Epílogo
del libro Silencios y deslealtades, sobre el incidente de Palomares
de 1966.
por
José Herrera Plaza
Han
transcurrido algunas semanas desde que terminamos las entrevistas.
Todo lo que había que comentar, resumir o concluir ya estaba
escrito. No veía la necesidad de expresar nada más, ni siquiera
recapitular o subrayar lo esencial. Pero hemos comentado
repetidamente que Palomares es una historia abierta mientras la
contaminación continúe sin ser recogida y trasladada a un lugar
adecuado.
Los
últimos meses han venido marcados por una mala noticia. A través de
fuentes bien informadas hemos sabido que en el último año han sido
transportados subrepticiamente en cuatro expediciones más de 3
toneladas de residuos nucleares desde la sede del CIEMAT en Madrid
hasta Palomares (Cuevas del Almanzora, Almería) y depositados en
contenedores marítimos en una zona vallada cerca del cementerio de
Palomares. El material estaba constituido por unas 9.157 muestras de
tierras, productos agrícolas, filtros de los muestreadores de aire,
recogido durante 50 años y más de 734 muestras de sondeos, que
hasta 2008, se han ido realizando en las áreas contaminadas de los
términos municipales de Vera y Cuevas del Almanzora.
El
material se había ido almacenando en la Instalación Radiactiva de
2ª clase IR-17, en el edificio nº 33. Tras el escándalo, fue
confirmado por el CIEMAT, que negó sin rubor que sean radiactivos,
pero al mismo tiempo reconocieron dos envíos, cuando en realidad
fueron cuatro. Que solo eran 1.400 kg. cuando el total fue más del
doble. Que tenían una actividad de 1,6 millones de Bequereles de
americio, cuando han sido más de 28. Que eran 6,68 millones de Bq de
plutonio 239+240, cuando la cifra real ascendió a más de 112
millones. Sesgaron que también iban 28 millones de Bq de plutonio
241 y 2,8 millones de Bq del tóxico plutonio 238. Veámoslo con todo
detalle en la tabla resumen.
El
primer envío se realizó en 2011, un año más tarde de la muerte
del director del CIEMAT, Juan Antonio Rubio. Como hemos visto fue,
junto a su equipo, el verdadero artífice del Plan de Investigación
y del Plan de Rehabilitación de Palomares, de la misma manera que
era firme partidario del Plan Integral para la Mejora de las
Instalaciones del CIEMAT (PIMIC). Sostenía que el principal problema
de Palomares era social, por el alto grado de estigmatización que
genera la radiactividad. De estar vivo no creo que hubiese autorizado
el descontaminar el CIEMAT a costa de enviar las muestras históricas
a su lugar de origen. Mucho menos el almacenarlas en una
casa-laboratorio del CIEMAT, dentro del núcleo urbano.
Tal
acto supone un delito flagrante de la legislación medioambiental
nacional e internacional, una nueva tropelía de la larga lista
sufrida por Palomares. Esta iniciativa ha sido acordada paralelamente
al (PIMIC), responsabilidad de la Subdirección General de Seguridad
y Mejora de las instalaciones de este organismo que, además, es
continuamente inspeccionada por el Consejo de Seguridad Nuclear
(CSN). Según Ley 15/1980, de 22 de abril, debería de haber sido
comunicada previamente al CSN, el cual tendría que haber elaborado
un informe vinculante favorable a su traslado y destino. Algo
imposible de concebir porque Palomares ni es una instalación
radiactiva, ni un cementerio nuclear. Al menos legal legalmente.
El
artículo continuará en la segunda parte.
José Herrera Plaza es co-autor de "Silencios y deslealtades"
Fuente:
José Herrera Plaza, Epílogo de Silencios y deslealtades I, 13 enero 2020, El Salto Diario.
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