Durante
los últimos años se multiplicaron los discursos y promesas de
aumentar la generación eléctrica a través de fuentes renovables.
Pero, ¿cuál es la situación de las renovables en Argentina? Los
principales proyectos dejan en evidencia que, aunque crece la
generación con fuentes más limpias, aún es marginal y profundiza
la visión mercantil de la energía. Artículo también publicado en
La Izquierda Diario.
por
Observatorio Petrolero Sur
La
pandemia del Covid-19 encontró al sistema energético argentino en
una de sus crisis recurrentes. Los mínimos históricos del precio
del petróleo demuestran, una vez más, la fragilidad de Vaca Muerta,
que durante la última década fue prácticamente la única política
de Estado en materia energética. Esta crisis que atraviesa la
situación sanitaria, económica y climática, obliga a pensar
transiciones hacia nuevas fuentes, como las renovables, que durante
los últimos años muestran un continuo crecimiento, aunque siguen
siendo marginales. El 8,3 % de la demanda eléctrica del país
durante marzo de este año fue cubierta por renovables, dentro de las
cuales destaca la eólica que representa un 6 % del total de
generación, según los datos que entrega la Compañía
Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA).
El
desarrollo de las renovables se traza irremediablemente en paralelo
con las fuentes fósiles, que desde hace un siglo prácticamente
monopolizan el sector energético en el país. Dos hitos que se
remontan a la década de 1990 marcaron la estructura energética
actual: la privatización de los servicios públicos, por la que el
Estado perdió el rol de planificación de la energía; y la reforma
constitucional, que transfirió a las provincias el control de sus
recursos energéticos y las redes de distribución de baja y media
tensión. Como consecuencia, algunas provincias consolidan su rol
como generadoras y exportadoras, y otras solo como importadoras; lo
que provoca desigualdades regionales en costos y accesos
diferenciados a la energía.
La
privatización del sector, junto a la extracción sin regulación de
la década menemista (1989 - 1999), dejó a los hidrocarburos en
una situación crítica, tras su pico histórico de extracción en
1998, en el caso del petróleo, y en 2004 del gas. La escasez de la
fuente fósil, su dependencia, y el aumento de la demanda en el
período pos 2001, hizo que desde el 2006 se pase del auge exportador
a la creciente importación. Esto se intensificó sobre todo con el
gas, que implicó una extensa sangría de dólares y a inicios de la
década de 2010 se volvió crítica. En ese momento, la solución fue
apuntar toda la política energética hacia Vaca Muerta, es decir, de
la crisis generada por la falta de hidrocarburos se buscó salir
apostando nuevamente a través de la explotación de gas y petróleo,
en lugar de aumentar la diversificación energética; un capítulo
más del histórico consenso fósil que guía la política energética
en nuestro país desde hace un siglo.
En
paralelo, entre el 2010 y el 2017, los costos de la producción de
energías renovables a nivel mundial cayeron, por ejemplo, la
fotovoltaica bajó un 73 % en ese período. A lo largo de esa década
comienzan a implementarse diversos proyectos de energías renovables,
que revisaremos en esta nota, con hincapié en las energías
renovables no convencionales. De este modo centraremos el análisis
pensando en fuentes renovables como la eólica, fotovoltaica, las
bioenergías y los pequeños aprovechamientos hidráulicos de menos
de 50 MW (no incluimos a la generación hidráulica de mayor escala
por sus diversos impactos sociales y ambientales).
Las
renovables en los discursos
La
actividad renovable comenzó a ser regulada en nuestro país en 1998
cuando se promulgó la Ley 25.019, primer reglamento de incentivo a
las energías eólica y solar. Dicha legislación fue modificada en
2007 por la Ley 26.190 que incorpora otras fuentes como la
mareomotriz y el biogás, y establece como meta la generación de un
8 % de renovables en la matriz eléctrica para 2016. Durante este
período los proyectos de energías renovables fueron llevados
adelante bien por convenios con agencias de cooperación, o bien a
través de programas como el Proyecto de Energías Renovables en
Mercados Rurales (PERMER) y el de Licitación de Generación
Eléctrica a partir de Fuentes Renovables (GENREN).
Sobre
el final del segundo gobierno de Cristina Fernández (2011-2015),
volvieron a ser modificadas las metas de generación en renovables a
través de la Ley 27.191. Allí se planteó un progresivo aumento
bianual para llegar a la meta de un 20 % para 2025. Por otra parte,
fijó que los grandes usuarios deben cumplir con el 8 % su demanda de
energía eléctrica con renovables. Se dio así la posibilidad
(concretada por la resolución 281/2017), de elegir sus propios
proveedores y negociar de forma particular un convenio de compra a un
precio fijo en dólares más bajo del establecido por CAMMESA. Esto
se denominó Mercado a Término de las Energías Renovables (MATER).
El
gobierno de Mauricio Macri (2015 – 2019) asumió con un discurso
supuestamente verde, con el que prometía avanzar hacia un sistema
energético más renovable. Para esto impulsó el programa RenovAr,
centrándose de manera casi exclusiva en la generación privada y con
presencia de varios megaproyectos. Si bien licitó una cantidad
importante de proyectos, finalmente tampoco llegó a cumplir sus
metas. Durante este período también se promulgó la Ley 27.424 de
Generación Distribuida integrada a la red eléctrica, que introduce
la figura de “usuario-generador” para la generación a pequeña y
mediana escala. De manera similar a leyes promulgadas en varias
provincias, permite generar energía de fuentes renovables en hogares
para consumo pero, además, la venta del excedente no utilizado. Sin
embargo, la ley no fue reglamentada a nivel nacional.
Lo
que sucedió en la práctica durante el gobierno de Macri es que toda
la política energética giró en torno a Vaca Muerta y la tampoco
concretada ilusión exportadora de ese megaproyecto. Más grave aún
fue el avance de una concepción mercantilizada de la energía, cuya
expresión más brutal fueron los tarifazos, que derivó en un
aumento de la pobreza energética y movilizó a miles de personas en
todo el país. El tarifazo tuvo como objetivo sostener los márgenes
de ganancias de las empresas del sector, focalizadas en las que
extraen en Vaca Muerta, a través de subsidios públicos y el
traslado de los costos hacia las y los usuarios. Según la Secretaría
de Energía de la Nación, durante el gobierno de Cambiemos los
subsidios energéticos pasaron del 3.3 % al 1,1 % del PBI y los
ingresos por ventas al mercado doméstico se incrementaron. A su vez,
dentro de esos ingresos, la relación entre precio e incentivos que
era pareja en el 2015 (53 % y 47 % respectivamente) pasó a volcarse
mayoritariamente a los precios (88 % y 12 %).
Las
renovables más allá de los discursos
El
programa RenovAr surgió en el 2016 con el objetivo de generar
electricidad a partir de fuentes renovables, para lo que se proyectó
una cobertura del 20 % para el 2025. Se organizó en tres rondas de
licitaciones donde fueron adjudicados 147 proyectos por 4.466,5 MW de
los cuales 41 fueron proyectos solares, 36 de biogás, 34 eólicos,
18 de biomasa, 14 hidroeléctricos a pequeña escala y 4 de biogás
de relleno sanitario. En todas las rondas las licitaciones más
grandes se hicieron en torno a la energía eólica y en segundo
término a la solar. La distribución estuvo en torno a 21
provincias, pero con participación principal de Buenos Aires, NOA y
Cuyo.
El
RenovAr tuvo un programa antecesor que se llamó GENREN (2009), cuya
finalidad era disminuir el gasto de importación de energía fósil,
pero solo logró concretar el 10 % de lo licitado. En ese sentido el
RenovAr tuvo mayor aplicación que el GENREN y la potencia instalada
de energía renovables creció 205 % entre 2016 y 2019. Por otra
parte, los precios del RenovAr estuvieron muy por debajo del GENREN,
en sintonía con el pronunciado descenso de los costos a nivel
mundial, y fueron disminuyendo ronda tras ronda.
Sin
embargo, al momento de la redacción de este artículo muchos de esos
proyectos no han entrado en funcionamiento. En mayo de este año, el
total de la potencia instalada de renovables en el país es de 3.153
MW, donde se destacan 2.030 MW de eólica, 496 MW de minihidro, y 457
MW de solar, lo que en parte se explica por proyectos instalados
previamente al RenovAr. Como antes señalábamos, esto representó el
8,3 % de la demanda eléctrica de marzo, lo que verifica un sostenido
aumento en los últimos años, pero se mantiene lejos de la meta del
12 % para diciembre de 2019, fijada por el sendero de la Ley 27.191.
Por otra parte, el porcentaje de energía solar y eólica, dentro de
la energía total generada, no llega aún al 0,6 %.
Sobre
la localización geográfica de los proyectos RenovAr, se
distribuyeron según factores técnicos favorables, por ejemplo,
energía fotovoltaica en el NOA. Esto puede verse de varias maneras:
si bien es correcto y eficiente aprovechar los factores locales, si
solo se promueven esas zonas, quedan muchas otras sin acceso a la
generación. En una etapa inicial puede ser favorable este
aprovechamiento pero si la perspectiva es meramente económica, sólo
buscando inyectar mayor cantidad de energía en el mercado, se
generan varios problemas. Al no haber articulación de los niveles
del Estado (nacional, provincial y municipal), la generación
centralizada en megaproyectos y la falta de planificación provoca
que se implementen en lugares alejados de los centros urbanos de
mayor demanda. Dado que el RenovAr fue el principio rector de la
política renovable del último tiempo, es deseable que hubiera
incorporado desde el principio un criterio descentralizador, y no
meramente enfocado en grandes proyectos que reproducen la lógica de
las zonas de sacrificio de las energías fósiles. Aquí hay dos
puntos a destacar en contra del modelo RenovAr: la pérdida de
energía en el traslado lo hace menos eficiente y que no contempló
las limitaciones propias de la red de transporte eléctrico.
Argentina se está quedando sin redes de transporte de alta tensión,
por lo que quienes generen deben, además, producir su propia red, lo
cual encarece el costo de los proyectos.
Una
característica del programa RenovAr es que la empresa generadora se
asegura el contrato de compra de lo generado por CAMMESA durante 20
años. Mientras que en el MATER la generadora debe conseguir a quien
venderle, lo que termina marginando a las empresas pequeñas. Sin
embargo, también el RenovAr fue un programa al que terminaron
accediendo en su mayoría grandes participantes del mercado
energético, como es el caso de la termoeléctrica GENNEIA, que
desarrolló sus propios proyectos eólicos.
Esto
se explica por la orientación a grandes proyectos que tuvo el
RenovAr, los que demandan una intensa inversión y se requieren
créditos internacionales para su implementación. Este tipo de
proyectos depende de la importación de capital y además de
tecnología, lo que hace que terminen siendo adjudicadas empresas de
capitales internacionales o que muchas empresas locales funcionen
como intermediarias de capitales externos, que ven una oportunidad de
negocios en la participación accionaria en el mercado de renovables.
Por otra parte, a nivel local una tajada del negocio “verde” se
lo llevaron sectores cercanos a Mauricio Macri, como Nicolás Caputo,
a través de CP Renovables y Joe Lewis por medio de Patagonia
Energía.
Renovables
sí, pero no así
Pese
a la implementación y el crecimiento de los proyectos de energías
renovables nuestra matriz sigue dependiendo casi exclusivamente de
los combustibles fósiles, hacia donde estuvo orientada la política
energética y las inversiones millonarias del segundo gobierno de
Cristina Fernández y el de Mauricio Macri. Sin embargo, la
proyección es que la generación de renovables crezca en todo el
mundo, en parte por el abaratamiento de sus costos, la dificultad de
acceso a hidrocarburos convencionales y diversos programas de
reducción del consumo de fósiles que generan gases de efecto
invernadero.
Los
vaivenes de los precios internacionales del petróleo dejan hoy al
desnudo la inviabilidad de esta política dependiente y las enormes
dificultades de cumplir con el sueño neoliberal de la exportación
vía fracking. El escenario general en términos energéticos es
incierto, característica que se acentúa aún más en la coyuntura
pandémica. Este contexto crítico nos pone en mayor relevancia la
necesidad de comenzar un proceso de transición que utilice fuentes
renovables pero que también diversifique, descentralice,
desmercantilice y democratice la matriz abogando por una perspectiva
que incluya a las y los trabajadores de la energía. A contravía de
los discursos del poder, enquistados en las grandes compañías
petroleras y los gobiernos, creemos que es urgente avanzar hacia el
derecho a la energía en donde las renovables como emergente nos
permiten disputar la concepción mercantil que cercena ese derecho.
Ahí deben estar puestos nuestros esfuerzos.
Agradecemos
los aportes y comentarios de Joaquín Turco.
Fuentes
consultadas:
Bertinat, P. & Chemes, J. (2019) Políticas Públicas en el sector de energías renovables (2003-2018). Enlace por la Justicia Energética y Socioambiental
Recalde, M. Y., Bouille, D. H., Girardin, L. O. (2015). Limitación para el desarrollo de energías renovables en la Argentina. Revista Problemas del desarrollo, 46(183).
Secretaría de Energía (2010) Proyectos Adjudicados del programa RenovAr
Verbitsky, H. (2019). Agua para sus molinos. Cohete a la Luna
Fuentes:
Energías renovables: un plan a medida del mercado, 29 mayo 2020, Observatorio Petrolero Sur.
La obra de arte que ilustra esta entrada es una versión del famoso cuadro "La noche estrellada" de Vincent van Gogh, con la incorporación de un parque eólico. Fue realizada por alumnos del colegio australiano Tregantle House.
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