jueves, 28 de mayo de 2020

Berkeley Minera: el cuento de nunca acabar

Una década después de que Berkeley Minera expresara interés por el campo charro salmantino, la situación se complica para esta multinacional australiana. No solo cuenta con la apabullante oposición de la ciudadanía, sino que también caduca ahora la declaración de impacto ambiental de 2013. La Junta tiene ahora la oportunidad de declararse en contra y no renovarla, como debe.

por Gabriel Risco Ávila

Ya va para diez años que la empresa australiana Berkeley Minera S.L. posó sus intereses en unos pueblos del oeste salmantino, con su destructivo proyecto de mina a cielo abierto, planta de tratamiento de uranio y almacenamiento de residuos radiactivos en Retortillo: una Instalación Radiactiva de 1ª categoría del ciclo nuclear. ¡Ahí es nada!

Si después de este tiempo Berkeley no ha logrado poner en pie este nefasto proyecto, ha sido gracias a la lucha de los pueblos del campo charro, sus ayuntamientos y sus alcaldes en defensa de su tierra y modo de vida. ¡Quién le iba a decir a esa empresa que se iba a encontrar con estos irreductibles que, emulando a su manera a aquella aldea gala, resisten unidos por su propia dignidad frente a la prepotencia de quien se cree que todo se compra con un poco de dinero!

Berkeley nos trae un proyecto que no es en absoluto inocuo, como pretende hacernos creer la empresa con sus campañas periodísticas, tratando de lavar así su imagen. Una mina de uranio a cielo abierto con enormes explosiones, que contamina el aire y la salud de las personas, envenena las aguas y aniquila los árboles. Por si fuera poco, trae también un almacén de residuos radiactivos que contamina para cientos y miles de años.

Berkeley lleva pregonando desde 2013 que empieza ya la construcción de este desgraciado proyecto. Sin embargo, no solo no lo ha conseguido, sino que ahora es el momento decisivo para que esta amenaza, que sufre el campo charro, termine definitivamente.

La Junta de Castilla y León le allanó graciosamente el camino a Berkeley al darle la declaración de impacto ambiental favorable en octubre de 2013. Pero he aquí que por una vez el tiempo corre a favor de la mayoría de la ciudadanía. Esta declaración valía durante el plazo de cinco años. Ese plazo se ha pasado y ya no vale. Berkeley no ha cumplido su parte: debía empezar en cinco años y no lo ha hecho.

Ahora le corresponde el turno al presidente de la Junta, el Sr Mañueco. Debe declarar caducada la declaración ambiental, como así ha pedido ya el Ayuntamiento de Villavieja de Yeltes, según ha publicado la prensa local. Sin ese documento no hay proyecto de mina, ni de planta de uranio en Retortillo. Fin del cuento de Berkeley.

En esto, el Sr. Mañueco debería tomar nota de la actuación que el presidente de la Xunta de Galicia, el Sr. Feijóo, hizo con la mina de oro de Corcoesto, en A Coruña. El presidente Feijóo, que al principio apoyó el proyecto (como aquí hizo Herrera), denegó después el permiso, a la vista de la gran oposición ciudadana. La empresa, en ese caso canadiense, pretendió cobrar una indemnización a la administración gallega, pero los tribunales de justicia se la denegaron y no cobró ni un euro.

¿Quién ha dado los permisos a Berkeley hasta ahora? La declaración de impacto ambiental favorable se la dio la Consejería de Industria de la Junta de Castilla y León, siendo consejero el Sr. Villanueva; y la autorización previa la dio el Ministerio de Industria siendo ministro el Sr Soria. Ambas autoridades pertenecientes al PP y ambos implicados en casos de corrupción. ¿Casualidad?

Por otro lado, Berkeley necesita autorización del actual Ministerio de Transición Ecológica para la construcción de esta Instalación Radiactiva de 1ª Categoría en Retortillo. ¿Cómo va a dar el Ministerio ese permiso de construcción si el proyecto ha quedado vacío? El futuro pinta muy incierto para Berkeley y su injustificado, innecesario y destructivo proyecto para el campo charro salmantino.

El Ministerio de Transición Ecológica, haciendo honor a su nombre, debería denegar ese permiso de construcción por pura coherencia con su política de parada nuclear. Si hay un plan para cerrar las centrales nucleares no se entiende que se autorice una planta de fabricación de concentrados de uranio, que incluye almacén de residuos radiactivos.

Es la oportunidad también para que este nuevo Ministerio llamado de Transición Ecológica y Reto Demográfico, se ocupe del desarrollo de esta zona, apoyando proyectos que respeten el medio ambiente, impulsando actuaciones vinculadas a la ganadería y al turismo rural y declare esta zona protegida por su aportación a la lucha contra cambio climático como “sumidero de CO2”. Es una oportunidad para proteger sus encinares y así evitar la tala de 30.000 encinas que pretende llevar a cabo Berkeley con el proyecto de la mina. Desgraciadamente ya ha talado de forma irregular más de 2000.

Este es el momento de terminar con el mal cuento de Berkeley y que las personas de la zona puedan vivir con tranquilidad y acometer sus proyectos sin esta amenaza que les destruirá su salud y sus medios de vida, para siempre.

P.D. La Junta de Castilla y León no ha recibido en todos estos años a los representantes de la plataforma Stop Uranio. Solicitaron entrevista al presidente Herrera en agosto de 2014 y al Delegado de la Junta en Salamanca el año pasado: sin noticias.

Fuente:
Gabriel Risco Ávila, Berkeley Minera: el cuento de nunca acabar, 25 mayo 2020, El Salto Diario. Consultado 26 mayo 2020.

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