Una
década después de que Berkeley Minera expresara interés por el
campo charro salmantino, la situación se complica para esta
multinacional australiana. No solo cuenta con la apabullante
oposición de la ciudadanía, sino que también caduca ahora la
declaración de impacto ambiental de 2013. La Junta tiene ahora la
oportunidad de declararse en contra y no renovarla, como debe.
por
Gabriel Risco Ávila
Ya
va para diez años que la empresa australiana Berkeley Minera S.L.
posó sus intereses en unos pueblos del oeste salmantino, con su
destructivo proyecto de mina a cielo abierto, planta de tratamiento
de uranio y almacenamiento de residuos radiactivos en Retortillo: una
Instalación Radiactiva de 1ª categoría del ciclo nuclear. ¡Ahí
es nada!
Si
después de este tiempo Berkeley no ha logrado poner en pie este
nefasto proyecto, ha sido gracias a la lucha de los pueblos del campo
charro, sus ayuntamientos y sus alcaldes en defensa de su tierra y
modo de vida. ¡Quién le iba a decir a esa empresa que se iba a
encontrar con estos irreductibles que, emulando a su manera a aquella
aldea gala, resisten unidos por su propia dignidad frente a la
prepotencia de quien se cree que todo se compra con un poco de
dinero!
Berkeley
nos trae un proyecto que no es en absoluto inocuo, como pretende
hacernos creer la empresa con sus campañas periodísticas, tratando
de lavar así su imagen. Una mina de uranio a cielo abierto con
enormes explosiones, que contamina el aire y la salud de las
personas, envenena las aguas y aniquila los árboles. Por si fuera
poco, trae también un almacén de residuos radiactivos que contamina
para cientos y miles de años.
Berkeley
lleva pregonando desde 2013 que empieza ya la construcción de este
desgraciado proyecto. Sin embargo, no solo no lo ha conseguido, sino
que ahora es el momento decisivo para que esta amenaza, que sufre el
campo charro, termine definitivamente.
La
Junta de Castilla y León le allanó graciosamente el camino a
Berkeley al darle la declaración de impacto ambiental favorable en
octubre de 2013. Pero he aquí que por una vez el tiempo corre a
favor de la mayoría de la ciudadanía. Esta declaración valía
durante el plazo de cinco años. Ese plazo se ha pasado y ya no vale.
Berkeley no ha cumplido su parte: debía empezar en cinco años y no
lo ha hecho.
Ahora
le corresponde el turno al presidente de la Junta, el Sr Mañueco.
Debe declarar caducada la declaración ambiental, como así ha pedido
ya el Ayuntamiento de Villavieja de Yeltes, según ha publicado la
prensa local. Sin ese documento no hay proyecto de mina, ni de planta
de uranio en Retortillo. Fin del cuento de Berkeley.
En
esto, el Sr. Mañueco debería tomar nota de la actuación que el
presidente de la Xunta de Galicia, el Sr. Feijóo, hizo con la mina
de oro de Corcoesto, en A Coruña. El presidente Feijóo, que al
principio apoyó el proyecto (como aquí hizo Herrera), denegó
después el permiso, a la vista de la gran oposición ciudadana. La
empresa, en ese caso canadiense, pretendió cobrar una indemnización
a la administración gallega, pero los tribunales de justicia se la
denegaron y no cobró ni un euro.
¿Quién
ha dado los permisos a Berkeley hasta ahora? La declaración de
impacto ambiental favorable se la dio la Consejería de Industria de
la Junta de Castilla y León, siendo consejero el Sr. Villanueva; y
la autorización previa la dio el Ministerio de Industria siendo
ministro el Sr Soria. Ambas autoridades pertenecientes al PP y ambos
implicados en casos de corrupción. ¿Casualidad?
Por
otro lado, Berkeley necesita autorización del actual Ministerio de
Transición Ecológica para la construcción de esta Instalación
Radiactiva de 1ª Categoría en Retortillo. ¿Cómo va a dar el
Ministerio ese permiso de construcción si el proyecto ha quedado
vacío? El futuro pinta muy incierto para Berkeley y su
injustificado, innecesario y destructivo proyecto para el campo
charro salmantino.
El
Ministerio de Transición Ecológica, haciendo honor a su nombre,
debería denegar ese permiso de construcción por pura coherencia con
su política de parada nuclear. Si hay un plan para cerrar las
centrales nucleares no se entiende que se autorice una planta de
fabricación de concentrados de uranio, que incluye almacén de
residuos radiactivos.
Es
la oportunidad también para que este nuevo Ministerio llamado de
Transición Ecológica y Reto Demográfico, se ocupe del desarrollo
de esta zona, apoyando proyectos que respeten el medio ambiente,
impulsando actuaciones vinculadas a la ganadería y al turismo rural
y declare esta zona protegida por su aportación a la lucha contra
cambio climático como “sumidero de CO2”. Es una oportunidad para
proteger sus encinares y así evitar la tala de 30.000 encinas que
pretende llevar a cabo Berkeley con el proyecto de la mina.
Desgraciadamente ya ha talado de forma irregular más de 2000.
Este
es el momento de terminar con el mal cuento de Berkeley y que las
personas de la zona puedan vivir con tranquilidad y acometer sus
proyectos sin esta amenaza que les destruirá su salud y sus medios
de vida, para siempre.
P.D.
La Junta de Castilla y León no ha recibido en todos estos años a
los representantes de la plataforma Stop Uranio. Solicitaron
entrevista al presidente Herrera en agosto de 2014 y al Delegado de
la Junta en Salamanca el año pasado: sin noticias.
Fuente:
Gabriel Risco Ávila, Berkeley Minera: el cuento de nunca acabar, 25 mayo 2020, El Salto Diario. Consultado 26 mayo 2020.
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