Emilia Sosa junto
a sus padres llevan adelante el vivero “Takkú” (“el árbol”,
en quechua), un emprendimiento familiar abocado a reproducir especies
autóctonas. Habló de la importancia de reforestar la tierra con
“nativas”.
por Iván
Wielikosielek
El sol de enero
pone un laminado de cobre sobre el verde de las hojas. Y el vivero de
Emilia se vuelve jardín de luz; pequeño Edén que cabe en un patio
interior donde decenas de algarrobos bebés han empezado a crecer.
Acaso para poblar una vez más las tierras que les fueron arrebatadas
un día.
Y demostrar que
su savia autóctona sigue siendo la mejor sangre vegetal para habitar
esta pampa volviéndose faro y refugio, monte y capilla. Árboles
bebés, hijos y nietos de gigantes que ya no derribará el hacha o la
ignorancia.
Estamos en casa
de Emilia, en un patio interior casi inconcebible desde las veredas
del bulevar España. Y entonces comienza esta charla con ella, a
cargo del único emprendimiento ciudadano para reproducir autóctonas
en la ciudad.
- Entonces, Emilia
¿cómo nace “Takkú”?
- Esto empieza en
el 2010, a raíz de los incendios forestales de las sierras. Y como
nosotros tenemos una casita en Villa Rumipal, ese hecho nos tocó muy
de cerca. A partir de entonces investigamos acerca de lo que debe
hacerse tras un incendio. Y vimos que una de las tareas fundamentales
era la de reforestar. Y así nos fuimos metiendo de a poco en el
mundo de las especies nativas y autóctonas.
- Que son las más
aptas para florecer aún en la adversidad, ¿no?
- Exacto. El otro
estímulo fue cuando escuchamos de la ley de bosques de Córdoba, una
ley controvertida y con muchas falencias que más que cuidar al
bosque lo desprotege.
- ¿Y cómo
empiezan con la reproducción?
- La pionera fue
mi mamá, Mercedes Caballero, en conjunto con el colegio El Caminante
donde da clases, el Ceprocor y la Universidad Tecnológica. Ella y
los chicos empezaron a reproducir árboles pero eso duró un tiempo
determinado. Y después seguimos nosotras con mi papá, César Sosa,
por fuera de las instituciones. Y no sólo con reproducción sino
también con transplantes y reforestación.
- ¿Y cómo
definirías “Takkú”?
- Es un vivero
familiar a muy pequeña escala, casi te diría casero. Nada que ver
con el de Alpa Corral, por ejemplo. Pero somos los únicos que nos
especializamos en especies nativas en la ciudad.
Instrucciones
para dar a luz a un algarrobo
- ¿Cómo, cuándo
y dónde siembran?
- Depende de la
especie. Normalmente hacemos almacigueras acá en el patio, y usamos
tierra negra del vivero. Sembramos al principio del verano ya sea
algarrobos o espinillo, que son las especies que mejor vienen.
También hacemos quebracho, lapacho o cina cina, que son un poquito
más difíciles. Son todas especies que siempre existieron en
Argentina.
- ¿Cuánto tiempo
demora un algarrobo en brotar?
- Si la semilla es
buena, te puede dar el primer brote a la semana. Y si sembrás
muchos, te puede nacer el 90 por ciento.
Especies que
reaparecen
- ¿Cómo y dónde
recolectan las semillas de algarrobo?
- Por toda la
provincia. Pero no es un mero juntar chauchas sino algo cultural.
Para nuestros pueblos originarios, recolectar la algarroba era un
ritual, porque comprendía no sólo la futura siembra sino también
el alimento del día. Con esas chauchas, ellos hacían arrope.
También harina o café de algarroba. Pero eso se fue perdiendo. De
hecho, “takkú” significa “el árbol” en quechua, es decir,
el más emblemático de cada sitio. En nuestro caso, hace referencia
al algarrobo. Y nosotros queremos que vuelva a ser ese árbol,
emblemático y ritual, de nuestros pueblos.
- ¿Quiénes son
los clientes de “Takkú”?
- No tenemos un
público específico. Te diría que la mayoría de la gente que viene
o nos consulta, son particulares que quieren poner nativas en sus
terrenos.
- ¿No hay en los
viveros de la ciudad?
- Justamente
vienen acá porque no es fácil conseguir especies nativas en los
viveros de Villa María, a no ser algún lapacho o cina cina que son
más de adorno. Es rarísimo que encontrés un algarrobo o un
espinillo, un tala o un chañar.
- ¿Se debe a que
no se venden?
- Exactamente. Es
un tema cultural. Lo que busca la gente no es lo originario sino lo
ornamental. El lapacho, si bien no es de Córdoba, es nativo. Y tiene
una flor rosada hermosa. El tema es que muchos no saben ver la
belleza en el árbol de la zona. A muchos les molestan las espinas de
los algarrobos y los espinillos, pero es natural que las tengan ya
que estamos situados en la región de El Espinal.
- ¿Y cuánto
cuesta un plantín de algarrobo?
- Entre 250 y 300
pesos, dependiendo del tamaño del árbol. Y ya está listo para
pasarlo a tierra. Al ser una especie adaptada a nuestra región, el
algarrobo no necesita mucho cuidado. Con que lo riegues una vez por
semana está bien. Aunque si lo plantás ahora, con el calor, lo vas
a tener que regar dos o tres veces por semana.
- Es un buen
precio, ¿no?
- De hecho están
muy baratos. Hoy, un árbol en un vivero convencional, no te cuesta
menos de 500 pesos. Y no te hablo de una especie nativa.
- Son el único
proyecto así en la ciudad, ¿no?
- No sé si hoy
los chicos de Pueblo Mampa están reproduciendo especies autóctonas.
Fuera de ellos, no hay otro lugar.
El Algarrobal,
último bosque nativo de la ciudad
- Sos miembro de
la Asamblea Socioambiental “El Bosque Nativo Vuelve”, el
colectivo que propuso al Concejo que El Algarrobal sea declarado
reserva. ¿Cómo llegás ahí?
- Porque estudio
la licenciatura en Medio Ambiente y Energías Renovables en la UNVM y
siempre me interesó el tema bosques, junto a la educación ambiental
y popular. Siempre traté de estar en grupos y voluntariados. Fuimos
mutando hasta convocarnos como asamblea por una problemática
específica de la ciudad, cuando quisieron remover las islas del río
Ctalamuchita. Nos opusimos y luego nos fuimos comprometiendo con
varias problemáticas ecológicas. Hasta llegar al Algarrobal.
- Y ahí se
quedaron.
- Sí, nos dimos
cuenta que teníamos que aunar esfuerzos, porque si abarcábamos
muchas temáticas había pocos cuerpos a disposición y sufrís un
gran desgaste. Proponer que el Algarrobal sea declarado reserva nos
pareció y nos sigue pareciendo lo más importante en la actualidad.
- ¿Tienen
esperanzas?
- Somos muy
optimistas. Hace más de un año que estamos en el tema y pudimos
hacer muchos avances. Todavía no ha sido declarado de manera oficial
pero hemos podido visibilizar esta situación. La gente conoce ese
espacio, sabe que está en riesgo de ser loteado y también que la
respuesta que nos dieron desde el Municipio ha sido bastante
alentadora. Además, contamos con el apoyo de muchos colectivos
ecológicos del país. Todavía no sabemos de dónde saldrán los
fondos para expropiar las tierras pero no lo vemos imposible. De lo
que estamos seguros es que al Algarrobal no lo van a poder sacar así
como así ni le van a poder pasar la topadora. Y eso no es poca cosa,
¿no te parece?
El sol de enero
pone su beso de cobre en las hojas. Y el vivero se vuelve Edén de
luz donde los algarrobos se preparan para volver a poblar la tierra.
Hijos de gigantes ancestrales. Faros y refugios. Montes de ramas o
capilla encendida. Click de la foto. Y Emilia sonríe en su jardín
primitivo.
Fuente:
Fuente:
Iván Wielikosielek, “Para nuestros pueblos originarios, recolectar la algarroba era un ritual”, 04/02/19, El Puntal de Villa María. Consultado 05/02/19.
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