La multinacional
Monsanto- Bayer puso en funcionamiento todo su aparato lobbista para
que se trate en el Congreso su Ley de Semillas. La investigadora
Carla Poth nos explica que en caso de promulgarse pasarían a
cobrarnos por la vida.
por Carla Poth
Para entender qué
tan loco es este intento de promulgar una Ley de Semillas, alcanza
con tomar el fallo de la Cámara 3 en lo Civil y Comercial, que
ratificó la resolución del INTI, para impedir a Monsanto que
patente la semilla de soja intacta.
En el fallo, la
idea de la Cámara era la de graficar el concepto de la siguiente
manera: "Imaginate que mañana, una persona diga que 'quiere
patentar la palabra elefante, porque cuando escribió esa palabra, le
hizo un vericueto a la letra E'. Así de loco es. Es como querer
patentar palabras en el lenguaje. ¿Quién empezó con el lenguaje?
¿Quién fue inventando las palabras? Esta es la misma intención que
tienen las empresas para con las semillas.
¿Cómo pueden
subrogarse la propiedad de una semilla, que -según dicen- la han
mejorado genéticamente, cuando -en verdad- es una semilla que la han
tomado desde algún lugar, y que ya fue mejorada por otros?
Este tema de la
discusión de la Ley de Semillas es central y fundamental para todos
y todas porque se está jugando nuestra forma de alimentación.
Henry Kissinger, cuando fue ministro de Defensa de Jimmy Carter en
esa presidencia de Estados Unidos, llevó adelante el proceso de la
"expansión verde". Y en este contexto sostenía que "Quien
controla los alimentos, controla a la humanidad".
¿Cómo pueden
subrogarse la propiedad de una semilla, cuando es una semilla que la
han tomado desde algún lugar, y que ya fue mejorada por otros?
Este debate tiene
que ver con el proyecto de país que nos queremos plantear y el
proyecto de humanidad que queremos tener. La Ley de Semillas regula
todo lo que tiene que ver con las semillas alimentarias, con lo cual
la lógica es la de expandir el sistema de agronegocios a
absolutamente todo el escenario.
Es un paso más,
ni siquiera cualitativo sino cuantitativo, en el intento de estas
grandes empresas de controlarlo todo. Este proyecto ha dejado afuera
a la gran mayoría de los interesados en este tema.
La forma espuria
con la que se está llevando a cabo el tratamiento de este proyecto
(porque ni siquiera ha sido ingresado al Congreso, sino que se busca
el dictamen de un proyecto que ni siquiera ha sido presentado) se lo
van a dar a los diputados, con las consecuentes presiones, para que
lo aprueben directamente.
Este apuro por
sacar la Ley de Semillas antes de que termine noviembre está
íntimamente relacionado con la llegada del G20. Porque esta cumbre
es la vidriera que pretende mostrar las políticas del Gobierno, para
que vengan los inversores a la Argentina. Y quieren mostrarle a las
corporaciones transnacionales agroalimentarias que el Gobierno
Nacional le va a brindar las garantías políticas necesarias para
que estas empresas vengan a invertir.
De promulgarse
esta ley tendríamos, por un lado, a los productores seriamente
perjudicados, porque aquellos que no problematizan la lógica del
agronegocio y que compran las semillas, van a ver acrecentados
terriblemente sus insumos. Van a tener que pagar no solamente cuando
compran las semillas sino también cada vez que la utilicen, es decir
una regalía por ese uso de la semilla.
Este apuro por
sacar la Ley de Semillas antes de que termine noviembre está
íntimamente relacionado con la llegada del G20.
Y aquellos
productores que no quieran usar semillas compradas, que quieran
intercambiar o generar las semillas propias, se van a ver afectados
también porque sobre ellos se va a ejercer el control de policía.
Las empresas controlarán oligopólicamente el mercado de todas las
semillas, por lo cual, tranquilamente avanzarán contra los bancos de
semillas milenarias.
Estas empresas
dependen originariamente no sólo de poder monopolizar el uso de las
semillas, sino también de -lisa y llanamente- robar semillas. Es
sobre este accionar que estas empresas viven. Claramente podrán
generar este poder de policía para poder controlar esos bancos de
semillas.
A posteriori de
todo esto, la situación irremediablemente implicará también a las
cuestiones del consumo. El efecto inmediato será que el consumo de
los alimentos va a estar controlado por muy pocas empresas, y hacia
eso es a dónde se dirigen. Van a poder poner los precios, pero
también van a poder decir qué semillas se van a usar para producir
nuestros alimentos, y cómo se van a producir. Con lo cual, lo
primero que se va a lesionar, es la soberanía alimentaria.
Carla Poth es doctora en
Ciencias Sociales y docente universitaria.
Fuente:
Carla Poth, Quien controla las semillas, controla a la humanidad, noviembre 2018, Revista Crítica. Consultado 21/11/18.
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