martes, 5 de febrero de 2019

“Para nuestros pueblos originarios, recolectar la algarroba era un ritual”

Emilia Sosa junto a sus padres llevan adelante el vivero “Takkú” (“el árbol”, en quechua), un emprendimiento familiar abocado a reproducir especies autóctonas. Habló de la importancia de reforestar la tierra con “nativas”.

por Iván Wielikosielek

El sol de enero pone un laminado de cobre sobre el verde de las hojas. Y el vivero de Emilia se vuelve jardín de luz; pequeño Edén que cabe en un patio interior donde decenas de algarrobos bebés han empezado a crecer. Acaso para poblar una vez más las tierras que les fueron arrebatadas un día.

Y demostrar que su savia autóctona sigue siendo la mejor sangre vegetal para habitar esta pampa volviéndose faro y refugio, monte y capilla. Árboles bebés, hijos y nietos de gigantes que ya no derribará el hacha o la ignorancia.

Estamos en casa de Emilia, en un patio interior casi inconcebible desde las veredas del bulevar España. Y entonces comienza esta charla con ella, a cargo del único emprendimiento ciudadano para reproducir autóctonas en la ciudad.

- Entonces, Emilia ¿cómo nace “Takkú”?

- Esto empieza en el 2010, a raíz de los incendios forestales de las sierras. Y como nosotros tenemos una casita en Villa Rumipal, ese hecho nos tocó muy de cerca. A partir de entonces investigamos acerca de lo que debe hacerse tras un incendio. Y vimos que una de las tareas fundamentales era la de reforestar. Y así nos fuimos metiendo de a poco en el mundo de las especies nativas y autóctonas.

- Que son las más aptas para florecer aún en la adversidad, ¿no?

- Exacto. El otro estímulo fue cuando escuchamos de la ley de bosques de Córdoba, una ley controvertida y con muchas falencias que más que cuidar al bosque lo desprotege.

- ¿Y cómo empiezan con la reproducción?

- La pionera fue mi mamá, Mercedes Caballero, en conjunto con el colegio El Caminante donde da clases, el Ceprocor y la Universidad Tecnológica. Ella y los chicos empezaron a reproducir árboles pero eso duró un tiempo determinado. Y después seguimos nosotras con mi papá, César Sosa, por fuera de las instituciones. Y no sólo con reproducción sino también con transplantes y reforestación.

- ¿Y cómo definirías “Takkú”?

- Es un vivero familiar a muy pequeña escala, casi te diría casero. Nada que ver con el de Alpa Corral, por ejemplo. Pero somos los únicos que nos especializamos en especies nativas en la ciudad.

Instrucciones para dar a luz a un algarrobo

- ¿Cómo, cuándo y dónde siembran?

- Depende de la especie. Normalmente hacemos almacigueras acá en el patio, y usamos tierra negra del vivero. Sembramos al principio del verano ya sea algarrobos o espinillo, que son las especies que mejor vienen. También hacemos quebracho, lapacho o cina cina, que son un poquito más difíciles. Son todas especies que siempre existieron en Argentina.

- ¿Cuánto tiempo demora un algarrobo en brotar?

- Si la semilla es buena, te puede dar el primer brote a la semana. Y si sembrás muchos, te puede nacer el 90 por ciento.

Especies que reaparecen

- ¿Cómo y dónde recolectan las semillas de algarrobo?

- Por toda la provincia. Pero no es un mero juntar chauchas sino algo cultural. Para nuestros pueblos originarios, recolectar la algarroba era un ritual, porque comprendía no sólo la futura siembra sino también el alimento del día. Con esas chauchas, ellos hacían arrope. También harina o café de algarroba. Pero eso se fue perdiendo. De hecho, “takkú” significa “el árbol” en quechua, es decir, el más emblemático de cada sitio. En nuestro caso, hace referencia al algarrobo. Y nosotros queremos que vuelva a ser ese árbol, emblemático y ritual, de nuestros pueblos.

- ¿Quiénes son los clientes de “Takkú”?

- No tenemos un público específico. Te diría que la mayoría de la gente que viene o nos consulta, son particulares que quieren poner nativas en sus terrenos.

- ¿No hay en los viveros de la ciudad?


- Justamente vienen acá porque no es fácil conseguir especies nativas en los viveros de Villa María, a no ser algún lapacho o cina cina que son más de adorno. Es rarísimo que encontrés un algarrobo o un espinillo, un tala o un chañar.

- ¿Se debe a que no se venden?

- Exactamente. Es un tema cultural. Lo que busca la gente no es lo originario sino lo ornamental. El lapacho, si bien no es de Córdoba, es nativo. Y tiene una flor rosada hermosa. El tema es que muchos no saben ver la belleza en el árbol de la zona. A muchos les molestan las espinas de los algarrobos y los espinillos, pero es natural que las tengan ya que estamos situados en la región de El Espinal.

- ¿Y cuánto cuesta un plantín de algarrobo?

- Entre 250 y 300 pesos, dependiendo del tamaño del árbol. Y ya está listo para pasarlo a tierra. Al ser una especie adaptada a nuestra región, el algarrobo no necesita mucho cuidado. Con que lo riegues una vez por semana está bien. Aunque si lo plantás ahora, con el calor, lo vas a tener que regar dos o tres veces por semana.

- Es un buen precio, ¿no?

- De hecho están muy baratos. Hoy, un árbol en un vivero convencional, no te cuesta menos de 500 pesos. Y no te hablo de una especie nativa.

- Son el único proyecto así en la ciudad, ¿no?

- No sé si hoy los chicos de Pueblo Mampa están reproduciendo especies autóctonas. Fuera de ellos, no hay otro lugar.

El Algarrobal, último bosque nativo de la ciudad

- Sos miembro de la Asamblea Socioambiental “El Bosque Nativo Vuelve”, el colectivo que propuso al Concejo que El Algarrobal sea declarado reserva. ¿Cómo llegás ahí?

- Porque estudio la licenciatura en Medio Ambiente y Energías Renovables en la UNVM y siempre me interesó el tema bosques, junto a la educación ambiental y popular. Siempre traté de estar en grupos y voluntariados. Fuimos mutando hasta convocarnos como asamblea por una problemática específica de la ciudad, cuando quisieron remover las islas del río Ctalamuchita. Nos opusimos y luego nos fuimos comprometiendo con varias problemáticas ecológicas. Hasta llegar al Algarrobal.

- Y ahí se quedaron.

- Sí, nos dimos cuenta que teníamos que aunar esfuerzos, porque si abarcábamos muchas temáticas había pocos cuerpos a disposición y sufrís un gran desgaste. Proponer que el Algarrobal sea declarado reserva nos pareció y nos sigue pareciendo lo más importante en la actualidad.

- ¿Tienen esperanzas?

- Somos muy optimistas. Hace más de un año que estamos en el tema y pudimos hacer muchos avances. Todavía no ha sido declarado de manera oficial pero hemos podido visibilizar esta situación. La gente conoce ese espacio, sabe que está en riesgo de ser loteado y también que la respuesta que nos dieron desde el Municipio ha sido bastante alentadora. Además, contamos con el apoyo de muchos colectivos ecológicos del país. Todavía no sabemos de dónde saldrán los fondos para expropiar las tierras pero no lo vemos imposible. De lo que estamos seguros es que al Algarrobal no lo van a poder sacar así como así ni le van a poder pasar la topadora. Y eso no es poca cosa, ¿no te parece?

El sol de enero pone su beso de cobre en las hojas. Y el vivero se vuelve Edén de luz donde los algarrobos se preparan para volver a poblar la tierra. Hijos de gigantes ancestrales. Faros y refugios. Montes de ramas o capilla encendida. Click de la foto. Y Emilia sonríe en su jardín primitivo.

Fuente: 
Iván Wielikosielek, Para nuestros pueblos originarios, recolectar la algarroba era un ritual”, 04/02/19, El Puntal de Villa María. Consultado 05/02/19.

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