El Salomon Trader, encalló debido al tiempo violento en febrero y ha estado derramando petróleo desde esa fecha. Foto: David Maurice Smith para The New York Times. |
Un carguero encallado ha derramado toneladas de petróleo desde febrero cerca de la isla Rennell, un atolón coralino en las Islas Salomón que alberga un gran lago rodeado de un bosque espeso que fue declarado Patrimonio de la Humanidad; sin embargo, la isla del Pacífico sur también sufre por la tala y la minería.
por
Jacqueline Williams
BAHÍA
KANGAVA, isla Rennell - En la isla Rennell, un punto salvaje y
azotado por el viento en el océano Pacífico, el agua une todo,
desde su frondoso bosque tropical hasta sus escarpados peñascos de
piedra caliza.
Es
el alma de la gente pobre de la isla, su fuente de ingreso y su
sustento. Sin embargo, un derrame de cientos de toneladas de
combustóleo pesado proveniente de un carguero ahora ha ensuciado el
agua de su costa sur. Y los residentes no tienen otra opción más
que seguir comiendo de ella.
“Nos
dijeron que había veneno en el mar”, mencionó William Teikagei,
un hombre de 60 años que vive en una cabaña que él construyó en
la playa. “Pero no tenemos dinero, así que seguimos pescando”.
Un
desastre ambiental sucede aquí en Rennell, un atolón coralino
ubicado a 3200 kilómetros al noreste de Australia que alberga un
gran lago rodeado de un bosque espeso que fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Todo comenzó hace casi tres meses, cuando un barco que
transportaba minerales metálicos a China chocó contra un arrecife
durante una de las violentas tormentas que suelen golpear esta isla
con menos de dos mil habitantes.
El
navío sigue derramando combustible, manchando las playas de arena
blanca y poniendo en peligro un delicado ecosistema marino. Es un
recordatorio del alcance y el costo de las operaciones de la
humanidad para extraer recursos del planeta.
La
población polinesia de Rennell no tiene teléfonos, televisores o
servicio de radio. La atención médica está a un vuelo de
distancia, en Honiara, la capital de Islas Salomón, entre las que
está Rennell. Los isleños tienen unos pocos vehículos funcionales,
y el aeródromo es poco más que un prado cubierto de hierba que
corre a lo largo de un camino de terracería.
Sin
embargo, algo que sí hay en Rennell son operaciones mineras y la
infraestructura y los trabajadores extranjeros que vienen con ellas.
Los camiones mineros pasan corriendo por los pueblos día y noche; se
mueven del bosque al puerto y dejan un rastro de polvo detrás de
ellos.
El
derrame de petróleo no es la primera calamidad relacionada con la
minería en Rennell: las operaciones han excavado tajos rojos en el
litoral y han dejado enormes hoyos en el bosque.
El
barco encallado transportaba bauxita, un mineral que se utiliza para
fabricar aluminio. La extracción de bauxita en el extremo occidental
de Rennell ha estado manchada por alegatos de corrupción rampante,
engaños a los dueños de las tierras y violaciones regulatorias.
No
obstante, con pocas perspectivas de ingresos, y poca capacidad, o tal
vez poco deseo, para mantener los intereses corporativos bajo
control, el gobierno de Islas Salomón ha permitido que la minería y
la tala alcancen un ritmo insostenible.
Islas
Salomón es una nación de cientos de islas en la región occidental
del Pacífico y una de las más pobres de la Tierra, con un
parlamento inestable que a menudo cambia de manos. Honiara está en
Guadalcanal, el sitio por el que pelearon Estados Unidos y Japón
durante la Segunda Guerra Mundial. Hasta finales de la década de los
setenta, el país fue un protectorado británico.
La
extracción de bauxita comenzó en 2014. Todo el mineral de Rennell
va a China, por mucho el principal productor de aluminio en el mundo.
La tala de los chinos también amenaza con aniquilar el bosque
tropical del país. Sin embargo, los habitantes de la isla casi no
han recibido nada a cambio.
“Rennell
occidental fue minado porque engañaron y confundieron a la gente”,
comentó George Tauika, presidente de la Asociación del Sitio del
Patrimonio de la Humanidad del Lago Tegano. “Se puede ver el daño
a simple vista”.
“La
gente está desesperada y cree que minar y talar son las únicas
alternativas”, agregó.
En
marzo, Rick Hou, el primer ministro de Islas Salomón, señaló que
en esencia el país no se estaba beneficiando de la operación minera
en Rennell, la cual fue aprobada por el gobierno anterior.
El
operador es una empresa indonesia, Bintan Mining, cuyos directivos
son de China y Hong Kong. El mes pasado, Hou, en las vísperas de
unas elecciones celebradas el 3 de abril, anunció una investigación
para saber cómo se había emitido la adjudicación para la
extracción de bauxita.
“Mi
gobierno considera que exportar nuestros recursos para no obtener
casi ningún rendimiento económico es inmoral e inaceptable”,
expresó.
Hou
mencionó que el derrame de petróleo -ahora estimado en 300
toneladas, una cantidad mucho mayor de la pronosticada en un inicio-
había provocado daños irreversibles. Además, no se trata solo del
medio ambiente: entre los habitantes de Rennell, solo ha profundizado
un sentimiento de que son gente olvidada. Rennell, el atolón
coralino elevado más grande del mundo, es la más aislada de las
Salomón, en términos geográficos.
Después
de encallar el 5 de febrero, un ciclón empujó más adentro del
arrecife al barco de 213 metros de largo, el Solomon Trader con
bandera de Hong Kong. El navío había estado cargando bauxita en la
bahía Kangava, la cual está a merced de los ciclones desde
noviembre hasta abril.
El
dueño del barco, King Trader, de quien Bintan rentó la embarcación,
y su aseguradora, Korea Protection and Indemnity Club, se tardaron en
reaccionar, con lo cual permitieron que el petróleo se derramara sin
control durante semanas, de acuerdo con funcionarios australianos.
Poco
después del accidente, funcionarios declararon que el petróleo se
había derramado a más de 4,8 kilómetros de la costa. Aseguraron
que se estaba acercando al sitio del Patrimonio de la Humanidad,
llamado Rennell Oriental, el cual incluye el lago más grande en el
Pacífico insular, así como muchas tierras y especies marinas
endémicas.
En
medio de las riñas para ver quién se hace responsable,y debido a la
presión internacional, finalmente las partes involucradas llevaron
equipamiento y equipos de limpieza.
El
7 de marzo, Hou, el primer ministro, anunció que su gobierno estaba
considerando detener de manera temporal las actividades de carga en
el puerto que dirige Bintan. No habló de la suspensión de las
operaciones de minería.
No
obstante, en una maniobra sorpresiva, Hou afirmó que había dado la
instrucción a sus funcionarios de investigar cómo fue que una
empresa llamada Asia Pacific Investment Development obtuvo una
concesión minera. Bintan extrae la bauxita gracias a un contrato con
esa empresa.
Un
informe del procurador general de la nación ya encontró que la
concesión fue otorgada sin una recomendación de la Junta de
Minerales y Minas del país -un incumplimiento a la ley-.
No
obstante, aunque Hou ha adquirido un tono más duro después del
derramamiento de combustible, tampoco es que haya tomado medidas
enérgicas en contra de Bintan. Su gobierno emitió licencias para
que la empresa explorara las islas cercanas un día después de que
dijo que sus actividades eran inmorales.
Cuando
se le solicitó comentar para este artículo, Bintan envió videos de
un artículo periodístico sobre su demanda en contra del dueño del
barco.
Se
suponía que los sitios donde opera Bintan se explotarían en fases y
se rehabilitarían de forma progresiva, de acuerdo con una evaluación
de impacto ambiental. Sin embargo, eso nunca ocurrió.
La
gente depende de las mínimas ganancias de la minería. Sin embargo,
no todo el mundo se beneficia de las regalías, del empleo o de las
instalaciones básicas que ofrece la empresa, lo cual ha dejado
dividida a la isla.
“Trabajan
en nuestra tierra”, comentó Obed Saueha, jefe de la tribu
Tenuginuku. “Pero no tenemos ningún tipo de poder”.
No
obstante, los habitantes quieren dejar de ver el barco encallado. Las
palabras garabateadas en pintura roja sobre el Solomon Trader lo
dejaron claro. “Perdón, pero llegó el momento de irse”, se lee
en la pinta.
Fuente:
Jacqueline Williams, Un derrame de combustible ensucia un edén tropical, 30 abril 2019, The New York Times. Consultado 1 mayo 2019.
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