En 2013 se
quemaron 10 millones de pinos de forestaciones implantadas. Un año
antes, dos temporales derribaron cientos de miles. A cinco años,
queda aún mucho tirado y sin limpiar. Significa una alta carga
combustible.
Cientos de miles
de pinos caídos dentro de las forestaciones hace ya cinco años,
nunca removidos, contribuyen a aumentar los riesgos de que los
incendios, frecuentes en esta época, se propaguen como en un
polvorín en la zona alta del Valle de Calamuchita.
Varias zonas con
la mayor densidad de pinares de Córdoba se transformaron, desde
2012, en un “cementerio de árboles”.
En 2012 hubo dos
fuertes temporales de viento que dejaron por el piso a cientos de
miles de pinos. Un año después, en 2013, se registró en esa zona
uno de los peores incendios que se recuerde en Córdoba, de esos que
los bomberos llaman “explosivos”, por la agresividad y la
velocidad con la que avanzan las llamas ante condiciones
meteorológicas muy favorables.
En miles de
hectáreas con pinares, ese fuego halló un combustible que lo hizo
aún más furioso: toneladas de madera en los suelos por los
vendavales del año anterior. Buena parte de esa madera, combustible,
está allí aún.
Las zonas más
afectadas fueron en las cercanías de Villa Yacanto y de Villa
Alpina.
Bomberos que
conocen el terreno aseguran que nunca se realizó una adecuada tarea
integral de limpieza como acción preventiva.
En algunos campos
forestados, sus dueños limpiaron. Otros siguen en el abandono y
resultan inaccesibles, lo que agrega riesgos.
El Estado nunca
ordenó un plan de limpieza efectivo, a pesar de varios anuncios tras
el siniestro.
En el primer año,
se derivó a aserraderos parte de esa madera caída. Pero bastante
más de la mitad quedó, y perdió toda chance de uso comercial.
Luego, se quemó en 2013 o se fue degradando.
Las forestaciones
con raleos y mantenimiento adecuado fueron y -advierten los
bomberos- siguen siendo las menos.
Alerta encendida
En las últimas
semanas se encendieron algunas alarmas. Hubo varios focos en esas
zonas, que alcanzaron a ser rápidamente controlados por los
bomberos.
Fabián Vargas,
coordinador de la Regional 7 de Bomberos Voluntarios, advirtió que
al recorrer esas áreas se topan “con pinos que se secaron y
cayeron de viejos y con forestaciones sucias y otras antiguas que
nunca se han limpiado”. Remarcó, como cada año desde 2012, que el
riesgo potencial de focos que se desmadren es mayor en estas
condiciones.
Roberto Molina,
bombero de La Cumbrecita, subrayó que aún permanecen los vestigios
de los temporales e incendios antiguos. “Quedaron muchos árboles
tirados de 2012, hay que sumarles los del incendio del año siguiente
y otros que, con el paso del tiempo, se han caído”, apuntó.
Molina contó que
en la mayoría de esos campos forestados y no mantenidos, la
zarzamora (una enredadera exótica muy invasiva y considerada plaga)
creció sin límites y los hace inaccesibles. “Mientras, los
pastizales altos son muy combustibles y hay que agregar la resina que
cae de los pinos en pie, que es también combustible”, sostuvo.
El bombero
serrano, además guía de montaña, está elaborando un proyecto para
limpiar los campos de forma profunda y sugiere utilizar recursos del
Plan de Manejo del Fuego.
“Es un proyecto
de recuperación de todas las zonas quemadas, incorporando a todos
los protagonistas. La idea es limpiarlos con aportes de los
municipios, de los dueños de campos, de todos. Si sumamos en
prevención, se ahorran luego gastos operativos para mitigar los
incendios ya declarados”, opinó.
Recordó, por
caso, que días atrás se utilizaron unas 50 personas, tres aviones
hidrantes y 14 unidades móviles, durante dos jornadas, por la quema
de una superficie de apenas 10 hectáreas. Pero era con pinares, con
restos caídos, y la alerta de expansión era alta.
Walter Alvarez es
bombero en Villa Yacanto, pueblo que en 2013 estuvo a punto de ser
arrasado por el fuego de las forestaciones que lo rodean. “La
mayoría de los campos no han sido limpiados, y en los que sacaron
los pinos dejaron todos los desperdicios, como ramas. Eso es un
riesgo también; además, con el tiempo la zarzamora invadió todo e
imposibilita muchos accesos”, apuntó.
Pinares, en
reducción
Informes
publicados por La Voz calcularon, sobre la base de datos de
especialistas, que en aquellos temporales de 2012 cayeron en
Calamuchita entre uno y dos millones de pinos. A la vez, en los
incendios de septiembre de 2013 se quemaron o cayeron unos 10
millones de árboles en 11 mil hectáreas afectadas por el fuego.
Un par de años
después, se había retirado apenas la mitad. El resto quedó hasta
hoy.
De las 35 mil
hectáreas forestadas con pinares que alguna vez hubo en Córdoba
(entre San Clemente al norte y Alpa Corral al sur, pero con foco en
Calamuchita) quedan hoy unas 10 mil. El resto se lo fueron llevando
los incendios y la comercialización de su madera, con una tasa de
extracción superior a la de reforestación.
Los pinares
fueron implantados entre las décadas de 1970 y 1980 por leyes de
promoción. En un principio se imaginaron para producir papel. Luego,
para la industria de la madera.
“Se puede bajar
ese peligro con más prevención”
“La situación
sigue igual que años atrás. Hay bosques caídos y quemados por
todos lados, pero, además, una gran proporción de los árboles que
quedaron en pie, pero quemados, fueron atacados por insectos y se
siguen cayendo”, apuntó Fernando Martínez, ingeniero agrónomo
especializado en forestaciones de pinos.
“Además, como
casi ya no hay actividad forestal, se extrae muy poca madera y los
yuyos están creciendo en medio de los pinos, todo esto genera una
masa combustible descontrolada”, amplió.
Martínez planteó
que la mayoría de los productores no limpió sus campos, pero que
desde la Provincia no hay ni apoyo, ni incentivos, ni mensajes
contundentes de sanción. Uno de los caminos posibles -dijo- podría
ser aplicar quemas controladas, pero con estricto control oficial y
limitadas sólo a marzo y abril, en sitios específicos.
“La prevención
es como vacunarse: el costo es mínimo cuando se vacuna. Pero si todo
se quemase no habría bomberos ni plan del fuego que alcance”,
opinó.
Por otra parte,
Martínez dijo que se gastan recursos en cuestiones menos
productivas, como un teléfono 0800 que “casi nunca funciona”,
cuando deberían destinarse más a la prevención en escuelas y en
los campos, en zonas con actividad forestal abandonada.
También
consideró que a muchos caminos serranos, claves para llegar y actuar
ante una emergencia, les falta mantenimiento, a cargo de los
consorcios camineros.
Como medida para
mitigar el peligro, recomendó sembrar especies menos combustibles en
calles cortafuego de las forestaciones y combinar pinares con
ganadería: los animales -dijo- ayudan a mantener las malezas bajas.
Fuente:
El cementerio de pinos suma riesgos de fuego en Calamuchita, 25/09/18, La Voz del Interior.
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