por
Mariano Sironi
Sala
de Prensa Ambiental
La
pandemia del coronavirus, «El Evento» del siglo, llegó para
quedarse. No en sus efectos sanitarios sobre la humanidad, que
pasarán, aunque dejando miles de muertos junto a un desastre
económico de gran magnitud en los países más afectados. Una
tragedia, sin dudas. Pero muchos otros efectos, que hoy ni siquiera
podemos prever, perdurarán en el tiempo.
¿Cómo
responde la naturaleza ante estos cambios?
En
apenas unos días desde que «El Evento» comenzó, en las noticias
hemos visto aguas turbias que se aclaran, fauna silvestre que visita
las ciudades, nubes de gases tóxicos que se disipan de las grandes
urbes, hoy vacías de autos y de aviones. ¿Por qué? porque una
especie, entre millones de especies, está confinada en sus
madrigueras buscando salvarse de la muerte, por primera vez, a nivel
mundial.
La
humanidad detenida ofrece un “experimento” global ambiental que
jamás podríamos haber imaginado, y mucho menos logrado, en
condiciones normales. Las condiciones “normales” hoy son un mundo
superpoblado, hiperconectado e hiperatomizado, con ecosistemas
enteros arrasados y su diversidad biológica alterada, el agua y el
aire contaminados, y con especies extinguiéndose. Con cada partida,
se fragilizan estos sistemas naturales, que se vuelven más pobres,
insalubres y tristes.
Entre
los incontables efectos que «El Evento» nos trae, tomemos como
ejercicio para el análisis sólo uno: la paralización sin
precedentes del transporte a nivel global. Hoy, literalmente millones
de autos, colectivos, camiones, motos, aviones, helicópteros, buques
y lanchas que normalmente estarían moviéndose a fuerza de petróleo
y gas, están detenidos. Con ello, han dejado de liberar a la
atmósfera, a la tierra y al mar, millones de toneladas de gases y
fluidos contaminantes.
De
tan notorio, el efecto de esta paralización del transporte mundial
es visible en imágenes satelitales que muestran el aire de grandes
zonas urbanas volviéndose más limpio y por lo tanto, más sano. Lo
mismo sucede en los océanos, que transitoriamente han dejado de
recibir la contaminación por combustibles, el ruido y los desechos
de miles de embarcaciones. Como si la superpoblación mundial, en
términos de transporte, hubiera retrocedido décadas, a fuerza de
cuarentena viral.
Momento
para reflexionar
Aire
más limpio, océanos más sanos y silenciosos, son una consecuencia
de este apagón en el desplazamiento planetario. ¿Lo hicimos por una
decisión responsable para reducir la contaminación que está
enfermando al mundo? No. Nos detuvo un virus, una entidad biológica
que de tan microscópica hasta desafía la noción de ser vivo. Y nos
detuvieron decisiones económicas y políticas, claro. Si no fuera
por las trágicas consecuencias que «El Evento» ya tiene y tendrá
en la vida de millones de personas en todo el mundo, casi podríamos
“agradecerle” este respiro, este mundo un poco más sano, al
menos transitoriamente.
¿Por
qué tuvo que llegar un virus creando miedos, justificados y de los
otros, y arrasando vidas país por país para que le diéramos un
respiro a la naturaleza?
Me
pregunto, ¿por qué no podemos como especie lograr un mundo “un
poco más sano” si es algo que evidentemente nos beneficia? Cuando
«El Evento» pase, ¿volverán el aire contaminado, los océanos
ruidosos, la rapiña sobre los recursos naturales en modo
incrementado para recuperar “ganancias”? Ganancias de pocos que
tarde o temprano, serán pérdidas de todos, como en cierta forma
esta situación nos muestra hoy.
¿Qué
oscuros aspectos de nuestra especie nos llevan a la autodestrucción?
La ambición desbocada y sin mesura que tienen los poderosos de
siempre, es uno, sin dudas. Dar primacía a las ganancias siderales
de unos pocos a costa del sufrimiento de la mayoría es la causa
primaria de la crisis ambiental actual, y es, tal vez, la génesis
del Evento.
Aprovechar
la forzada quietud actual y reflexionar sobre lo que hemos hecho mal
para llegar a este estado de cosas sería un comienzo para generar
los cambios esenciales que deben venir si queremos evitar el colapso
de todo lo conocido. Modificar de manera rotunda las valoraciones que
hacemos de la naturaleza, el modo en que nos relacionamos entre
nosotros, con las otras especies y con el mundo que nos rodea ya no
es un “deseo romántico de los ambientalistas”.
Hoy
es una cuestión de supervivencia. «El Evento» lo demuestra a costa
de los miles de muertos, comunidades empobrecidas y miserias humanas
que dejará tras de sí. Por eso, tenemos la oportunidad histórica
de reflexionar, aprender y cambiar. Pero el cambio es urgente, y debe
ser contundente, categórico y definitivo. O llegará tarde.
Fuente:
Mariano Sironi, Coronavirus, medio ambiente y después, 2 abril 2020, Sala de Prensa Ambiental. Consultado 2 abril 2020.
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