domingo, 22 de septiembre de 2019

Les regalo un libro para celebrar los ritmos de la naturaleza: la primavera


por Antonio Elio Brailovsky

Queridos amigos:

Como ustedes saben, la nuestra es la única cultura en la historia humana cuyos integrantes han sido convencidos de que no dependen del medio natural que nos sostiene. Cientos de millones (tal vez miles de millones) de personas creen que es posible producir comida usando venenos. Les han hecho creer que se pueden generar residuos radiactivos sin saber qué hacer con ellos. Les dijeron que los ríos y los mares son un pozo sin fondo para enviar desperdicios. Y que los intereses de las empresas petroleras son más importantes que el clima, que es un bien común.

Nos han acostumbrado a vivir en una sociedad que trata a los seres humanos como descartables, sin pensar que nosotros mismos podemos ser tratados como tales.

Esta formidable operación de vaciar la vida de significados ha sido posible por un sistema económico que subordinó todo al dinero y por un sistema comunicacional que nos lo repite cada vez que encendemos una pantalla.

Por eso nuestra insistencia en recordar, cuatro veces al año, los ritmos de la naturaleza.

Un libro para educación ambiental

Para celebrar este cambio de estación, quiero regalarles mi último libro. Se llama “Ecosistemas del pasado” y es un conjunto de ensayos de historia ambiental. Algunos de ellos fueron publicados como notas periodísticas en diversos medios. Otros son fragmentos de libros míos y algunos estaban inéditos.

Son distintos episodios referidos a condiciones ambientales en distintas etapas de la historia humana. Están acompañados de fotografías o por reproducciones de obras de arte vinculadas con esa temática, para recordarnos que ciencia y arte son diferentes facetas de la misma experiencia humana y que es necesario verlas de forma integrada.

Allí tenemos desde los cedros del Líbano hasta los decretos ecologistas de Simón Bolívar. Desde la mirada de Don Juan Tenorio sobre la Lisboa del Renacimiento hasta la ciudad oriental cuyo plano semeja un mandala. Tenemos los cultivos indígenas en una geografía que no demanda agricultores sino héroes y el clima que congeló la laguna de Venecia.

Les cuento de la ciudad del Renacimiento diseñada por un solo hombre y la diferencia entre los ecosistemas del Paraíso y los del Infierno.

En esta entrega, ustedes reciben:
Un texto de Pablo Neruda, en el que describe cómo veía los cambios de estaciones en la costa del Pacífico, desde su casa en Isla Negra y cómo los expresaban en sus bordados las mujeres del pueblo.
Mi libro “Ecosistemas del pasado”, que acabo de publicar. Esta obra no tiene edición en papel. En este momento, una edición en papel significa el orgullo del escritor de tener el objeto físico en sus manos, y además, la posibilidad de que el libro sea leído por algunos centenares de personas. Esta edición electrónica gratuita va a más de 100 mil personas. Lo que un escritor le importa realmente es que lo lean. El enlace para bajarlo es el siguiente:
Si parece no funcionar, lo copian, lo pegan en la parte superior del navegado (Google o el que usen) y le dan enter.
La obra de arte que acompaña esta entrega es una hoja de las “Muy Ricas Horas del Duque de Berry”, un libro de miniaturas de fines de la Edad Media, que muestra una escena simbólica del momento del año en que estamos. Es el compromiso de una joven pareja, que intercambia sus anillos delante de dos testigos. Las figuras más alejadas se reducen de tamaño, en una primera aproximación a lo que será el uso de la perspectiva en el Renacimiento. Los autores son los hermanos Limbourg, holandeses, que están entre los primeros artistas cuyos nombres conocemos.
Quiero saludarlos en el comienzo de la primavera (y del otoño para los amigos del Hemisferio Norte).

Un gran abrazo a todos.

Antonio Elio Brailovsky



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En Isla Negra todo florece. Se arrastran por el invierno pequeñísimas flores amarillas, que luego son azules y más tarde, con la primavera, toman un color amaranto. El mar florece todo el año. Su rosa es blanca: Sus pétalos son estrellas de sal.

En este último invierno comenzaron a florecer las bordadoras de Isla Negra. Cada casa de las que conocí desde hace treinta años, sacó un bordado como una flor. Estas casas eran antes oscuras y calladas; de pronto, se llenaron de hilos de colores, de inocencia celeste, de profundidad violeta, de roja claridad. Las bordadoras eran pueblo puro y por eso bordaron con el color del corazón. Se llaman como se llama el pueblo: como deben llamarse. Tienen nombres de flores, si las flores escogieran sus nombres. Y ellas bordan con sus nombres, con los colores puros de la tierra, con el sol y el agua, con la primavera.
Nada más bello que estos bordados, insignes en su pureza, radiantes de una alegría que sobrepasó muchos padecimientos. Presento con orgullo a las bordadoras de Isla Negra. Se explica que mi poesía haya echado aquí sus raíces”.

Pablo Neruda, de. “Para nacer he nacido”, 1969.

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Fuente:
Antonio Elio Brailovsky, Les regalo un libro para celebrar los ritmos de la naturaleza: la primavera, 20 septiembre 2019, Defensoría Ecológica.

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