Un fallo en San
Francisco fijó a la EPA un plazo de 60 días para retirar al
clorpirifos del mercado. En el país se vende hasta por Mercado
Libre.
por Patricio
Eleisegui
Provoca daño
neurológico, sobre todo en niños. Motiva desde la pérdida de
inteligencia hasta cambios en la conducta. Incluso a dosis bajas,
puede generar trastornos como el autismo.
La confirmación
de tamaña capacidad para generar daño derivó en una resolución de
la Justicia estadounidense que, divulgada en las últimas horas,
establece la prohibición de venta del insecticida clorpirifos en
todo el territorio de la nación norteamericana.
El fallo,
establecido por el tribunal de apelaciones de San Francisco, impone a
la Agencia de Protección Ambiental (EPA, su sigla en inglés) un
plazo de 60 días para retirar del mercado todas las formulaciones a
base del pesticida.
El producto en
cuestión, un organofosforado que irrumpió en la escena agrícola
durante los años 60, y hoy es pulverizado en casi 100 países sobre
medio centenar de cultivos diferentes, originó condenas legales en
años anteriores.
Por citar un
caso, Dow, desarrolladora del clorpirifos, fue multada en 1995 y 2003
por ocultar casi 250 casos de intoxicación con ese agroquímico sólo
en los Estados Unidos y continuar publicitando al insecticida como
producto “seguro”. En la sumatoria de ambas sanciones, Dow
culminó desembolsando a modo de pena más de 2,7 millones de
dólares.
Ya en 2011, un
estudio concretado por la universidad norteamericana de Columbia
vinculaba al insecticida con numerosos casos de niños afectados con
retrasos mentales y físicos en zonas cercanas a Nueva York. El fallo
actual terminó por confirmar este argumento.
La demostración
de la tragedia sanitaria que origina el uso de clorpirifos, tal como
acaba de comprobarse en Estados Unidos, adopta un tono más dramático
en cuanto se devuelve la vista hacia la Argentina. En concreto, se
trata del insecticida más utilizado en la producción agrícola en
general.
Residuos de
clorpirifos han sido constatados en sendas experiencias científicas
llevadas a cabo por especialistas del Centro de Investigaciones del
Medio Ambiente (CIM), dependiente de la Universidad de La Plata, y el
CONICET. Desde muestras de agua recabadas en cuencas de la talla del
río Paraná hasta producciones de frutas y verduras monitoreadas por
el SENASA, el agrotóxico ostenta una presencia que no conoce
límites.
A tono con esto,
su comercialización se encuentra tan liberada que resulta muy
sencillo adquirir formulaciones de clorpirifos a través de portales
de comercio electrónico como Mercado Libre.
Lo decidido ahora
por la Justicia de los Estados Unidos, previa constatación médica y
científica, ¿tendrá algún efecto sobre las regulaciones para el
uso de sustancias peligrosas en la producción de alimentos?
Los antecedentes
invitan a suponer que no habrá cambios a favor de la salud pública.
El dictamen de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el
herbicida glifosato y su relación con el cáncer fue descartado de
plano por las autoridades nacionales.
Lo mismo cuenta
para la atrazina -prohibida en Europa desde comienzos de 2000-,
el insecticida carbaril -de uso vetado en Gran Bretaña, Alemania,
Suecia, Dinamarca y Austria, entre otros países, por generar
cáncer-, el fungicida iprodione -de aplicación prohibida sobre
frutas en Estados Unidos desde 1996- o el insecticida novaluron -sacado de circulación en casi toda Europa en 2011-.
La decisión
legal ahora fijada en los Estados Unidos obliga pensar en el rol de
los jueces argentinos, la existencia o no de reacción, ante la
impostergable necesidad de garantizar la seguridad sanitaria en todo
el territorio nacional.
Fuente:
Patricio Eleisegui, Por generar daño cerebral, Estados Unidos prohíbe al insecticida de Dow más usado en el agro argentino, 10/08/18, IProfesional. Consultado 10/08/18.
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