NACIONES
UNIDAS, 25 sep 2019 (IPS) - Se necesita reducir urgentemente las
emisiones de gases de efecto invernadero para limitar la magnitud de
los cambios en los océanos y en los mantos de hielo, incluidos los
glaciares, y para preservar los ecosistemas y los medios de
subsistencia de aquellos que dependen de esas regiones, asegura un nuevo informe publicado este miércoles 25 por el Grupo
Intergubernamental de Expertos contra el Cambio Climático (IPCC).
En
las últimas décadas, el calentamiento global ha reducido la
criosfera del planeta, su parte helada, con pérdidas en las capas de
hielo y los glaciares, y reducciones en la cobertura de nieve de las
montañas.
También
se ha reducido el hielo marino del Ártico y la temperatura del
permafrost. Esto genera impactos negativos en la alimentación, los
recursos acuíferos, la calidad del agua, y afecta a las comunidades
más vulnerables, como las indígenas.
Asimismo,
el océano se ha calentado progresivamente desde 1970 y ha absorbido
más de 90 % del exceso de calor del sistema climático. Desde 1993,
la tasa de calentamiento de los mares se ha duplicado, y desde 1982,
las “olas de calor” dentro del mar se han duplicado en frecuencia
e intensidad.
Además,
al absorber más dióxido de carbono, el océano se vuelve más ácido
y pierde oxígeno vital para los ecosistemas que lo habitan. Muchas
especies marinas han tenido que migrar a lugares donde antes no se
encontraban para sobrevivir.
Por
otro lado, el nivel global del mar continúa aumentado con una
aceleración en las décadas recientes por la pérdida de las capas
de hielo en Groenlandia y el Antártico, así como la pérdida
continua de masa glaciar. El incremento de los vientos de los ciclones tropicales y de la lluvia, junto con la intensificación de
las olas de calor extremas, combinado con el aumento del nivel del
mar, exacerba los riesgos de eventos extremos y peligros en las
costas.
Los
expertos describen una situación poco alentadora, y que exige un
cambio radical del modo de vida de los habitantes de ciudades
costeras y de las regiones árticas.
Avalanchas
y escasez de agua en las comunidades de montaña
Al
ritmo de calentamiento global actual, los habitantes de las regiones
de montaña están cada vez más expuestos a peligros y cambios en la
disponibilidad de agua, aseguran los científicos.
Los
glaciares, la nieve, el hielo y el permafrost que ya están
disminuyendo lo continuarán haciendo y esto traerá deslizamientos
de tierra, avalanchas, desprendimientos de rocas e inundaciones.
Los
expertos del IPCC prevén que glaciares en la región tropical de los
Andes, Europa, África Oriental e Indonesia podría llegar a perder
más de 80% de su tamaño actual para el 2100, lo que afectará el
turismo y el patrimonio cultural de algunos países.
Otro
gran problema es que a medida que los glaciares retroceden, se ve
afectada la disponibilidad de agua río abajo y esto repercute en
numerosos sectores como el agrícola y el hidroeléctrico.
“Los
cambios en la disponibilidad de agua no solo perjudicarán a los
habitantes de esas regiones de alta montaña, sino también a
comunidades situadas muchos kilómetros aguas abajo”, dijo Panmao
Zhai, uno de los autores del informe.
Agregó
que “la limitación del calentamiento propiciaría la adaptación
de estas comunidades a los cambios en el suministro de agua en las
zonas montañosas y en otras regiones, y restringiría los riesgos
relacionados con los fenómenos peligrosos de montaña”.
Un
metro de aumento en el nivel del mar
Cuando
los glaciares y los mantos de hielo de las regiones polares y de
montaña pierden masa se acelera la subida del nivel de mar y las
aguas cálidas en los océanos se expanden, explican los científicos.
Durante
el siglo XX, el nivel del mar ha subido a nivel mundial en unos 15
centímetros, pero ahora se encuentra aumentando dos veces más
rápido, unos 3,6 milímetros por año, y la tasa sigue
incrementando.
El
aumento del nivel del mar podría alcanzar hasta 60 centímetros para
el 2100 incluso si los gases de efecto invernadero se reducen
radicalmente y el calentamiento global se limita a menos de 2 grados
centígrados sobre niveles preindustriales. Si las emisiones
continúan como van actualmente, los científicos prevén que un
crecimiento del nivel de mar de más de un metro.
“El
amplio abanico de proyecciones sobre el nivel que alcanzará el mar
en 2100 y en adelante depende de la reacción de los mantos de hielo
al calentamiento, en especial en la Antártida, y esa es una cuestión
todavía sujeta a importantes incertidumbres”, explica la experta
del IPCC, Valérie MassonDelmotte.
Más
tragedias en las costas, más huracanes y ciclones
Por
cada grado de calentamiento global adicional, los fenómenos que
antes ocurrían una vez cada 100 años se convertirán en eventos
anuales para mediados de siglo en muchas regiones. Esto agrava los
riesgos a los que están expuestos muchos estados insultares y
ciudades costeras de baja altitud.
Si
no se destinan grandes inversiones a fines de adaptación, estas
zonas estarían expuestas a riesgos de inundación cada vez mayores,
según se explica en el informe. Mareas altas y tormentas intensas
harían que algunas naciones insultares enteras dejen de ser
habitables, predicen los expertos, aunque aclaran que es difícil aun
medir a qué nivel.
“Ya
se están aplicando varias estrategias de adaptación, a menudo en
respuesta a inundaciones, y en el informe se destaca la diversidad de
opciones disponibles en cada contexto para la elaboración de
respuestas integradas que permitan anticiparse a toda la gama de
subidas futuras del nivel del mar”, afirma Masson-Delmotte.
Peligros
para los ecosistemas marinos
Para
2100, los océanos absorberán entre dos y cuatro veces más calor
que ahora si el calentamiento global se limita a 2 grados
centígrados, de lo contrario, absorberán de entre cinco a siete
veces más. El calor marino reduce la mezcla entre capas de agua y
como consecuencia el suministro de oxígeno y nutrientes para la vida
marina.
La
frecuencia de las olas de calor marinas se ha duplicado desde 1982 y
su intensidad no deja de crecer. Las proyecciones apuntan a un
incremento adicional en su frecuencia, duración, extensión e
intensidad. Con un calentamiento de 2 grados, su frecuencia será 20
veces mayor en comparación con los niveles preindustriales, pero si
las emisiones siguen aumentando con fuerza, su frecuencia será 50
veces mayor.
Además,
una incorporación continuada de carbono a los océanos de aquí a
2100 exacerbará el aumento de acidez de sus aguas.
La
acidificación y el calentamiento de los océanos, la pérdida de
oxígeno y los cambios en el suministro de nutrientes ya afectan a la
distribución y la abundancia de la vida marina en las zonas
costeras, en alta mar y en el fondo marino.
La
intensificación de estos factores en el futuro causará severos
impactos a la biodiversidad, pérdida de hábitats y degradación de
los ecosistemas. La capacidad de los organismos de adaptarse al calor
y la acidez de los océanos es mayor si las emisiones se disminuyen.
Para
ecosistemas sensibles como las praderas de hierbas marinas y los
bosques de algas, se proyectan altos riesgos si el calentamiento
global excede los 2 por encima de la temperatura preindustrial,
combinado con otros peligros relacionados con el clima. Los arrecifes de coral de aguas cálidas ya de por sí están en alto riesgo y se
prevé que sea aún peor, incluso si el calentamiento global se
limita a 1,5 grados.
Amenaza
a medios de subsistencia humana
Desde
1950 muchas especies marinas han tenido grandes cambios en su
ubicación geográfica y sus actividades en las diferentes estaciones
del año, en respuesta al calentamiento global, la falta de hielo
marino y la pérdida de oxígeno.
Esto
ha resultado en cambios en la composición de especies, abundancia y
producción de biomasa de los ecosistemas, desde el Ecuador hasta los
polos. Las interacciones alteradas entre especies han causado
impactos en cadena sobre la estructura y el funcionamiento del
ecosistema.
Esto
afecta también los medios de vida humana. Los cambios en la
distribución de las poblaciones de peces han reducido el potencial
de capturas a nivel mundial. En el futuro, disminuirá todavía más
en algunas regiones, en particular en los océanos tropicales, pero
aumentará en otras, como por ejemplo en el Ártico.
Las
comunidades que dependen en gran medida de los productos alimentarios
marinos pueden verse confrontadas con riesgos para la salud
nutricional y la seguridad alimentaria de sus integrantes.
“La
disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero limitará
las consecuencias para los ecosistemas oceánicos que nos
proporcionan alimentos, nos ayudan a gozar de buena salud y conforman
nuestras culturas”, asegura Hans-Otto Pörtner, científico de la
IPCC.
Agrega
que “la reducción de otros factores de estrés, como la
contaminación, ayudará a la vida marina a encarar los cambios que
experimente su entorno, y potenciará la resiliencia de los océanos.
Los marcos en materia de políticas, por ejemplo, para la ordenación
de la pesca y el establecimiento de zonas marinas protegidas, brindan
a las comunidades oportunidades de adaptación a los cambios y de
reducción al mínimo de los riesgos para nuestros medios de
subsistencia”.
Un
Ártico sin hielo
Si
no se limita el calentamiento global a 1,5 grados centígrados, el
Ártico se quedará sin hielo en septiembre cada tres años o menos,
predicen los científicos.
Algunas
poblaciones del Ártico, en especial los pueblos indígenas, ya han
ajustado sus patrones de desplazamiento y caza en función de la
estación y de la seguridad de las condiciones de la tierra, el hielo
y la nieve, mientras que algunas comunidades costeras han previsto su
relocalización. El éxito de su adaptación dependerá de los
recursos financieros, las capacidades y el apoyo institucional, se
precisa en el informe.
Por
otro lado, el terreno de permafrost -congelado durante muchos
años- es objeto de calentamiento y deshielo, y las proyecciones
apuntan a un deshielo generalizado durante el siglo XXI. Incluso
aunque el calentamiento global se limite a valores muy inferiores a 2
grados, aproximadamente el 25 % del permafrost situado cerca de la
superficie, entre 3 y 4 metros de profundidad, se habrá derretido de
aquí a 2100. Si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen
aumentando con fuerza, cabe la posibilidad de que se pierda cerca del
70 %.
Además,
el permafrost de las regiones ártica y boreal almacena grandes
cantidades de carbono orgánico, prácticamente el doble que el
contenido en la atmósfera, y su deshielo podría incrementar
notablemente la concentración de gases de efecto invernadero en la
atmósfera.
“Resulta
difícil saber si ya se está produciendo una liberación neta de
dióxido de carbono o metano a causa del actual deshielo del
permafrost ártico. En el futuro, un mayor crecimiento de la
vegetación puede potenciar la capacidad de almacenamiento de carbono
del suelo y compensar la liberación de ese elemento debida al
deshielo del permafrost, pero no en un grado suficiente para la
magnitud de los grandes cambios que pueden producirse a largo plazo”,
advierten los expertos.
Actualmente,
los incendios forestales están perturbando los ecosistemas en la
mayoría de las regiones boreales, de tundra y de montaña.
Recomendaciones
Los
científicos del Grupo, también conocido como panel, aseguran que
una reducción marcada de las emisiones de gases de efecto
invernadero, la protección y la restauración de los ecosistemas, y
una gestión cuidadosa del uso de los recursos naturales permitiría
preservar los océanos y la criosfera como fuente de oportunidades
que ayuden a adaptarse a los cambios futuros, limitar los riesgos
para los medios de subsistencia y proporcionar múltiples beneficios
adicionales al conjunto de la sociedad.
“Solo
podremos mantener el calentamiento global muy por debajo de 2 grados
con respecto a los niveles preindustriales si aplicamos transiciones
sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad, por ejemplo, en
los ámbitos de la energía, la tierra y los ecosistemas, las zonas
urbanas y las infraestructuras, y la industria. La adopción de
políticas climáticas ambiciosas y la reducción de las emisiones
imprescindibles para dar cumplimiento al Acuerdo de París también
protegerán los océanos y la criosfera y, en última instancia,
permitirán velar por el conjunto de la vida en la Tierra”, explicó
Debra Roberts, miembro del IPCC.
En
el informe se proporcionan indicios que evidencian los beneficios de
combinar conocimientos científicos con saberes locales y ancestrales
para elaborar estrategias adecuadas de gestión de los riesgos
asociados al cambio climático y potenciar su resiliencia. Se trata
del primer informe del IPCC en el que se resalta la importancia de la
educación para fomentar los conocimientos sobre el cambio climático,
los océanos y la criosfera.
“Cuanto
antes actuemos, y cuanto más resueltas sean nuestras acciones, mayor
será nuestra capacidad para abordar cambios inevitables, gestionar
riesgos, mejorar nuestras vidas y lograr la sostenibilidad de los
ecosistemas y las personas de todo el mundo, hoy y en el futuro”,
afirmó Roberts.
Este
artículo fue publicado originalmente por la Organización de las
Naciones Unidas (ONU). IPS-Inter Press Service lo reproduce por un
acuerdo general con la ONU para el uso de sus contenidos.
RV:
EG
Fuente:
Montañas sin hielo y océanos sin vida, la catástrofe de no reducir emisiones, 27 septiembre 2019, Inter Press Service. Consultado 8 octubre 2019.
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