.

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear Internacional. Traducción de Raúl Sánchez Saura

Fuente:
Cassandra Jeffery, M. V. Ramana, La llama nuclear se apaga en Japón I, 8 junio 2020, El Salto Diario.

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