Más
de cuatro mil operarios trabajan a diario en la central nuclear de
Fukushima Daiichi para lograr su desmantelamiento tras la catástrofe
de 2011, mientras se acaba el tiempo para saber qué hacer con la
enorme cantidad de agua contaminada que está almacenada, mudo
testigo de una tragedia que todavía mantiene abiertas muchas
heridas.
El
11 de marzo de 2011, un terremoto de magnitud 9 y el tsunami
posterior destrozaron cuatro de los seis reactores de la central y
generaron la peor tragedia nuclear desde la que se registró en 1986
en Chernóbil (Ucrania), con fusiones parciales en los núcleos de
tres unidades.
Agua
contaminada
Los
trabajos se están concentrando en extraer el combustible de los
reactores, levantar los escombros radiactivos y, además, ir
acumulando el agua contaminada en el área de la central nuclear, a
la espera de que las autoridades y la empresa decidan su futuro una
vez sea tratada.
Esas
aguas, que se ha contaminado por las filtraciones subterráneas en
los reactores, por la que se necesita para el enfriado y por las
lluvias que se cuelan por los agujeros del techo, de momento están
siendo almacenadas en 965 enormes tanques, hasta la fecha,
distribuidos en distintos lugares de la central.
Contienen
actualmente 1,18 millones de metros cúbicos, con decenas de miles de
metros cúbicos que se agregan cada año, y al cierre de 2020 se
llegará a 1,37 millones de metros cúbicos.
Ello
a pesar de sistemas para evitar filtraciones, como un enorme muro de
hielo que rodea los cuatro reactores dañados. Este muro de hielo
subterráneo y las cañerías que lo alimentan pueden divisarse por
aperturas en el suelo, situadas en medio de los escombros de los
reactores dañados.
Pero
el espacio disponible para almacenar agua contaminada es limitado, y
la capacidad de los tanques acabará a mediados de 2022, y para
entonces se necesitan soluciones.
Tenemos
que conseguir el consenso de todos los afectados, sostiene Masato
Kino, alto funcionario de enlace del Gobierno japonés en las labores
de desmantelamiento de la central nuclear, a cargo de la empresa que
la construyó, Tokyo Electric Power Company (Tepco).
“Antes
del plazo (de 2022) tenemos que saber qué hacer”, agrega Kino al
dar las explicaciones oficiales durante una gira organizada por Tepco
para una docena de periodistas con el fin de conocer las labores que
se realizan en la planta, que presenta muchas cicatrices visibles por
el desastre de 2011.
Son
varias las opciones que han venido analizando las autoridades y la
empresa, una de ellas, ya descartada, que preveía el almacenamiento
a largo plazo, y otras dos con más posibilidades: echar al océano
esas aguas o elevarlas al aire por evaporación de una forma
controlada, en ambos casos una vez descontaminadas.
En
el Gobierno de Shinzo Abe no hay una apuesta clara todavía, y Tepco
no tiene una preferencia particular, según su representante Junichi
Matsumoto, que dice que la compañía está lista para ejecutar la
medida “una vez se adopte la decisión”.
Tanques
de agua
El
problema está acumulado en casi un millar de enormes tanques que se
han ido construyendo según se realizaban las labores de
desmantelamiento. Muchos han sido traídos en barco desde fábricas
lejanas y otros están siendo montados in situ.
Estos
tanques, azules, grises o de color marfil, los alimenta un sistema de
purificación conectado a los tanques mediante una compleja red de
tuberías. La cuarta parte del agua almacenada aparentemente no
representa daños, pero el resto necesita un tratamiento posterior.
Los
tanques que están construyendo ahora operarios japoneses tienen una
altura de doce metros, un diámetro de doce metros también y una
capacidad para almacenar 1.350 toneladas de agua.
Las
autoridades y Tepco sostienen que el agua que termine liberándose
recibirá el tratamiento adecuado para eliminar todos los elementos
radiactivos, salvo el tirito, un pariente del hidrógeno que, dice
Tepco, emite una radiación baja y que está presente de forma
natural en el agua y en el vapor del aire.
Industria
pesquera
Daiichi
ya mandó al mar agua radiactiva poco después del accidente nuclear
de 2011, algo fuera de control que, sin embargo, desató una tragedia
en la industria pesquera de la zona.
Nueve
años después del accidente nuclear, los barcos pesqueros de puertos
como el de Onahama, al sur de Daiichi, están intentando reponerse
con el tiempo.
La
industria pesquera de Onahama actualmente captura el 15,5 % de los
niveles anteriores de la tragedia nuclear, sencillamente porque el
mercado prefiere el pescado de otros puertos y a Fukushima le está
costando vencer la mala fama, a pesar de los rigurosos sistemas para
detectar una posible contaminación.
“Si
el agua (procedente de Daiichi) la echan al mar generará
preocupación por el riesgo de que haya montón de capturas
sobrantes”, reconoce el directivo de la cooperativa de pescadores
de Onahama Hisashi Maeda.
Fuentes:
Agustín de Gracia, Aún sin resolver el futuro del agua contaminada por el desastre de Fukushima, 22 enero 2020, EFEverde. Consultado 22 enero 2020.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Fukushima Nuclear Power Plant" del artista Zachary Peirce.
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