por
Natalia De Luca
Primero,
será necesario tomar conciencia que la cobertura ecosistémica sufre
como nuestra piel después que se quema. Se torna muy sensible, y si
la manoseamos y pisoteamos, profundizamos la herida y le costará más
cicatrizar.
Plantar
árboles nativos puede ser un buen plan, pero justamente eso debe ser
“un plan”. Es decir, una acción planificada que deberá comenzar
con un diagnóstico. Nos plantearemos qué, cómo, dónde y cuándo,
para que nuestra iniciativa no se diluya con las primeras lluvias.
Principalmente,
deberemos exigir políticas públicas de restauración de estos
ambientes que cada año se degradan más, y saber que la
reforestación es una herramienta de restauración ambiental, pero no
la única.
En
primera instancia, el sitio afectado por el fuego debe cicatrizarse
para que el árbol plantado pueda sobrevivir. Debemos impedir que
dementes vuelvan a quemar el mismo lugar, proteger los renovales de
nativas del ganado, usar los árboles quemados como perchas
semilleras, evitar el sobrepisoteo humano, extraer las exóticas que
siempre aprovechan la oportunidad posfuego para avanzar, frenar la
erosión hídrica con pequeñas obras de piedra y sembrar in situ
pastos nativos.
Luego
que logremos todo esto, será exitosa una plantación de nativas en
el área incendiada.
Finalmente
-lo que es muy importante- antes de plantar será necesario definir
correctamente cuáles son las especies nativas pioneras del sitio a
intervenir.
Natalia De Luca es ingeniera Forestal
Fuente:
Natalia De Luca, El día después ¿Qué debemos hacer tras un incendio forestal?, 30 septiembre 2019, Sala de Prensa Ambiental. Consultado 4 octubre 2019.
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