Los
vecinos de El Rosario, reserva de biósfera, aseguran que lucharán
por preservar el bosque que protegió y desarrolló el activista
mexicano Homero Gómez.
por Carlos
Salinas Maldonado
Una
mariposa monarca mueve sus delicadas alas torpemente posada en una
piedra, en un intento de sacudirse la pereza en esta mañana gélida
de finales de enero. Parece una hada de cuento trasnochada, a la que
se le hace muy difícil recobrarse y tomar el vuelo. Sobre ella, en
las ramas de los inmensos árboles de pino, cuelgan millones de sus
compañeras, en racimos que parecen hojas secas de un otoño que se
ha extendido demasiado. “No quieren despertarse”, dice Raúl, un
guardabosques del santuario de El Rosario, localizado al oriente del
Estado mexicano de Michoacán. A unos pasos de las mariposas en sueño
están decenas de turistas, la mayoría jubilados estadounidenses, a
la espera de ver lo que les ha sido descrito como uno de los mayores
espectáculos naturales del mundo.
No.
Hoy las caprichosas mariposas se rehúsan a complacerlos. “No vale
la pena”, dice en inglés una mujer rubia, la nariz roja por el
intenso frío, mientras decide largarse del santuario. Todo es
letargo en esta mañana invernal. El sol, egoísta, no quiere regar
con sus rayos y su calor al bosque cubierto por la neblina. Y si no hay calor las monarcas no despiertan ni revolotean con su maravilla ocre entre los turistas expectantes. Pareciera que ellas también
están de luto, acompañando el dolor de centenares de personas
reunidas en una pequeña iglesia del Rincón de San Luis, la aldea
más cercana, donde entre llantos y música de mariachi dan el último
adiós a Homero Gómez González, quien durante años luchó por
conservar estos bosques, refugio mexicano de las mariposas monarca,
que año con año recorren más de 5.000 kilómetros desde Canadá a
México para hibernar y reproducirse. Gómez se paseaba entre los
árboles como el señor de las monarca, siempre acompañado de las
mariposas que parecían custodiarlo, hasta el pasado miércoles,
cuando su cuerpo fue hallado en una comunidad rural, dentro de un
pozo de uso agrícola, tras dos semanas desaparecido. Su muerte,
hasta ahora, es un misterio.
Homero
era un ambientalista muy respetado en México por su incansable
esfuerzo para preservar las reservas de la biósfera donde se
refugian las monarca. Por eso la noticia de su desaparición, hecha
pública el 13 de enero, conmocionó al país y se extendió
rápidamente más allá de las fronteras mexicanas. Homero Gómez
Valencia, su hijo de 19 años, dice que recibieron llamadas de
Estados Unidos, Francia y de las Naciones Unidas. Ambientalistas y
científicos del extranjero se sumaron a las muestras de
preocupación. Todos pedían noticias sobre el paradero del guardián
de las monarca. Fue la creciente presión internacional la que hizo
que las autoridades actuaran con beligerancia, dice el joven. Al
principio pusieron la denuncia ante la fiscalía de Zitácuaro, uno
de los municipios más grandes cercanos al santuario, pero “al
tercer día de haberla presentado no tenían nada”, recuerda Gómez
Valencia. Fue entonces cuando acudieron a la fiscalía del Estado.
“Hubo mucha presión de la ONU, de otros Gobiernos, además de la
información en los medios y los comentarios en las redes sociales”,
añade su hijo. Se organizaron grupos de búsqueda con oficiales
especializados del Estado, los campesinos y aldeanos que durante dos
semanas fueron infructuosas. Hasta que el pasado 29 de enero
encontraron el cuerpo del activista.
El
último parte hecho público por la fiscalía de Michoacán la noche
del jueves informa que Homero Gómez González murió ahogado, pero
añadía un dato desconcertante: el hombre de 50 años tenía además
una herida en la cabeza. “Asfixia mecánica por sumersión en
persona con traumatismo craneoencefálico”, rezaba el documento.
Las autoridades dijeron que encontraron en la ropa del activista casi
10.000 pesos (más de 500 dólares), por lo que descartaron un
intento de asalto. “En virtud de lo anterior, se ha instruido a las
áreas especializadas a continuar con las diligencias idóneas y
pertinentes para agotar todas las líneas de investigación que se
deriven en resolver de manera plena y conforme a derecho”. En otras
palabras: las autoridades podrían estar sopesando en su
investigación otras causas del fallecimiento de Gómez González,
más allá de un accidente.
“Mucha
gente está indignada”, dice Rebeca Valencia, 39 años, esposa del
activista. Habla pausado y responde casi con monosílabos durante la
entrevista. Sus ojos, apagados por el dolor, solo chispean cuando
esta mujer delgada pero fuerte habla del trabajo de su esposo, la
fuerza con la que defendía los bosques que eran su vida, denunciaba
la tala ilegal y se enfrentaba a la autoridad local para exigir que
pagara por el uso de los recursos naturales que él y sus vecinos
protegían. ¿Tenía enemigos Homero? ¿Alguien que quisiera hacerle
daño? “No”, responde tajante. “Él era muy querido. Era un
ecologista de corazón. A mí nunca me habló de amenazas”. A
Rebeca se le quiebra la voz. “¿Cómo puede pasarle esto a una
persona que nos está dando vida? ¡No lo asimilo!”
Su
llanto lo comparten centenares de aldeanos, habitantes de estas
comarcas antaño boscosas, pero donde ahora la tala ilegal, la
extensión del cultivo del aguacate (el oro verde de Michoacán) y
otras siembras están rasgando poco a poco el manto verde que los
cubría, hasta hacerlo desaparecer del todo en amplias zonas, ahora
de un triste color marrón. Es por lo que desde hace una década
Homero luchó por rescatar el santuario de El Rosario. Organizó a
los aldeanos, les instó a cambiar el cultivo del maíz en tierras no
tan productivas por la siembra de pinos y árboles de oyomal.
Organizó brigadas de guardabosques, capacitó a guías sobre
mariposas monarca y abrió al público un santuario de importancia
mundial, designado como patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
“Sembramos 300.000 árboles anuales”, dice orgulloso Omar, un
guía de 26 años, mientras acaricia con mucho cariño un arbolito de
pino, como si se tratara de un hijo que crece fuerte y sano, mientras
hace su ronda matutina.
Ese
esfuerzo de preservación, sin embargo, se veía amenazado por grupos
clandestinos obsesionados con los ricos recursos de un Estado que
cuenta con el 30% de su territorio cubierto de bosques. Las
autoridades mexicanas reconocieron que en la zona del santuario de
las monarca se desarrolla una economía ilegal basada en la
extracción de los recursos naturales que incluye a taladores,
centros clandestinos de procesamiento de los recursos forestales y
transportistas cuyo jugoso negocio es sacar de forma encubierta las
materias primas. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente
(Profepa) informó en diciembre que había logrado “frenar” a uno
de los explotadores clandestinos en un operativo en el que
participaron 15 oficiales de la Guardia Nacional, realizado en una
comunidad indígena cercana al santuario. El detenido almacenaba
madera de pino, encino y oyamel sin que tuviera permisos para la
explotación forestal. “Las especies afectadas forman parte de los
bosques templados en la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca y dan
continuidad a una zona boscosa con gran importancia ambiental y
ecológica”, dijeron las autoridades. La ley mexicana establece
multas de hasta 1,6 millones de pesos (casi 80.000 dólares) por
delitos ambientales y en este caso el detenido podría pagar una
sanción que va de 100 a 20.000 veces ese monto.
Hallado
sin vida el cuerpo de un guía del santuario de la mariposa monarca
D.M.
| México
Las
autoridades del Estado mexicano de Michoacán han localizado el
cuerpo sin vida de Raúl Hernández Romero, un guía turístico del
santuario de mariposas monarca El Rosario. Hernández Romero, de 44
años, había sido reportado como desaparecido el pasado 27 de enero.
El cadáver fue encontrado en la cima del santuario El Campanario,
sin embargo, la fiscalía estatal no ha informado las causas de su
muerte. El hallazgo ocurre tres días después de ser ubicado el
cuerpo del activista Homero Gómez González dentro de un pozo de uso
agrícola y tras dos semanas desaparecido.
México
es uno de los países más peligrosos del mundo para los activistas,
defensores de derechos humanos y periodistas. Durante el primer año
de la Administración de Andrés Manuel López Obrador fueron
asesinados 12 activistas y 10 periodistas. El año pasado, el país
norteamericano registró 35.000 homicidios, la cifra más alta en su
historia reciente.
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Fuente:
Carlos Salinas Maldonado, El santuario de la mariposa monarca resiste la muerte de su guardián, 2 febrero 2020,El País. Consultado 3 febrero 2020.
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