La
Justicia entrerriana avaló la fumigación con pesticidas a 150
metros de escuelas. Patricio Eleisegui, autor de Envenenados y
AgroTóxico, desarrolla el trasfondo de la protección a rajatabla
del agronegocio contaminante.
por Patricio
Eleisegui
Más
de 1.000. Exactas 1.023. A ese número ascienden las escuelas rurales
de Entre Ríos que, tras la disposición del Tribunal Superior de
Justicia de esa provincia, recibirán los venenos que se apliquen a
solo una cuadra y media de aulas y mástiles. Con apadrinamiento
legal. Para beneplácito de la política predominante en ese
territorio.
Lo
dispuesto el lunes de esta semana no es más que una versión
renovada -y por qué no recargada- de la repetida saga del Estado
atentando contra los delantales. Docentes y alumnos siendo víctimas,
en este caso, de una voluntad que privilegia el buen humor del
financiador de campañas antes que la supervivencia de quien no
garantiza caja.
El
Estado como maquinaria aceitada y prolífica en recursos a partir del
aporte de un actor que, sobre todo en las últimas dos décadas, ha
hecho propio el control de maniquíes gubernamentales que ejercen el
hobby de la oratoria: el agronegocio.
Pooles,
grandes terratenientes, referentes de entidades obesas de monocultivo
como Federación Agraria o la Sociedad Rural, funcionarios con
herencia de campito. Todos combinados en una cruzada por desterrar la
educación pública en el ámbito agrícola. En el marco de una
provincia que política y economía pretenden casi despoblada. Porque
una persona no genera divisas por exportación -al menos por ahora-,
como sí el maíz o la soja. Y escuela mata depósito de glifosato.
En
el juego de las conveniencias, el gobernador Gustavo Bordet siempre
resultó hábil para distribuir fichas en todos los casilleros.
Siembra directo. Su ADN, desde aquellas épocas de ministro de Salud
–aunque contador de profesión– de Jorge Busti para acá, está
marcado por la manipulación genética para transitar el clima
político del momento. Y las resistencias, por supuesto.
En imagen, distribución de las escuelas rurales en la provincia de Entre Ríos. El lunes pasado, el tribunal superior de Justicia provincial hizo lugar a la apelación de la gobernación que encabeza @bordet y volvió a habilitar fumigaciones a 1 cuadra y media de alumnos y docentes. pic.twitter.com/bwitMGWrZk— Patricio Eleisegui (@Eleisegui) October 31, 2019
Cercano
a Fernández, pero más aún del sector que intentó hacer perdurar a
Macri, Bordet asume varias propiedades de la primera soja OGM, la RR:
compite por recursos y se impone a las malezas -de la interna
partidista entrerriana, de Concordia a Paraná- y puede interactuar
con un veneno -por ejemplo, la sola presencia de Sergio Urribarri-
sin sufrir daño alguno. Es más, la interacción con elementos de
semejante toxicidad incluso lo potencia.
Al
igual que la oleaginosa, lo preocupante es que ese patrón de
conducta, modo de proceder en la práctica entre dirigentes, es
exportable.
Su
continuidad al frente de la provincia de Entre Ríos es confirmación
suficiente de que asistiremos a otro mandato de un gobernador que
bien podría haber sido concebido en un laboratorio. Tal vez de Bayer
Monsanto. Por qué no de Syngenta, Dow, BASF, DuPont o Chemchina. Con
asistencia técnica de más un científico vestido con ropas de la
Secretaría de Ciencia o el mismo Conicet.
Desde
que el Gobierno de Bordet blanqueó su apoyo a las fumigaciones con
agrotóxicos junto a los establecimientos educativos rurales, la
provincia promovió al menos media docena de acciones judiciales
diseñadas para derribar la conmovedora defensa de la vida que vienen
llevando a cabo el sindicato docente AGMER, la coordinadora Basta es
Basta y el Foro Ecologista de Paraná, entre otras organizaciones.
En
la última, la del lunes, el Estado se salió con la suya. Obtuvo,
tras un conveniente cambio de jueces, nueva luz verde -como la banda
que aún ostenta en la Argentina el cancerígeno glifosato- para
reiterarles a docentes y alumnos que su mera presencia representa una
molestia para otra provincia clave en esta Argentina de cosechas
récord y emergencia alimentaria.
Hora
de devolver favores a los financiadores de la continuidad provincial.
Los delantales van y vienen. Ningún avión pulveriza sobre Paraná.
Un mosquito ametrallando agrotóxicos en las calles de la capital,
por supuesto que no. Más allá de las fichas distribuidas en
campaña, la siembra directa de Bordet sí tiene y respeta una
frontera agropecuaria: que el veneno, de ser posible, no se vea
dentro de los límites de la capital.
El
día que docentes y alumnos aporten a las campañas, quién sabe. Tal
vez preservar la vida, la salud de todos, hasta se vuelva
políticamente conveniente.
Fuente:
Patricio Eleisegui @Eleisegui, Entre Ríos y el gobernador RR que fumiga escuelas, 31 octubre 2019, La Izquierda Diario. Consultado 2 noviembre 2019.
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