50
mil colectivos de dos pisos son arrojados cada año al mar. En
realidad no son colectivos reales, pero es lo que obtendríamos si
juntáramos las 640 mil toneladas de plásticos y residuos que la
actividad pesquera pierde cada año durante sus operaciones en
nuestros océanos. Este es el dato desolador que brinda el informe
publicado por nuestra organización sobre las redes de pesca perdidas
por accidente o abandonadas al terminar su vida útil: Redes fantasmas: el abandono de redes de pesca que acechan a nuestros océanos (en inglés).
Las
personas que tienen la suerte de navegar por alta mar pueden ver
parte de estas redes en la superficie. Son residuos pesqueros que se
encuentran a la deriva porque el mar y los temporales todavía no
iniciaron el lento proceso de fragmentarlos en pequeños trozos.
Estas redes representan un 10 % de los plásticos que se encuentran
en el mar y con frecuencia provocan la muerte de la fauna marina, que
se engancha y queda atrapada en ellas. El resto del plástico en
nuestros océanos proviene de tierra, en hasta un 80 %, y de la
actividad marítima (mercantes, yates, cruceros, etc.) en un 10 %.
En
el informe también se señala cómo muchas de estas redes se
encuentran en lugares tan remotos como el monte submarino Vema.
Aunque allí la pesca está restringida, se siguen encontrando estas
redes fantasma como resultado de la presión pesquera de años atrás.
Es bastante macabro ver el legado de la pesca destructiva en un lugar
como este.
Otro
dato obtenido en el análisis muestra que el 6% de todas las redes
utilizadas, el 9% de todas las artes de pesca pasiva, como las nasas,
y el 29% de todos los palangres (líneas de pesca de varios
kilómetros de largo) quedan abandonadas en la mar. Los viejos
desechos de pesca no solo siguen matando la vida marina, sino que
también dañan de manera grave los hábitats submarinos. Los montes
submarinos se ven particularmente afectados porque, por su gran
variedad de fauna, son zonas de intensa actividad pesquera.
Aunque
la población de langosta de Tristán (una especie icónica del monte
Vema que estuvo al borde de la extinción en dos ocasiones debido a
la sobrepesca), ahora muestra signos de recuperación, sigue
corriendo peligro de ser capturada en estas redes fantasmas.
Sin
embargo, por otro lado, el monte Vema refleja cómo los océanos
tienen una sorprendente capacidad de regeneración. Pero para
recuperarse y prosperar de forma adecuada estos espacios deben estar
completamente fuera del alcance de las actividades humanas dañinas.
Las protecciones actuales para los ecosistemas en aguas
internacionales claramente no son suficientes.
Por
eso estamos navegando de Polo a Polo para reclamar que se implementen
medidas de gestión más estrictas contra las mortales redes
fantasmas. Esto incluye el acuerdo de un Tratado Global de los
Océanos que podría proteger, al menos, el 30 % de los océanos para
2030, prohibiendo las actividades humanas más peligrosas, como la
pesca industrial.
Fuente:
Las redes de pesca fantasma: una trampa mortal para la vida marina, 7 noviembre 2019, Greenpeace Argentina.
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