Cuando los
investigadores se preguntan para quién trabajan y para qué sirve. La Unión de
Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América
Latina organizó un encuentro en el que se debatirá a quién sirve,
si al capital y las empresas, o a la sociedad. La Uccsnal exigió la
prohibición del glifosato.
por Darío Aranda
Ciencia para
transgénicos o para campesinos. Investigaciones para explotar litio
o trabajar junto a comunidades kollas. Académicos para extraer
petróleo o para un modelo no contaminante. ¿Ciencia para quién y
para qué? Son algunos de los planteos y preguntas que se debatirán
hoy y mañana en el “Encuentro por la Ciencia Digna”, en Rosario,
donde confluirán académicos que rechazan el modelo científico
vinculado a las empresas. En septiembre pasado, el mismo grupo de
investigadores exigió la prohibición total del herbicida glifosato.
La Unión de
Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América
Latina (Uccsnal) se conformó en junio de 2015, en homenaje a Andrés
Carrasco (científico que en 2009 confirmó los efectos letales del
glifosato) y retoma el legado de otros académicos, como Oscar
Varsavsky.
La Uccsnal se
propone como espacio de encuentro, reflexión e intervención para
fortalecer una ciencia al servicio de los pueblos. En ese marco, hoy
y mañana martes, durante todo el día, será el “Encuentro por la
Ciencia Digna”, en el edificio Anexo de la Universidad Nacional de
Rosario (Corrientes 2001).
“Vivimos un
tiempo en el que los ahogos presupuestarios y las políticas
oficiales empujan a los vínculos con las corporaciones para poder
trabajar en investigación. Hay quienes no aceptamos ese rol de
empleados del poder de turno y definimos, contra viento y marea,
construir conocimiento científico para los pueblos, entendiendo que
la salud de los seres humanos depende de la salud de la madre
tierra”, explicó Damián Verzeñassi, del Instituto de Salud
Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad
de Rosario, coorganizador del encuentro junto a la Red de Salud y
Ambiente de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social
(Alames) y la Fundación Rosa Luxemburgo.
Participarán
decenas de científicos de Argentina, Brasil, Paraguay y Argentina.
Alicia Massarini, investigadora del Conicet y de la Maestría en
Política y Gestión de la Ciencia de la UBA, explicó que el
encuentro busca reunir a académicos que trabajan en una ciencia
alternativa y también dar cuenta de los impactos de la ciencia
hegemónica, impulsada por empresas y gobiernos. “Interpelamos la
idea dominante que presenta a la ciencia como una actividad neutral,
objetiva, estrictamente racional, como un espacio para verdades
comprobadas, posicionada erróneamente en un lugar de autoridad. Esa
tecnociencia no mide los impactos y daños de sus intervenciones y
tiene la impunidad de presentarse como motor de progreso, de
modernidad, de bienestar. Cuando en realidad sólo está al servicio
del mercado”, afirmó Massarini.
En septiembre
pasado, la Unión de Científicos emitió un documento donde exigió
la prohibición total del glifosato. “En países como Argentina,
Brasil y Paraguay tenemos registros de tasas elevadísimas de cáncer,
linfomas, leucemias, enfermedades autoinmunes, malformaciones
genéticas y otras enfermedades en habitantes de comunidades rodeadas
por campos de soja transgénica, donde se realizan aplicaciones
intensivas de glifosato”, recordaron los académicos.
“Por si no
fuera suficiente, hay evidencia científica de que el glifosato
persiste en los suelos agrícolas, alcanza los cuerpos de agua,
también se dispersa a través de la lluvia, y sus residuos
permanecen en los cultivos, llegando así a los alimentos que
consumen personas aún a grandes distancias de los campos de
cultivo”, afirmaron desde la Unión de Científicos.
La Unión de
Ciencia cuestiona el ideario de que la ciencia pareciera tener la
verdad y es la que salda las controversias. Aclaran que el
conocimiento científico es un saber más, ni mejor ni peor que otros
conocimientos (campesinos, indígenas, sociales). Hablan de una
“ecología de saberes”, donde confluyen y se complementan de
forma horizontal distintos conocimientos.
Leonardo
Melgarejo, de Brasil, cuestiona también que los medios de
comunicación reproducen sin problematizar a la ciencia empresaria y
que, incluso, no respeta los derechos humanos al justificar que se
usen agrotóxicos con consecuencias en la salud de la población.
“Necesitamos una ciencia, de medios de comunicación y de poderes
ejecutivos, legislativos y judiciales pautados por la ética y
atentos a lo que está ocurriendo en la llamada ‘ciencia
instrumental’, la ciencia hegemónica está mayoritariamente al
servicio del capital financiero y actúa en el sentido opuesto de los
intereses de la población”, cuestionó el científico brasileño.
Massarini destacó
que América Latina experimenta una nueva “etapa de saqueo” en la
cual la ciencia juega un papel central en la investigación y
justificación de actividades “que afectan la salud de madre tierra
y nuestra salud, que son lo mismo”. Cuestionó el rol de
científicos al servicio de la minería a cielo abierto, el fracking,
la pesca intensiva, el monocultivo forestal, transgénicos y
agrotóxicos, entre otros. “Son modelos que hacen estragos en
nuestros pueblos”, cuestionó.
Desde 2011, cada
dos años el Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de
Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario organiza una semana de
jornadas referidas a ciencia, universidad, extractivismo y
movimientos sociales. Este encuentro (de lunes y martes) es la
antesala del nuevo congreso, en junio de 2019, donde se reforzará en
vínculo entre la academia y las organizaciones sociales, en defensa
del territorio.
Fuente:
Darío Aranda, La ciencia y su existencia, 12/11/18, Página/12.
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