Queridos
amigos:
Como
ustedes saben, la nuestra es la única cultura en la historia humana
cuyos integrantes han sido convencidos de que no dependen del medio
natural que nos sostiene. Cientos de millones (tal vez miles de
millones) de personas creen que es posible producir comida usando
venenos. Les han hecho creer que se pueden generar residuos
radiactivos sin saber qué hacer con ellos. Les dijeron que los ríos
y los mares son un pozo sin fondo para enviar desperdicios. Y que los
intereses de las empresas petroleras son más importantes que el
clima, que es un bien común.
Nos
han acostumbrado a vivir en una sociedad que trata a los seres
humanos como descartables, sin pensar que nosotros mismos podemos ser
tratados como tales.
Esta
formidable operación de vaciar la vida de significados ha sido
posible por un sistema económico que subordinó todo al dinero y por
un sistema comunicacional que nos lo repite cada vez que encendemos
una pantalla.
Por
eso nuestra insistencia en recordar, cuatro veces al año, los ritmos
de la naturaleza.
Un
libro para educación ambiental
Para
celebrar este cambio de estación, quiero regalarles mi último
libro. Se llama “Ecosistemas del pasado” y es un conjunto de
ensayos de historia ambiental. Algunos de ellos fueron publicados
como notas periodísticas en diversos medios. Otros son fragmentos de
libros míos y algunos estaban inéditos.
Son
distintos episodios referidos a condiciones ambientales en distintas
etapas de la historia humana. Están acompañados de fotografías o
por reproducciones de obras de arte vinculadas con esa temática,
para recordarnos que ciencia y arte son diferentes facetas de la
misma experiencia humana y que es necesario verlas de forma
integrada.
Allí
tenemos desde los cedros del Líbano hasta los decretos ecologistas
de Simón Bolívar. Desde la mirada de Don Juan Tenorio sobre la
Lisboa del Renacimiento hasta la ciudad oriental cuyo plano semeja un
mandala. Tenemos los cultivos indígenas en una geografía que no
demanda agricultores sino héroes y el clima que congeló la laguna
de Venecia.
Les
cuento de la ciudad del Renacimiento diseñada por un solo hombre y
la diferencia entre los ecosistemas del Paraíso y los del Infierno.
En
esta entrega, ustedes reciben:
Un texto de Pablo Neruda, en el que describe cómo veía los cambios de estaciones en la costa del Pacífico, desde su casa en Isla Negra y cómo los expresaban en sus bordados las mujeres del pueblo.
Mi libro “Ecosistemas del pasado”, que acabo de publicar. Esta obra no tiene edición en papel. En este momento, una edición en papel significa el orgullo del escritor de tener el objeto físico en sus manos, y además, la posibilidad de que el libro sea leído por algunos centenares de personas. Esta edición electrónica gratuita va a más de 100 mil personas. Lo que un escritor le importa realmente es que lo lean. El enlace para bajarlo es el siguiente:
Si parece no funcionar, lo copian, lo pegan en la parte superior del navegado (Google o el que usen) y le dan enter.
La obra de arte que acompaña esta entrega es una hoja de las “Muy Ricas Horas del Duque de Berry”, un libro de miniaturas de fines de la Edad Media, que muestra una escena simbólica del momento del año en que estamos. Es el compromiso de una joven pareja, que intercambia sus anillos delante de dos testigos. Las figuras más alejadas se reducen de tamaño, en una primera aproximación a lo que será el uso de la perspectiva en el Renacimiento. Los autores son los hermanos Limbourg, holandeses, que están entre los primeros artistas cuyos nombres conocemos.
Quiero
saludarlos en el comienzo de la primavera (y del otoño para los
amigos del Hemisferio Norte).
Un
gran abrazo a todos.
Antonio
Elio Brailovsky
------------------------------
“En
Isla Negra todo florece. Se arrastran por el invierno pequeñísimas
flores amarillas, que luego son azules y más tarde, con la
primavera, toman un color amaranto. El mar florece todo el año. Su
rosa es blanca: Sus pétalos son estrellas de sal.
En
este último invierno comenzaron a florecer las bordadoras de Isla
Negra. Cada casa de las que conocí desde hace treinta años, sacó
un bordado como una flor. Estas casas eran antes oscuras y calladas;
de pronto, se llenaron de hilos de colores, de inocencia celeste, de
profundidad violeta, de roja claridad. Las bordadoras eran pueblo
puro y por eso bordaron con el color del corazón. Se llaman como se
llama el pueblo: como deben llamarse. Tienen nombres de flores, si
las flores escogieran sus nombres. Y ellas bordan con sus nombres,
con los colores puros de la tierra, con el sol y el agua, con la
primavera.
Nada
más bello que estos bordados, insignes en su pureza, radiantes de
una alegría que sobrepasó muchos padecimientos. Presento con
orgullo a las bordadoras de Isla Negra. Se explica que mi poesía
haya echado aquí sus raíces”.
Pablo
Neruda, de. “Para nacer he nacido”, 1969.
------------------------------
Fuente:
Antonio Elio Brailovsky, Les regalo un libro para celebrar los ritmos de la naturaleza: la primavera, 20 septiembre 2019, Defensoría Ecológica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario