El
narcotraficante Pablo Escobar importó algunos hipopótamos para su
zoológico privado. Cuatro décadas después, viven en estado salvaje
y se han multiplicado enormemente. Nadie sabe qué hacer con ellos.
por
Greg Norman
Carlos
Valderrama es veterinario de la ONG WebConserva. No debe ser
confundido con la estrella de fútbol colombiana del mismo nombre.
Después de todo, el centrocampista ha jugado en más de 110 partidos
internacionales. Pero el veterinario Valderrama presume de haber sido
la primera persona en el mundo en castrar a un hipopótamo en estado
salvaje.
El
animal tuvo que ser levantado con una grúa por su enorme tamaño. El
procedimiento duró doce horas y tuvo lugar en Colombia, a miles de
kilómetros de África, el verdadero hogar de esta especie.
Desde
las ardillas grises en el norte de Europa hasta los gatos salvajes y
los conejos en Australia, o las ratas en Nueva Zelanda, las especies
invasoras pueden desequilibrar ecosistemas enteros. Los intrusos
consumen presas que carecen de defensas naturales contra ellos, o
desplazan a los competidores nativos.
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La
mayoría de estas plagas incontroladas fueron introducidas por el ser
humano. La invasión de los hipopótamos en Colombia puede incluso
ser rastreada hasta una persona en particular, nada menos que el capo
de la cocaína Pablo Escobar.
En
los años ochenta y noventa, en el punto álgido de su carrera
criminal, el patrón de la droga construyó un zoológico en su
enorme Hacienda Nápoles, entre Medellín y Bogotá. Cuando Escobar
murió en 1993, el rancho quedó en ruinas.
Algunos
de los animales exóticos, como las cebras, fueron reubicados en
diferentes zoológicos de Colombia o del extranjero. Pero ningún
zoológico quiso o pudo dar un hogar a esta pesada y agresiva
especie.
Población
en aumento
Valderrama
cuenta una historia que ha sido contada muchas veces antes. Uno de
los hipopótamos fue capturado por las autoridades y a mitad de la
ruta se escapó del vehículo. Esto puede ser de dudosa autenticidad,
pero el veterinario cree que estos poderosos animales, que pueden
llegar a pesar más de tres toneladas, podrían realizar una hazaña
semejante.
"Puedo
creerlo", admite. "Cuando transportamos al hipopótamo que
habíamos castrado, se movió ligeramente en el vehículo, bajo la
anestesia, y las ruedas traseras del camión se levantaron",
explica.
Nadie
sabe qué va a pasar con los hipopótamos. Los animales se sienten
cómodos en Colombia y sin enemigos naturales se han reproducido
rápidamente. Las autoridades locales estiman que actualmente hay
entre 65 y 80 ejemplares. En tan solo diez años, podría haber 150
hipopótamos, según un estudio reciente del Instituto Humboldt.
La
mayoría de los animales viven en el lago de la Hacienda Nápoles de
Escobar y son una atracción turística de vida silvestre para
mochileros y veraneantes. Otros han hecho del cercano Río Magdalena
su hogar. La gran vía fluvial es un hábitat ideal para los
animales. Aquí pueden revolcarse durante el día y bajar a tierra
por la noche.
Un
paraíso para los hipopótamos
Incluso
en su África natal los hipopótamos, aparte de los leones, no tienen
enemigos naturales. Muy cerca de la Hacienda Nápoles ya se han visto
jaguares. Se consideran los depredadores más importantes de América
del Sur. Pero no tienen ninguna posibilidad contra el legado de
Escobar.
"El
jaguar es nuestro mayor depredador. Es enorme y hermoso", dice
Valderrama. "Pero pesa 100 kilos. No tiene ninguna posibilidad
contra un hipopótamo adulto".
En
su hábitat natural, el número de hipopótamos se mantiene estable
por medio de las sequías estacionales que presionan su territorio y
por ende, la escasez de alimentos. Pero en la exuberante Colombia
tropical, parece que no hay nada que perturbe la paz de estos
animales, que prosperan magníficamente.
De
hecho, los hipopótamos se encuentran tan bien que parecen alcanzar
antes su madurez sexual, reproduciéndose también antes y
produciendo mayor descendencia, según Cornare, la agencia
gubernamental local para la gestión del medio ambiente.
Vecinos
agresivos
En
gran parte, la población también dejó en paz a los hipopótamos
hasta la década de 2000. Pero entonces, los pescadores comenzaron a
quejarse de hipopótamos agresivos que les impedían acceder al río.
Según Valderrama, los informes de hipopótamos atacando a humanos y
barcos, e incluso matando al ganado, sembraron el pánico en las
comunidades locales.
Y
no solo los vecinos de la región sufren de las acciones de los
hipopótamos. Los excrementos de los animales están fertilizando
excesivamente los ríos, según un estudio reciente sobre el impacto
ambiental de los hipopótamos, en el que participó Jonathan Shurin,
biólogo de la Universidad de California en San Diego.
"Hay
una sobrecarga de materia orgánica y una enorme abundancia de
bacterias que la consumen", explica Shurin a DW, y "luego
esas bacterias pueden hacer reducir enormemente los niveles de
oxígeno y causar la mortalidad de los peces y el florecimiento de
algas dañinas", detalla.
Es
demasiado pronto para concluir si eso tendrá un impacto negativo en
las especies locales como el manatí, pero Shurin predice que los
efectos empeorarán a medida que los hipopótamos continúen
multiplicándose y ampliando su área de distribución. Las
floraciones de algas podrían dañar las poblaciones de peces y la
salud humana.
Si
no se hace nada, el número de hipopótamos "aumentará
exponencialmente", según Shurin. La solución al problema puede
no ser muy agradable, pero "es una razón más para actuar mejor
pronto que tarde", argumenta. "Es más humano hacerlo con
80 animales que con mil". Aún así, sigue siendo un asunto muy
cuestionado.
Caro,
complicado y controvertido
"Hemos
logrado controlar un poco el crecimiento de la población",
cuenta a DW el biólogo de Cornare David Echeverri. "Pero no ha
sido suficiente, debido a los problemas que plantean los hipopótamos
como especie: son agresivos, territoriales y pasan mucho tiempo en el
agua, lo que dificulta su vigilancia. Todo esto hace que el control
sea difícil, caro y peligroso”.
Cornare
ha logrado esterilizar diez de los animales más jóvenes, y por lo
tanto más pequeños, en la última década. Pero, tal y como
demostró la operación de Valderrama, está lejos de ser una opción
simple o barata. Asimismo, tampoco es fácil para el paciente.
Hay
riesgos involucrados en sedar a un animal enorme y agresivo. Su dura
piel es difícil de perforar y cuanto más tiempo esté bajo
anestesia, mayor será el peligro para su propia vida. Y eso si es
posible acercarse lo suficiente al animal.
Los
zoológicos, a su vez, no quieren hipopótamos por el coste que
supone o la falta de espacio. Además, la cantidad de burocracia los
disuade. Llevarlos a África tampoco es una opción. Los animales
podrían traer enfermedades.
Solo
queda el sacrificio. Pero, aunque sería técnicamente posible, es
caro y controvertido. En 2009, cuando un agresivo hipopótamo macho
fue sacrificado como parte de una operación apoyada por el Ejército,
hubo una gran protesta pública. "La gente ve a los hipopótamos
como animales rechonchos, simpáticos y lindos", dice
Valderrama. "Piensan en Matilda en las películas de
Madagascar".
Pero
los ganaderos locales no están entre los amantes de los animales y
se quejan cada vez más de que los hipopótamos dañan las cercas y
molestan al ganado.
Echeverri
preferiría que los hipopótamos se mantuvieran en una reserva
cerrada y que hubiera un control más eficaz de su natalidad. Pero
dice que es probable que esto requiera financiación internacional y
no en un futuro previsible, especialmente ahora que el país está
cerrado por la pandemia de COVID-19.
Mientras
tanto, el legado de hipopótamos de Pablo Escobar podrá vagar
libremente y multiplicarse sin control.
(ar/few)
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Fuentes:
Greg Norman, El dilema del legado de hipopótamos de Pablo Escobar, 13 mayo 2020, Deutsche Welle.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Muerte de Pablo Escobar", del pintor y escultor colombiano Fernando Botero.
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