BUENOS AIRES, 21
sep 2018 (IPS) - Frente a una de las estaciones ferroviarias más
concurridas de la capital de Argentina, hay largas filas para comprar
verduras y hortalizas, que los propios productores ofrecen
directamente a los consumidores, a precios varias veces inferiores a
las de los comercios.
La escena
transcurre en la Plaza Once, cabecera del ferrocarril que va hacia el
oeste del Gran Buenos Aires, y es una de las caras de la crisis
económica del país, que incluye la aceleración de la tasa de
inflación, que ha golpeado particularmente los precios de los
alimentos.
“Habíamos
anunciado que empezábamos a las 10 de la mañana, pero había fila
desde dos horas antes”, contó a IPS Guillermo Riquelme, uno de los
productores familiares enrolados en la Unión de Trabajadores de la
Tierra (UTT) que llegaron llegaron con sus productos en tres
camiones, en una iniciativa especial.
La UTT es una
asociación de unos 10.000 agricultores de todo el país que trabajan
en emprendimientos familiares y en terrenos de una o dos hectáreas,
generalmente alquilados. Se instalaron en Plaza Once, en el corazón
de Buenos Aires, para demostrar que los alimentos pueden llegar a la
población a precios accesibles para todos.
“Nosotros acá
vendemos a 10 pesos (0,25 dólares) por kilo. Y por supuesto que
ganamos plata igual, porque habitualmente estamos obligados a vender
a tres pesos a los intermediarios”, acotó Roberto Eizaguirre.
Tanto Riquelme
como Eizaguirre producen remolacha, zanahoria, lechuga, acelga y
otros vegetales en los alrededores de la ciudad de La Plata, a unos
60 kilómetros de Buenos Aires, donde se concentran miles de pequeños
agricultores.
Ese lugar fue uno
de los que visitó Hilal Elver, la relatora especial sobre el Derecho a Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
quien este viernes 21 concluyó una misión de 10 días a Argentina
con una presentación ante los medios, en la que hizo un duro
diagnóstico de la situación en la materia.
La funcionaria
entregó también este día al gobierno argentino las observaciones preliminares sobre su visita.
Elver, una
abogada turca que ocupa el cargo desde 2014, cuestionó las políticas
del gobierno que “parecen destinadas a promover aún más la
agricultura industrial orientada a la exportación, principalmente de
soja y maíz”.
Criticó en ese
sentido, “la decisión del gobierno de aprovechar la crisis
económica actual para desmantelar el apoyo a la agricultura
familiar”, al despedir cerca de 500 trabajadores del Ministerio de
Agroindustria, que se justificó con la necesidad de reducir el
gasto público.
La relatora
visitó también la norteña provincia del Chaco, una de las más
pobres del país, en la frontera con Paraguay. Allí, estuvo con
indígenas del pueblo qom, también conocido como toba, que por la
pobreza dejaron sus tierras ancestrales para mudarse a ciudades
cercanas, pero no consiguen integrarse al mercado laboral.
Elver dijo que
durante su visita pudo constatar que hay “un creciente número de
personas que va a comedores (de asistencia social) o se salta una
comida”.
En ese aspecto,
señaló la paradoja de que el gobierno asegura que el país produce
suficientes alimentos para abastecer a 450 millones de personas en el
mundo, mientras casi cuatro millones de ciudadanos enfrentan en el
país una seria inseguridad alimentaria.
Argentina, el
octavo país del mundo por su superficie y con solo 44 millones de
habitantes, posee en la llamada Pampa una llanura de clima templado
que es considerada una de las zonas más propicias del planeta para
la producción agropecuaria.
La producción
agropecuaria tiene un enorme peso en la economía argentina y el año
pasado los productos primarios y manufacturados del sector
representaron 65 por ciento de las exportaciones del país.
La economía
nacional entró este año en un tobogán, fundamentalmente a partir
de abril, cuando comenzó una fuerte devaluación de la moneda local,
que desde entonces superó ya 100 por ciento.
Eso generó una
aceleración de la inflación, que el gobierno había proyectado en
15 por ciento para este año. Pero en los ocho primeros meses del año
ya acumuló un incremento de casi 25 por ciento y, en su última
actualización, el Ministerio de Hacienda estimó que 2018 terminará
con una tasa de inflación acumulada de 42 por ciento.
Pero el alza de
precios fue mucho más acelerada en los alimentos, cuya tasa de
incremento fue de 88 por ciento en el periodo enero-junio, según un
estudio de la Universidad Nacional de Avellaneda, del sur del Gran
Buenos Aires.
“La bolsa de
harina aumentó de 300 pesos a 1.000 en pocos meses y ya no sabemos
cómo contener los precios al público. Estamos pensando en cerrar”,
dijo a IPS la encargada de una panadería de Villa Crespo, un barrio
de clase media de Buenos Aires, en un relato que se repite en muchos
lugares del país.
“El problema es
que el trigo es tomado dentro de Argentina como un commodity (bien
básico transable), cuyo precio sube cuando sube el dólar, mientras
aquí la gente no gana en dólares”, dijo a IPS Teté Piñero, de
la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH).
“El gobierno
debería regular el precio interno del trigo para que esto no suceda
pero no lo hace. Así, hoy los pobres están pasando hambre y la
clase media tiene serios problemas”, agregó.
La relatora de
alguna manera coincidió con ese diagnóstico, cuando dijo que “el
gobierno argetino debería tomar más en cuenta el impacto directo e
indirecto de sus medidas de austeridad sobre el acceso a los
alimentos por parte de los más pobres”.
De acuerdo al
último dato oficial, anunciado en marzo, la pobreza alcanza en
Argentina a 25,7 por ciento de la población. Pero el presidente
Mauricio Macri admitió en agosto que la proporción crecerá en la
próxima medición, debido “al rebote de la inflación, que es el
mayor generador de pobreza”.
La funcionaria de
la ONU también cuestionó “el efecto adverso sobre los recursos
ambientales y la diversidad biológica” del modelo agrícola
argentino y en ese sentido mencionó la deforestación, con tasas
cercanas a los 27 millones de hectáreas por año, y el fuerte
aumento en el uso de agroquímicos.
En Argentina no
existen estadísticas sobre agroquímicos, de intensiva utilización
en el cultivo de soja transgénica, que cubre más de la mitad de la
superficie sembrada en el país, así como en cultivos sin modificar
genéticamente.
Elver calificó
como “milagrosa” la experiencia contracorriente que representan
los pequeños agricultores enrolados en la UTT que en el área de la
Gran La Plata “producen verduras saludables y libres de
plaguicidas”.
“Estos métodos
de producción deberían tener mucho más peso en el diseño de la
política agrícola argentina”, agregó.
Javier
Scheibengraf, coordinador técnico de la UTT, explicó a IPS que
“tenemos unas 100 hectáreas, donde trabajamos con un paquete
autoproducido de herbicidas y fertilizantes, con estiércol, ceniza,
tierra y otros productos naturales, y sin productos químicos”.
Sheibengraf contó
que los pequeños productores ven así la ventaja “de no
contaminarse ellos y sus familias con los agroquímicos, porque
prácticamente todos viven en el mismo lugar donde producen”.
“Además es la
única manera de bajar los costos porque el paquete tecnológico que
nos venden las empresas está completamente dolarizado y se vuelve
inalcanzable especialmente hoy, por la devaluación de la moneda
argentina y la decisión del gobierno de suspender prácticamente
todos los programas de apoyo a la agricultura familiar”, añadió.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuentes:
Daniel Gutman, Modelo agrícola argentino descuida derecho a la alimentación, 21/09/18, Inter Press Service.
La obra de arte que ilustra esta entrada es “Saca de Papas”, del artista ecuatoriano Eduardo Kingmar.
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