El pueblo de
Canals, al sur de Córdoba, quintuplica la tasa nacional de muertes
por cáncer. En Canals, las
fumigaciones prácticamente bordean las viviendas. Tiene una tasa de
610 muertes por cáncer cada 100 mil habitantes, mientras que la tasa
nacional es de 115. Los médicos sostienen que el patrón de
enfermedades cambió.
por Leonardo
Rossi
Desde Córdoba
Un nuevo capítulo
de los conflictos entre el modelo de agronegocios y la salud se narra
por estas horas en la provincia de Córdoba. El escenario se ubica en
el sudeste provincial: Canals, situado a medio camino entre Río
Cuarto y la santafesina Venado Tuerto. Esta área, históricamente
tambera y hoy típicamente agro-transgénica, ha vivido durante la
última década una oscilante conflictividad en torno al uso
descontrolado de agroquímicos. Pero de un año a esta parte, la
situación se agravó drásticamente. Ante la percepción del aumento
de casos de cáncer en forma sustancial, la Asamblea de Vecinos
Autoconvocados solicitó un relevamiento sanitario, que ya concluido
confirmó sus sospechas. Las muertes por cáncer en Canals implican
más de la mitad (55 por ciento) del total de fallecimientos,
mientras que a nivel provincial alcanzan a menos del veinte por
ciento.
Asamblea y
patrulla sanitaria
Fue un grupo de
habitantes del pueblo (igual que en Ituzaingó Anexo, Monte Maíz,
barrio San Antonio, Dique Chico) que comenzaron a reclamar un estudio
socio-sanitario, junto a mayores controles y el cumplimiento de la
ley provincial 9.164 que regula el uso de plaguicidas. Por ejemplo,
en su artículo 34 establece que los aplicadores terrestres deben
realizar las operaciones de carga, descarga, abastecimiento y lavado
en las afueras de los centros poblados. En Canals, afirman los
Vecinos Autoconvocados “esto no se cumple”. Asimismo, la
distancia de 500 metros desde la zona urbana para aplicaciones
terrestres de los productos más tóxicos (clase I y II) que exige la
ley, como así también los controles de máquinas, de aplicadores y
los resguardos según temperatura y viento son letra muerta. En un
comunicado enviado a este cronista, la asamblea sostiene que “todas
las semanas hay que tratar de frenar las máquinas, porque están
fumigando encima de la gente”. En este sentido, narran que días
atrás se dio un caso donde una mujer embarazada de tres meses acudió
a los Vecinos Autoconvocados porque “la estaban fumigando calle
mediante, en un procedimiento que finalmente fue frenado porque no
había habilitación para el mismo, y que estaba siendo avalado por
un agente municipal”.
“El descontrol
de las fumigaciones, la circulación de máquinas por el pueblo, la
presencia de depósitos donde lavan las fumigadoras al lado de las
casas nos pusieron en alerta, mientras que en paralelo observamos
cómo proliferan casos de cáncer, afecciones en la piel,
malformaciones que los propios médicos que nos atienden nos hicieron
relacionar con este cuadro ambiental”, explican sobre los
fundamentos que los movilizan.
Un espiral que
abruma
Frente a este
cuadro y luego de diversos reclamos, la asamblea emprendió un
estudio colaborativo junto a la Red de médicos de Pueblos Fumigados.
El trabajo divulgado como ‘Una epidemia silenciosa’ fue realizado
por el pediatra Medardo Ávila Vázquez, el psicólogo Carlos Zubiri,
el politólogo Martín Garay y el cirujano Adolfo Estrella. El
informe analiza los fallecimientos desde abril de 2017 a marzo de
2018 en este pueblo que ronda los 10.000 habitantes. Por un lado,
llamó la atención que la mortalidad esperada (más allá de las
causas) era de 78 muertes en un período de 12 meses, pero se toparon
con 111 fallecimientos. Y a eso se agrega que el número previsible
de muertes por cáncer en Canals en el período estudiado era de 22
personas como máximo, pero fueron 61. El trabajo destaca que la tasa
ajustada de mortalidad por cáncer a nivel nacional es de 115 cada
100.000; mientras que la tasa bruta de Canals es de 610 cada 100.000,
más de cinco veces mayor.
Estos datos
obtenidos mediante el relevamiento de una funeraria y encuestas a
familiares y allegados de las personas fallecidas contrastan
significativamente con un acta del Registro Civil local que indica
que en 2017 fallecieron 121 personas de las cuales sólo ocho
tuvieron como causal algún tipo de cáncer. Incluyendo la
posibilidad de personas que no hayan sido sepultadas en el cementerio
local, la diferencia en los datos es elocuente. Ese tipo de
información oficial, sumado a la ausencia de políticas del
intendente Carlos Peiretti llevó al grupo de activistas a impulsar
acciones como el relevamiento sanitario, reuniones y pedidos formales
de mayor regulación. “Ahora solicitamos más estudios para que se
conozca a fondo la situación ambiental del pueblo, pero que sea
hecho por académicos que vienen trabajando el tema como la Red
Universitaria de Ambiente y Salud de Córdoba (Reduas), y el GEMA
(Río Cuarto), porque el Ejecutivo como buena parte del Concejo
Deliberante están vinculados a la actividad agrícola y no quieren
avanzar en esto”.
Cuerpos no
resistentes
Por su parte
Avila Vázquez anticipó que complementarán el trabajo con un
“monitoreo de agua de lluvia, suelo y polvillo para observar si hay
contaminación con agroquímicos, y en qué nivel”, ya que es el
factor principal de afectación que se ha encontrado en “estudios
de otros pueblos con características similares”, como Monte Maíz
o San Salvador en Entre Ríos. Además, el miembro de la Reduas
solicitó a las autoridades “que se puedan contrastar los
certificados de defunción con lo relevado, y que se tomen medidas
inmediatas para resguardar la salud de la comunidad”.
Uno de los
demandantes de acciones concretas frente a este escenario es el
médico local Adolfo Estrella, con cuarenta años de actividad en
Canals. “Estamos cansados de ver casos de cáncer, y si bien uno no
puede decir esto empezó tal año, sí ve que hay un aumento
progresivo, y que el patrón de enfermedades ha cambiado”. En
diálogo con PáginaI12, Estrella describe el panorama crítico que
padecen: “Acá se fumiga a la vera del pueblo, y vemos que cada vez
se usan más y más químicos, porque las plantas se hacen
resistentes, y entonces tenemos un descontrol absoluto”. El médico
afirma que los plaguicidas “llegan vía aire cuando fumigan, pero
también quedan en la tierra y en el agua, algo que ya está
estudiado”. Después “cada cuerpo reacciona de forma diferente,
pero en definitiva necesitamos que no se exponga más a nadie a esto,
y que se cumplan las leyes para frenar esta irresponsabilidad”.
Fuente:
Leonardo Rossi, Bajo el descontrol de la fumigación, 03/09/18, Página/12.
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