Los vecinos y
vecinas de la Asamblea Paren de Fumigarnos denuncian fumigaciones en
escuelas rurales, envenenamiento de barrios y contaminación de la
laguna de Chascomús. Exigen una ordenanza que contemple una vida sin
venenos ni enfermedades mortales.
por Kanki Alonso
En la localidad
bonaerense de Chascomús se juega un partido por la vida: Salud
versus Dinero, en la cancha política. El proyecto de ordenanza
presentado en 2016 que propone regular el uso de agrotóxicos se
tratará por última vez en 2018 este 27 de diciembre en el Concejo
Deliberante de la ciudad.
Durante todo este
tiempo, las discusiones y debates rondaron en la “distancia de
resguardo”, que -según estudios realizados en poblaciones
expuestas los índices de daño genético, cáncer, malformaciones
congénitas, problemas reproductivos- muestran un aumento de
enfermedades en poblaciones que se encuentran a menos de 1500 metros
de los campos fumigados.
Este justo
reclamo por prevenir las mencionadas enfermedades y hacer prevalecer
la salud de la población, se encontró con un argumento antepuesto
por los actores locales del agronegocio. De esta manera resonaron las
voces alertando sobre las pérdidas económicas, la imposibilidad de
cambiar una práctica dependiente de insumos por otra saludable para
producir alimento sano y en abundancia: la Agroecología.
La ecuación del
suelo como especulación financiera del modelo empresarial registra
la siguiente fórmula de la muerte: Semillas Transgénicas +
Fertilizantes + Plaguicidas = enfermedad + muerte.
En este sentido,
la clase política local mancilla el reclamo de justicia y salud. Los
intereses de clase reúnen lo que a simple vista resulta antagónico
en un mismo interés: su maquillaje para la exposición en la
antesala de un año eleccionario. Es decir, buscan cerrar este tema
en 2018 porque en 2019 les resultaría prácticamente imposible, ante
las elecciones.
En 2016, aquellos
legisladores y legisladoras de Unidad Ciudadana que propusieron una
distancia de 1500 metros de prohibición de uso de pesticidas, más
500 metros de amortiguamiento, se “encuentran en negociaciones”
con concejales de UCR-Cambiemos, que propusieron solamente 200 metros
por año hasta llegar a los 750 metros máximos de protección para
el 2025, y la eliminación de los análisis médicos a trabajadorxs
rurales expuestos. Además, trascendió un posible acuerdo en 500
metros con progresividad hasta los 800 metros de distancia.
¿Qué se gana y
quiénes ganan con esta negociación? Las comunidades expuestas a
fumigaciones lograron -por medio de la intervención judicial-
medidas de resguardo efectivas de 1000 y 1500 metros.
Son innumerables
los casos que sientan jurisprudencia en los municipios de la
provincia de Buenos Aires, incluso en provincias enteras, como en el
caso de Entre Ríos, que prohibió el veneno del Glifosato en todo su
territorio.
En este sentido,
sabiendo que el resguardo judicial cuenta con estas distancias, la
“descompresión” del problema con distancias menores resulta una
vil maniobra de los ediles con el objetivo de pauperizar la
organización vecinal, la cual ya cuenta con una judicialización en
trámite.
Es por ello, que
estas acciones llevadas adelante por la clase política, se
convierten en una “intentona” que -a través de la transacción
de los derechos del pueblo- busca evitar un conflicto social que los
expusiera y que les podría acarrear un costo político, medido en
una pérdida de votos difícil de calcular. Sobre todo si se tiene en
cuenta que durante 2018, los legisladores y legisladoras proactivos
para con los empresarios, fueron intensamente expuestos en las redes
sociales, ante cada comentario y cada acción referente a los
agrotóxicos.
Estos apenas son
algunos motivos por los cuales denunciamos y repudiamos la pretensión
del Ejecutivo de Chascomús, conducido por el partido de Unidad por
Chascomús, de sancionar una ordenanza que no protege de manera
efectiva al medioambiente, la salud de los vecinos y vecinas, ni a
las generaciones que heredarán el futuro mediato e inmediato.
Unidad Por
Chascomús es un partido vecinalista que supo construir un discurso
electoral popular, y que -una vez tomado el poder- demostró defender
los intereses particulares del sector empresarial. Sorpresivamente,
el despacho presentado por UxCh fue peor que el de la UCR-Cambiemos y
aclara su posición de forma explícita y en concordancia con las
resoluciones de Agroindustria. Recordemos que ante las cientos de
prohibiciones y distancias creadas por ordenanzas y fallos judiciales
que resguardan distancias mínimas para el uso de agrovenenos, el
Ejecutivo provincial emitió una resolución de “distancia cero”
la cual consiguió un muy bajo nivel de adhesión por los municipios
bonaerenses. Siendo que la mayoría ya poseen resguardos, solo
aquellos que no poseen distancia como el caso de Chascomús, pueden
firmar semejante entrega de los intereses colectivos que protejen la
salud y el ambiente.
La rosca política
que juega con las vidas
El intendente de
Chascomús, Javier Gastón, a quien se le solicitó una reunión en
2017, evitó hablar cara a cara con miembros de la asamblea Paren de
Fumigarnos y la delegó al Secretario de Gobierno Cipriano Pérez del
Cerro, quien ante la solicitud de que apoyen la sanción de la
ordenanza expresó “para qué quieren leyes si después no se
cumplen. Las leyes no sirven para nada”. Luego refiriéndose a la
categorización del glifosato de posiblemente carcinogénico emitido
por la OMS, expresó sus dudas y lo comparó a los choripanes y
productos ahumados como los quesos y la panceta”. En una
estrategia de doble discurso el intendente siendo entrevistado dijo
que “sería importante que haya una ley que regule el uso de
agrotóxicos”, sin embargo esa ley estuvo cajoneada dos años. Dijo
que “era importante conocer la voz del INTA y de distintas
universidades nacionales que han estudiado esta problemática”.
En este sentido
participaron con investigaciones las universidades nacionales de La
Plata, Rosario y Río Cuarto entre otros estudios científicos. Los
mismos fueron puestos a consideración del Poder Ejecutivo y
Legislativo de Chascomús. El IBB-INTECH recomendó la distancia de
1500 metros entre las fumigaciones y las zonas pobladas para evitar
el daño genético.
Con el despacho
por comisión del bloque de concejales oficialistas de UxCh -Unidad
por Chascomús- concluye una etapa propositiva en el ámbito
legislativo de la ciudad. Los tres bloques políticos emitieron sus
respectivos dictámenes y el panorama de la salud colectiva se agrava
con respecto a 2016.
El proyecto
original fue presentado por Unidad Ciudadana, “descajoneado” e
impulsado por vecinos y vecinas de la Asamblea Paren de Fumigarnos,
preocupados por los agrotóxicos. Plantea la necesidad de una
distancia de resguardo de 2000 metros de prohibición de uso de estos
venenos, como ya existía en Cañuelas.
Tras dos años de
debate, con testimonios de afectados y argumentos de especialistas,
se llegó a la formulación de dos propuestas:
Propuesta 1,
surgida de UxCh: distancia de resguardo de 200 metros para el primer
año; y al cabo de 8 años se llegaría a los 750 metros, con una
dependencia de la Tasa de Seguridad Ambiental de la Ordenanza Fiscal
Impositiva, y de la decisión inapelable del Ejecutivo local de
evaluar “si la prohibición se aplica o no”, según un mecanismo
de control arbitrario ejercido por la gestión. El Control de Salud
en trabajadores que manipulan pesticidas es absolutamente borrado del
proyecto, así como también el Anexo donde se determinan las normas
de seguridad exigidas para la comercialización de agroquímicos.
Propuesta 2
-surgida como consecuencia de las negativas de la mayoría en el
Concejo al proyecto original- “Pacto de Olivos del veneno” tras
las negociaciones entre Unidad Ciudadana y UCR-CAMBIEMOS: plantea
básicamente una “poda” sobre el cuerpo de derechos, en función
de la transacción de medidas de resguardo. Por ejemplo, la distancia
de 1500 metros de resguardo se bajaría a 500, con aumentos
posteriores que -progresivamente- llegarían hasta los 800. Por otra
parte, se elimina el capítulo De la Salud, donde se determina la
obligatoriedad de llevar a cabo un monitoreo de salud en poblaciones
expuestas y análisis de rutina a trabajadores rurales, entre otras
medidas. También desaparece el Anexo que regula las normas de
seguridad necesarias para el acopio, traslado y comercialización de
agrotóxicos.
Ante esta posible
transacción, de los derechos constitucionales, realizada por la
clase política chascomusense, que cede ante la presión empresarial,
regida por el dios dinero, y cuya finalidad es la acumulación y
especulación financiera, los vecinos y vecinas se ven altamente
perjudicados.
Sin embargo, el
veneno mortal de los agrotóxicos no discrimina clases sociales,
políticas o de cualquier otro tipo. El Glifosato y la Atrazina caen
junto a las lluvias sobre todos, y de igual forma. ¿Acaso alguien
puede estar exento de la lluvia? El suelo y los alimentos contienen
alrededor de 80 tipos diferentes de contaminantes derivados del
agronegocio. ¿Acaso alguien puede estar sin comer o sin depender de
los frutos de la tierra? Alrededor del 72 % de las madres que
amamantan lo hacen con su leche contaminada de agrotóxicos. ¿Alguien
puede seguir pensando en la inocuidad de los pesticidas?
A los problemas
colectivos se le imponen soluciones colectivas. En Argentina, los
derechos humanos se hicieron bandera colectiva. Actualmente, los
derechos humanos se redireccionaron también hacia los terrenos
medioambientales, ante los pueblos fumigados, destrozados por la
minería a cielo abierto, o el fracking, entre otros ataques a la
Madre Tierra.
Si los
“representantes del pueblo” negocian derechos fundamentales; si
en momentos de campaña se “venden” como la solución a los
problemas colectivos, y luego terminan priorizando los intereses de
ciertos empresarios, y anteponen el dinero a la salud colectiva, si
ejercen ese poder delegado para la transacción, resulta necesaria la
acción colectiva.
En este sentido,
lo político -bien entendido- debe invadir las calles, hacerse
popular, generar debates, compartir conocimientos sobre de qué se
trata lo público, validar los testimonios y -a partir de dar voz a
los sin voz- podrá entenderse que existen valores compartidos, que
son muy simples y que se transmiten como actos de amor, cuidando al
semejante y siendo cuidados, en retribución.
Kanki Alonso es miembro de la Asamblea Paren de Fumigarnos de Chascomús.
Fuente:
Kanki Alonso, Agrotóxicos en Chascomús: el pacto de Olivos del veneno, Revista Crítica.
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