por
Mario Osava
RÍO
DE JANEIRO, 11 oct 2019 (IPS) - “El interés por la Amazonia no es
por el indígena ni el árbol, sino por los minerales”, dijo el
presidente Jair Bolsonaro, al rechazar supuestas intenciones
coloniales europeas, que en realidad más bien proyectaba sus propias
obsesiones sobre la neurálgica ecorregión brasileña.
Sus
planes más reiterados incluyen abrir las tierras indígenas a la
minería y explotar el niobio en la cuenca amazónica del Rio Negro,
por más inviable que sea extraer ese mineral de uso siderúrgico en
un yacimiento remoto, cerca de la frontera con Colombia y Venezuela.
El
apoyo del presidente a la explotación minera y agrícola, incluso en
áreas de protección ambiental e indígenas, contribuyó al auge de
los incendios forestales en agosto que movilizaron gobiernos y
activistas del mundo en defensa de la Amazonia.
El
conflicto, ahora realzado por el Sínodo Panamazónico, que tiene
lugar en el Vaticano desde el domingo 6 y hasta 27 de este mes, puede
definir el destino de la cuenca que ostenta los más extensos bosques
tropicales y la mayor biodiversidad del mundo, en el marco de la
crisis climática.
La
deforestación de la Amazonia brasileña se acerca a 17 por ciento y
al “punto de no retorno”, cuando sus bosques perderían capacidad
de autosostenerse y degenerarían en sabanas, explicó Carlos Nobre,
climatólogo brasileño, al presentar ante el sínodo el informe
“Marcos científicos para salvar la Amazonia”, firmado por 44
especialistas.
“Los
incendios disminuyeron en septiembre, en parte porque vinieron las
lluvias, pero principalmente debido a las presiones nacionales e
internacionales”, reconoció Ane Alencar, directora de Ciencia del
Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia.
Además
el gobierno, temiendo sanciones comerciales, decretó la moratoria
del fuego por 60 días y movilizó militares para apoyar a los
gobiernos de los nueve estados amazónicos en el combate a la quema
de bosques y desechos agrícolas.
“Los
hechos comprueban que el problema es político, primero los estímulos
del gobierno alentaron los que usan las quemas para adueñarse de
tierras públicas. Al invertirse el mensaje los incendios bajaron a
menos del promedio histórico de septiembre”, destacó Alencar a
IPS, desde Brasilia.
“Eso
no significa preservación de bosques, la deforestación ocurrió
antes y debe alcanzar este año la mayor extensión desde 2008, o más
de 10.000 kilómetros cuadrados”, advirtió, al lamentar el
retroceso en los esfuerzos de una década.
Se
trata de “una pérdida desnecesaria de recursos naturales”
provocada por los “grileiros”, apodo local para quienes se
apoderan ilegalmente de tierras y no se debe confundir con “el
agronegocio moderno”, cuyos intereses son dañados por la
deforestación, aclaró la activista.
“El
Sínodo tiene lugar en un momento oportuno para reforzar la
importancia de conservar los bosques, sin los cuales indígenas y
comunidades amazónicas “engrosarían los bolsones de pobreza en
las ciudades”, opinó.
El
debate en el Vaticano hace más visibles los riesgos “agravados por
el gobierno brasileño” y “fuerza la Iglesia católica a proponer
otra visión de la Amazonia, en defensa de la vida, la cultura y el
futuro de los pueblos locales”, según Francisco Loebens.
“El
objetivo es reorientar políticas, para que la Amazonia no siga como
reserva de recursos naturales en una lógica colonial, que atiende a
intereses externos en desmedro de sus pueblos”, sostuvo el miembro
del Equipo de Apoyo a los Pueblos Indígenas Aislados o Libres del
Consejo Indigenista Misionero.
“El
gobierno critica a los europeos como colonialistas, pero se alinea
con Estados Unidos. Y asusta lo que dijo el ministro de Medio
Ambiente (Ricardo Salles), que la ‘Amazonia necesita más
capitalismo’, es decir más explotación, depredación y violencia
contra los pueblos”, lamentó a IPS desde Manaos por teléfono.
Ante
los estímulos oficiales a la “apropiación privada de las
tierras”, Loebens es pesimista, cree que la tendencia de aumento de
la deforestación seguirá el próximo año. Bosques degradados se
incendian más fácilmente en un círculo vicioso que puede hacer
irreversible la destrucción forestal.
“La
Amazonia aún sufre los efectos del Plan Nacional de Desarrollo del
general Ernesto Geisel”, resumió Lucio Flavio Pinto, un premiado
periodista y profundo conocedor de la región, en referencia al
presidente que gobernó Brasil de 1974 a 1979, durante la dictadura
militar (1964-1985).
El
colonialismo real es interno, en su evaluación. Los gobernantes
militares y los que les siguieron en Brasil siempre encararon la
Amazonia como territorio a colonizar con objetivos extractivos.
La
lógica colonial rigió incluso durante los gobiernos del
izquierdista Partido de los Trabajadores (2003-2016), que impulsaron
la construcción de Belo Monte, la gigantesca central hidroeléctrica
que es un “ejemplo acabado” de proyecto impuesto por intereses
dominantes y ajenos a la Amazonia, apuntó Pinto a IPS, desde Belém,
la capital del estado amazónico de Pará donde vive.
Construida
en la Amazonia oriental, su energía es llevada al Sureste, la región
de mayor consumo nacional, por una línea de transmisión de 2.500
kilómetros hasta Río de Janeiro. Otra gran central, Tucuruí,
inaugurada en 1984, quedó rodeada de pueblos sin electricidad hasta
20 años después.
Pará,
estado que acoge esas dos centrales, sufre también los impactos
ambientales de su producción de mineral de hierro, sin beneficiarse
de su exportación.
Tierras
baratas, madera, minerales y ríos de energía son los atractivos a
esa economía desarraigada. Bosques, áreas de conservación,
indígenas y exigencias ambientales son obstáculos.
Los
indígenas siguen pobres viviendo sobre suelos ricos, según dijo
Bolsonaro para defender la minería y agricultura en gran escala en
sus tierras, a fin de que, a su juicio, prosperen como los blancos.
Estimula
con sus palabras el “garimpo”, la minería ilegal de oro y otras
piedras preciosas, origen de numerosas tragedias indígenas, como
enfermedades que desconocían y contaminación de los ríos,
especialmente por mercurio.
Así
también el avance de la ganadería, volcada más a la conquista de
tierras que a producir carne o leche, además de grandes proyectos de
expansión del “progreso”, como carreteras.
La
biodiversidad poco importa, pero es clave para el futuro desarrollo
amazónico en la propuesta de científicos como Carlos Nobre, que
apuesta a combinar biotecnología y conocimientos tradicionales,
especialmente indígenas.
Pinto,
autor de más de 20 libros sobre la Amazonia, es escéptico sobre ese
futuro. La lógica de la expansión permanece y la deforestación
avanza. El estado de Amazonas, el corazón del bioma, perdió en los
últimos años extensas áreas boscosas deforestadas en el sur,
señaló a IPS.
Las
protestas nacionales e internacionales y el Sínodo pueden provocar
cambios, pero solo “cosméticos”, sin parar el desastre, admitió.
Ese
proceso se aceleró con la ocupación agrícola impulsada por la
dictadura militar, que creó en 1970 el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria para promover oleadas de migración
interna hacia el norte y oeste de Brasil.
El
sur, donde escaseaba la tierra ante la explosión demográfica,
proveyó el flujo que pobló la Amazonia de numerosos apellidos
alemanes e italianos.
La
justificación de los militares era la seguridad nacional, se trataba
de poblar la Amazonia para rechazar posibles invasiones extranjeras.
El espantajo de la codicia externa fomentó la colonización interna.
Eso
se refuerza nuevamente ahora, pero en una aparente disyuntiva, su
reflujo o el colapso de la Amazonia forestal.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Mario Osava, El último acto de la tragedia colonial en la Amazonia brasileña, 11 octubre 2019, Inter Press Service. Consultado 16 octubre 2019.
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