El
periodista argentino, quien trabaja como corresponsal en The
Guardian, analizó la crisis ambiental en diálogo con Infobae. Vaca
Muerta, la deforestación y la falta de políticas sustentables:
“Mientras el votante no las exija a sus gobernantes esto no va a
cambiar".
por
Laura Rocha
“La
soja es uno de los cuatro principales culpables de la deforestación
(junto con la carne de vaca, la madera y el aceite de palma) y de la
pérdida de biodiversidad, ya que los agricultores limpian la tierra
para cultivar esta rentable semilla oleaginosa. Nuestro enorme
consumo de soja está provocando dos de las peores crisis ambientales
a las que nos enfrentamos”. Este párrafo es apenas uno de una
serie sobre las actividades productivas en la Argentina que escribió
el periodista argentino Uki Goñi, corresponsal de los medios
extranjeros más importantes del mundo. Mientras el fuego arrasaba
miles de hectáreas en el Amazonas, este experimentado escritor se
empeñó en mostrar que algunos kilómetros al sur no estamos mejor
que en Brasil. Y sus artículos son claros y contundentes: estamos
igual o peor.
Goñi,
que también es escritor y músico, ha dado voz en sus
investigaciones a los más desprotegidos. Sus trabajos sobre Alfredo
Astiz alimentaron un expediente judicial clave, estudió la dictadura
en la Argentina y el arribo nazi a nuestro país. Hace unos años,
investiga en profundidad los problemas ambientales en estas
latitudes, esos que ignora y minimiza la agenda política.
En
diálogo con Infobae, Goñi cuenta los desafíos y los problemas que
tuvo en sus últimas coberturas que pueden leerse en The Guardian en
los que muestra cifras y pruebas que dan cuenta de la catástrofe
ambiental que se ciñe sobre nuestras cabezas: un río que se hace
lugar a medianoche en un pueblo de San Luis; miles de hectáreas
deforestadas para que coman chanchos en China que serán sacrificados
y el maldesarrollo de vastas áreas de la Patagonia al costo del
fracking.
-
En tu carrera profesional has escrito sobre muchos temas. En casi
todos, has tratado de dar de voz a los que no la tienen en la
Argentina. ¿Creés que hoy los afectados por el extractivismo
representan esas voces?
-
Argentina está lanzada a una carrera antiecológica y
autodestructiva en la que además calla las voces de la gente más
afectada, quienes alertan sobre la locura en curso. Se las mantiene
apocadas para que no derriben los mitos auto complacientes de los
poderosos. En el caso del extractivismo se intenta desacreditar la
voz de los más indefensos y pobres. Los mapuche en el sur, afectados
por el fracking, o los wichí en el norte, expulsados por la
deforestación. Se aplica un racismo ecológico, demonizándolos como
violentos o falsos originarios. En Salta tuve una reunión bizarra
off the record con alguien del lado de los empresarios que alegaba
que los wichí no saben cuidar sus propias tierras, entonces hay que
dejar a los “profesionales”, a los empresarios, a cargo. Yo lo
miraba y pensaba: pero ustedes están deforestando áreas del tamaño
de la isla de Manhattan con topadoras, ¿y me estás diciendo que los
wichí, que habitan en armonía con el bosque hace siglos, son más
dañinos que ustedes? Es un perfecto ejemplo del mito
auto-complaciente. La creación de verdades falsas útiles a su
propósito.
-
¿Es la cuestión ambiental hoy la más desatendida en Argentina y
América Latina?
-
Hay una gran negación del tema ambiental. Brasil y Argentina están
probablemente entre los países más negadores. [Jair] Bolsonaro con
su política en el Amazonas y en Argentina pasa lo mismo con el Gran
Chaco. Mezclado para peor con esa visión eldoradista de que nuestros
recursos naturales pueden “salvar” a Argentina. Vaca Muerta es un
excelente ejemplo. El presidente [Mauricio] Macri en una visita
reciente a Neuquén dijo: “Esta provincia nos va a convertir en una
potencia mundial”, refiriéndose a los dos mil pozos de fracking
que ya se perforaron allí. Es una visión adolescente de la
realidad, compartida además por casi todo el arco político. Nos
viene de la época de los conquistadores españoles buscando la
mítica ciudad de El Dorado. Pero si mirás lo que dicen, no sólo
los ambientalistas, sino también economistas conservadores, Vaca
Muerta no es una apuesta tan segura. Funciona a base de subsidios,
miles de millones de dólares que el Gobierno reparte entre las
empresas de hidrocarburos. El mismo FMI exigió el recorte de esos
subsidios este año y se armó una revuelta de las petroleras,
demostrando que sin subsidios Vaca Muerta no funciona.
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En la última serie sobre deforestación incluiste varias regiones
afectadas desde San Luis y el río que apareció una noche hasta el
Chaco y la masiva deforestación que sufre hace décadas. ¿Qué fue
lo que más te sorprendió de este viaje?
-
El Gran Chaco argentino es una de las zonas de más alta tasa de
deforestación del mundo. El Estado además se hace el distraído. La
Ley de Bosques dividió a nuestros bosques en rojos, amarillos y
verdes. Rojo no se puede deforestar, amarillos depende del caso,
verdes deforestá lo que quieras. Pero algunos gobernadores empezaron
a recategorizar las zonas. Comprás en zona roja, conseguís la
recategorización a verde y multiplicás el valor de tu tierra. Lo
que más me sorprendió fue sobrevolar El Impenetrable, que de
impenetrable le queda poco. En el Amazonas la deforestación es
principalmente llevada a cabo por los propios agricultores y, vista
desde un satélite, generalmente produce dibujos orgánicos de formas
irregulares. La deforestación en Argentina es distinta. Sobrevolé
las provincias del Chaco y Salta en aviones de Greenpeace y nuestra
deforestación es perfectamente geométrica, rectángulos inmensos
hasta el horizonte. Son deforestaciones a nivel industrial con
topadoras que avanzan de a dos con una larga cadena de hierro entre
ellas derribando árboles. Sentía que sobrevolaba sobre un
Apocalipsis ecológico.
-
La producción de soja y la trazabilidad de los cultivos que acaparan
lo que fue monte también fue incluida en la serie. ¿Es posible
detener esta tendencia según las entrevistas que hiciste?
-
Lo raro es que Argentina tiene un excelente sistema de trazabilidad
en el caso de frutas y cítricos. Se embarcan en cajas con códigos
de barra que el importador en Europa puede leer y saber exactamente
de qué campo en Tucumán vino ese limón. Pero la soja que viene de
zonas deforestadas del Gran Chaco se mezcla en los silos del puerto
de Rosario con la soja de Santa Fe o Buenos Aires y no hay manera que
el importador pueda saber cuál soja es cuál. Esto es malo para
Argentina porque hay mucha presión sobre los importadores,
especialmente en Europa, de no comprar productos de zonas
deforestadas. Argentina va a tener que implementar trazabilidad para
su soja si no quiere perder esos mercados.
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El ambiente y el extractivismo del suelo están ausentes en el debate
político local. ¿Por qué crees que sucede?
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Mientras el votante no exija políticas sustentables de sus
gobernantes esto no va a cambiar. Los políticos y el empresariado se
mueven por la ley del menor esfuerzo. Ningún político va a exigirle
a empresarios que muchas veces financian sus campañas de manera
encubierta que sacrifiquen un porcentaje de ganancia. Esta falta de
interés de los votantes también impulsa la deforestación. Con lo
que ya está deforestado alcanza para que Argentina produzca varias
veces la cantidad de soja que ya produce. Desmontan en el Gran Chaco
no porque precisen más hectáreas, sino porque es más barato
deforestar en el norte que arrendar o comprar campo en Santa Fe o
Buenos Aires. Argentina está diezmando el Gran Chaco para
incrementar algunos puntos nomás el margen de ganancia.
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Cuando se escribe sobre ambiente o se pregunta sobre el tema muchos
responden que la Argentina tiene problemas más urgentes que resolver
¿Tenemos problemas más urgentes que resolver?
-
Si querés resolver los problemas del mundo la mejor manera es seguir
como vamos. Porque no hay problema que sobreviva a un planeta muerto.
- Vaca
Muerta tiene una propaganda positiva como salvadora de todos los
problemas argentinos y eso repercute en cada cobertura. Hay un ángulo
social y ambiental absolutamente ignorado. En tus notas hacés una
comparación con lo que pasa ya con el fracking en otros lugares del
mundo. ¿Qué impresión te dejó Añelo?
-
Añelo es el ombligo mismo de Vaca Muerta, donde empezó todo con el
acuerdo YPF-Chevron. Es Mad Max mezclado con Apocalypse Now. Como el
Estado no quiere hacer nada que detenga el avance de la soja ni del
fracking, no hay estadísticas oficiales del impacto sobre la salud o
el ambiente. Pero si hablás con la gente es demoledor. Te cuentan
historias de cáncer, problemas respiratorios, problemas de piel,
descalcificación, que llegaron con el fracking en el 2011. Pasa lo
mismo en Allen, en el Alto Valle de Río Negro. Ahí las torres de
fracking están pegadas a las plantaciones de pera y manzana. En
Allen no estamos hablando de mapuches, ahí la gente es descendiente
de italianos y españoles. En Añelo los animales de los mapuches
nacen con deformaciones. En Allen los árboles cerca de las
perforaciones de fracking se secan. Los pobladores descendientes de
europeos de Allen sufren los mismos problemas de salud que los
mapuches originarios de Añelo. Me queda resonando lo que me dijo
Albino Campo Maripe, de la comunidad mapuche de Añelo, cuya familia
ha sido devastada por problemas de salud: “El mundo no va a
terminar, los que vamos a terminar somos nosotros, porque nos estamos
matando a nosotros mismos”.
Fuente:
Laura Rocha, Uki Goñi: “La Argentina está lanzada a una carrera antiecológica y autodestructiva”, 19 octubre 2019, Infobae. Consultado 21 octubre 2019.
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