por Edgardo Ayala
CANDELARIA DE LA
FRONTERA, El Salvador, 21 dic 2018 (IPS) - Mientras ordeña su vaca,
el salvadoreño Gilberto Gómez lamenta que las malas cosechas, por
exceso de lluvia o de sequía, prácticamente forzaron a sus tres
hijos a abandonar el país y emprender el riesgoso viaje, como
indocumentados, a Estados Unidos.
Gómez, de 67
años, vive en La Colmena, en el municipio de Candelaria de la
Frontera, en el occidental departamento de Santa Ana.
El pequeño
caserío está ubicado en el llamado Corredor Seco de Centroamérica,
una vasta área que atraviesa buena parte del istmo, pero sobre todo
golpea con su clima extremo las cosechas en Guatemala, Honduras y El
Salvador.
“Eso los fue
decepcionando, al ver que casi cada año perdíamos buena parte de
las cosechas, y decidieron que tenían que irse, no veían como
construir un futuro”, comentó Gómez a IPS, mientras desamarraba
las patas traseras de la vaca, al terminar su ordeño.
Narró que su
hijo mayor, Santos Giovanni, por ejemplo, trabajaba sembrando también
maíz y frijoles, en una parcela de la misma extensión que la suya,
“pero a veces no sacaba nada, ya sea porque llovía mucho, o a
veces por una sequía que no dejaba prosperar los cultivos”.
El año en que
sus hijos partieron, en 2015, Santos Giovanni perdió dos tercios de
la cosecha por una sequía en un periodo inusual.
“Así no se
puede”, lamentó, Gómez, que ha visto como en La Colmena parte de
la quincena de familias del caserío ha quedado diezmada por la
migración por problemas parecidos a los de su hijo.
El Corredor Seco,
en particular en esas tres naciones, ha experimentado las sequias más
graves de estos últimos 10 años, dejando a más de 3,5 millones de
personas necesitando asistencia humanitaria, advertía ya en 2016 un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y Agricultura (FAO).
Ahora la hija de
Gómez, Ana Elsa, de 28 años; sus dos hijos, Santos Giovanni, de 31
años, y Luis Armando, de 17, todos de apellido Gómez, viven en la
ciudad estadounidense de Los Ángeles.
“A veces nos
llaman, y nos dicen que están bien, tienen empleo”, sostuvo.
El caso de la
familia Gómez ejemplifica el fenómeno de la migración y su vínculo
con el cambio climático y su impacto en las cosechas, y con ello, en
la inseguridad alimentaria en las familias campesinas
centroamericanas.
La Colmena, que
carece de servicio de agua por cañería y luz eléctrica, se
benefició hace algunos años con un proyecto para colectar agua
lluvia, que los pobladores filtran para beberla, así como de
reservorios para abrevar el ganado.
Sin embargo, sus
cultivos aún se encuentran vulnerables ante la embestida del clima,
con lluvias prolongadas y sequías, cada vez más imprevisibles e
intensas.
Además de la
violencia y la situación económica, el cambio climático es la
tercera causa que está generando el éxodo de centroamericanos,
sobre todo de Guatemala, Honduras y El Salvador, según el nuevo
Atlas de Migración en el Norte de Centroamérica.
El informe,
difundido el 12 de diciembre y elaborado por la Comisión Económica
para América Latina y El Caribe (Cepal) y la FAO, subraya que la
mayoría de los migrantes de esos tres países provienen de áreas
rurales.
Entre 2000 y
2012, agrega, hubo un aumento sustancial, de casi 59 por ciento, en
el número de personas que emigran de esos tres países, que
conforman el llamado Triángulo del Norte. Dentro de este, 77 por
ciento de las personas que viven en el campo en Guatemala son pobres,
y 82 por ciento en Honduras.
En los últimos
meses, oleadas de ciudadanos de Honduras y El Salvador han emprendido
el viaje a pie hacia los Estados Unidos, con la convicción de que el
trayecto sería un poco más seguro al viajar juntos.
Viajar como
migrante indocumentado hacia esa nación del norte implica una serie
de riesgos, ya sea por el peligro de caer víctima de bandas
criminales, sobre todo al cruzar México, o de morir en la ruta
debido a las largas y extenuantes caminatas por desiertos.
Otro informe
publicado por la FAO este mes, Mesoamérica en tránsito, establece
que de los cerca de 30 millones de migrantes internacionales
latinoamericanos, unos cuatro millones provienen del Triángulo del
Norte y otros 11 millones más de México, al que suman al estudio.
El estudio agrega
que entre los principales factores que relacionados con la migración
en El Salvador se encuentran la pobreza en los departamentos de
Ahuachapán, Cabañas, San Vicente y Sonsonate; la vulnerabilidad
ambiental en Chalatenango, Cuscatlán, La Libertad y San Salvador; y
los problemas de violencia en La Paz, Morazán y San Salvador.
Mientras que la
migración hondureña está fuertemente relacionada con la falta de
oportunidades, pobreza y violencia en el noroeste del país y con la
vulnerabilidad ambiental en la zona centro-sur.
Sobre Guatemala,
el reporte indica que aunque en este país se observa una relación
menos fuerte del comportamiento migratorio en función de las
características territoriales, la tasa de expulsión aumenta en los
municipios donde el porcentaje de población sin educación
secundaria es mayor.
En México, la
migración está relacionada con la pobreza en la zona sur y con la
violencia en el occidente, noroeste y noreste; mientras que los
problemas de vulnerabilidad ambiental parecen ser transversales.
“El informe
muestra de forma contundente una mirada comprensiva del fenómeno, la
decisión de migar es del individuo, pero es condicionada por el
entorno”, dijo Luiz Carlos Beduschi, oficial de Desarrollo Rural de
la FAO, en conversación con IPS desde Santiago de Chile, la sede
regional del organismo.
Añadió que
comprender lo que sucede en el campo es fundamental para entender la
dinámica migratoria como un todo.
El estudio,
publicado el 18 de diciembre, hace un “análisis multicausal, la
decisión de quedarse o migrar está condicionada por conjunto de
factores, entre ellos el climático, especialmente en el Corredor
Seco de Centroamérica”, acotó Beduschi.
Para el
especialista de la FAO, hay que promover políticas que ofrezcan a
los productores rurales “mejores oportunidades para ellos y sus
familias en sus lugares de origen”.
Se trata,
detalló, “de garantizar que tengan las condiciones necesarias para
decidir libremente si permanecen en casa o si migran a otro lugar”,
sin que la pobreza, la violencia, el cambio climático y la falta de
oportunidades mantengan a los territorios rurales como “expulsores”
de su población.
En el caso de El
Salvador, si bien hay conciencia a nivel gubernamental sobre los
impactos del cambio climático en las cosechas y en el riesgo que
implica para la seguridad alimentaria, poco se ha hecho para impulsar
políticas públicas para enfrentar el fenómeno, dijo a IPS el
activista Luis González.
“Hay planes
nacionales y estrategias para enfrentar el cambio climático, para
abordar el tema hídrico, entre otros, pero el problema es la
implementación: se ve bonito en papel, pero poco se hace, mucho de
esto es por falta de recursos”, añadió el integrante de la Mesa
por la Soberanía Alimentaria, un conglomerado de organizaciones
sociales que luchan por ese objetivo.
Mientras, en La
Colmena, el campesino Gómez le ha dado ya la leche recién ordeñada
a su esposa, Teodora Gómez, con la cual prepararán un poco de
queso.
Están contentos
de que tienen esa vaca lechera, comprada con el dinero que envió su
hija desde Los Ángeles, y esperanzados a que el clima no eche a
perder las cosechas venideras.
“Con ese queso
ya tenemos para una comidita”, recalcó.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Edgardo Ayala, Cambio climático fuerza a migrar a campesinos centroamericanos, 21/12/18, Inter Press Service. Consultado 24/12/18.
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