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En el diario
Página12, el 29 de enero, Fernando Frank, que es Ingeniero agrónomo
e integra Agro-culturas - Territorios y Soberanía Alimentaria,
publicó una respuesta a la nota de la doctora en Biología e
investigadora del Conicet Raquel Chan, publicada en el mismo diario,
el día de nochebuena de 2018, bajo el título “Peligro en las
mesas argentinas”.
Dice Fernando
Frank que:
“A nuestro
entender, Chan realiza afirmaciones alejadas de la realidad, repite
lugares comunes de la ciencia adicta a las transnacionales que
concentran la venta de semillas y agrotóxicos, y oculta información
que debería tener presente en su rol de investigadora del sistema
público de ciencia.
La investigadora
intenta aportar tranquilidad defendiendo los mecanismos de
fiscalización y control de la Comisión Nacional Asesora de
Biotecnología Agropecuaria (Conabia) y el Servicio Nacional de
Sanidad y Calidad Agroalimentaria(Senasa), sin atender los conflictos
de interés ni la falta de consulta a los consumidores. Habla de
experimentos controlados en laboratorios, pero no de cómo fue que en
2016 un cargamento de trigo argentino fue rechazado en Corea del Sur
por contener trigo transgénico ilegal, como denunció la campaña
“No se metan con nuestro pan”.
Chan dice que “si bien generalmente se asocia a los transgénicos con el uso excesivo de agroquímicos, esto no tiene por qué ser así” y agrega que mediante éstos “buscan ofrecer soluciones a problemas de la agricultura que no implican necesariamente mayor uso de agrotóxicos”. La opción de disminuir el consumo de agrotóxicos mediante la liberación de transgénicos de resistencia a herbicidas lleva más de 20 años, y es un fracaso ambiental y sanitario, pero a su vez una fuente exorbitante de ganancias para quienes venden venenos. Argentina es ejemplo del desastre, producto de confiar en el autocontrol corporativo, específicamente a través de Senasa aprobando agrotóxicos y Conabia recomendando aprobar transgénicos agrícolas.
Chan dice que “si bien generalmente se asocia a los transgénicos con el uso excesivo de agroquímicos, esto no tiene por qué ser así” y agrega que mediante éstos “buscan ofrecer soluciones a problemas de la agricultura que no implican necesariamente mayor uso de agrotóxicos”. La opción de disminuir el consumo de agrotóxicos mediante la liberación de transgénicos de resistencia a herbicidas lleva más de 20 años, y es un fracaso ambiental y sanitario, pero a su vez una fuente exorbitante de ganancias para quienes venden venenos. Argentina es ejemplo del desastre, producto de confiar en el autocontrol corporativo, específicamente a través de Senasa aprobando agrotóxicos y Conabia recomendando aprobar transgénicos agrícolas.
Datos del
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (2012) marcan un
crecimiento en el consumo de herbicidas de 1279 por ciento, entre
1991 y 2011. La causa es la difusión de la soja RR y los demás
transgénicos de resistencia a herbicidas. La tendencia nunca se
revirtió, pero las empresas hoy esconden los datos, porque creció
la conciencia del peligro para la salud y el ambiente del uso masivo
de plaguicidas de síntesis química. De los 51 transgénicos
aprobados en Argentina, 37 son tolerantes a herbicidas como el
glifosato, glufosinato de amonio, 2,4D, entre otros. Cuando Chan
habla del trigo cuestionado hace foco en la resistencia a la sequía
que ella contribuyó a incorporar, pero omite hablar de la tolerancia
al herbicida glufosinato de amonio. No se puede desconocer que la
resistencia de las malezas a los agrotóxicos sucede, lo que potencia
el círculo vicioso en el uso de más agrotóxicos.
Los agricultores
argentinos hoy están entrampados en este sistema que degrada los
suelos y potencia la expansión de especies resistentes a herbicidas.
Aún así algunos científicos insisten en un camino cuyas
consecuencias para las comunidades y los ecosistemas ya son padecidas
desde hace años. La ciencia adicta a las trasnacionales del agro
repite una y otra vez falsas soluciones que omiten amplia
documentación y experiencias en torno a las prácticas
agroecológicas para salir de la grave calamidad ecológica, social y
sanitaria que hoy atraviesa la agricultura, es decir la humanidad. Es
por el camino de la socio-eco-diversidad que se podrán enfrentar el
hambre, las sequías, las inundaciones, la desertificación, y no por
la vía de la monocultura transgénica. Pensar que no podremos
alimentar a la humanidad sin transgénicos implica negar la historia
de la agricultura, y desconocer informes de FAO donde se reconoce
desde hace décadas que la oferta alimentaria supera la demanda, a
pesar de que hasta 30 por ciento de los alimentos se pierden sin
haber alimentado a nadie, producto de la misma lógica
agroindustrial. La mayor parte de los transgénicos comerciales de
soja, maíz y algodón tienen destinos industriales (alimentos
ultraprocesados, forrajes y agrocombustibles). Quienes tenemos a la
soberanía alimentaria como horizonte, no añoramos ningún pasado
ideal: vemos hacia el futuro en diálogo con las agriculturas
ancestrales, con una clara preocupación por el control corporativo
del sistema agroalimentario, y sus innegables intereses en el sistema
público de ciencia y técnica”.
Quería compartir
con ustedes este impecable texto.
Editorial
- Por qué no
queremos transgénicos (texto de Fernando Frank)
Contenido
- Mapa de zonas
libres de fumigación, Buenos Aires. Daniela Dubois
Uno de los trabajos que se presentó en CLACSO el año pasado fue "Ordenanzas superadoras sobre el uso de agrotóxicos en pos de cuidar la salud y el ambiente", el mismo fue presentado por la Licenciada en Ciencias Políticas Daniela Dubois.
- Impacto de
producción alimentaria y ambiente. Luca di Leo
Ecología,
desarrollo Sustentable y Culturas
ECOS se halla al
aire en la región desde 1998. Vino a llenar el espacio creíble de
información y debate en el que se trabajan cuestiones globales
(convenios internacionales, problemáticas generales) nacionales
(cuestiones de las diferentes provincias o sobre recursos
interjurisdiccionales) provinciales (problemáticas de cuenca,
radicación de industrias, costas, pesca, educación ambiental) y
locales (los temas de sustentabilidad en el municipio).
Objetivo general
Promoción del pensamiento crítico a partir de la difusión de las
temáticas ambientales y culturales en aras de la concientización y
la educación para un desarrollo sustentable.
Objetivos
específicos
- Aumentar el
bagaje de información disponible para el público en general.
- Difundir las
cuestiones ambientales y culturales que se problematizan en la
región.
- Acompañar los
emprendimientos productivos que tiendan al desarrollo sustentable.
- Facilitar el
acceso a las informaciones generadas en el seno de las instituciones
formales dedicadas al medio ambiente y a la recuperación de las
culturas tradicionales.
- Poner en
conocimiento del público en general disposiciones vigentes que
protejan el ambiente, los derechos de las comunidades nativas y
regulen el marco ambiental de la provincia.
Conductora
Silvana Buján es
Argentina, licenciada en Ciencias de la Comunicación Social y
periodista científico y ambiental, ejerciendo desde hace más de dos
décadas de manera ininterrumpida a través de radios y medios
gráficos del país y del exterior.
Es activista
ecologista y participa, dirige o coordina organizaciones no
gubernamentales y redes temáticas. Es conferencista y consultora en
temas de ambiente y desarrollo. Ha obtenido tres veces el 1º Premio
a la Divulgación Científica de la Universidad de Buenos Aires
(2009, 2012, 2014) y el 2º Premio en 2010; el 1º Premio
Latinoamericano y del Caribe del Agua CATHALAC-UNESCO 2009; Ocho
Premios Martin Fierro por sus trabajos en radio y 21 nominaciones. Ha
sido Premio Nacional de Periodismo en el año 2007, 1º Premio del
Congreso Tabaco o Salud 2010, 1º Premio de Periodismo en Salud de la
Asociación Médica Argentina 2010 Distinción honorífica Colegio de
Ingenieros DII por su labor en difusión ambiental, 2013.
Lleva adelante
desde 1998 ECOS ciclo de periodismo científico abocado al ambiente y
las culturas. Y CALIDAD EN VIDA, de periodismo médico, cultura y
salud. Dirige BIOS, ONG miembro de la Red Nacional de Acción
Ecologista y la Coalición Ciudadana Antiincineración. Es miembro
del Comité Consultivo de GAIA internacional. Es miembro de la Red
Argentina de Periodismo Científico y la Red Latinoamericana de
Periodismo Ambiental. Vive en Mar del Plata.
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