Debemos producir
alimentos más nutritivos que provoquen un impacto medioambiental
menor. Ya hay iniciativas para ello.
por Elwyn
Grainger-Jones
Estar en deuda
con la naturaleza es peligroso, porque cuando las reservas de agua se
agoten y no queden ni aire limpio ni tierra cultivable, no
dispondremos de un segundo planeta que nos facilite estos recursos.
Pero ese es el escenario al que ahora mismo nos dirigimos.
El 1 de agosto de
2018 tuvo lugar un suceso anual conocido como el Día de la Deuda Ecológica. Ese día señala la fecha en que ya se han consumido más
recursos de los que el planeta puede generar a lo largo de un año.
La de este 2018 es la fecha más temprana en la que se ha señalado.
Uno de los
aspectos que más presión ejerce sobre las limitaciones del planeta
es nuestro sistema alimentario. Este representa la forma en la que la
humanidad cultiva, produce, transporta y consume alimentos. La forma
en la que estas actividades se llevan a cabo hoy favorece el cambio
climático y la deforestación. Están disminuyendo las reservas de
agua dulce y la biodiversidad.
Debemos
transformar los sistemas alimentarios actuales para producir
alimentos más nutritivos que provoquen un impacto medioambiental
menor. Con este fin ya hay en marcha una serie de iniciativas
repartidas por todo el mundo. Aquí presentamos cinco propuestas
científicas, relacionadas con la cría de ganado, el cultivo de
alimentos y el reciclaje de aguas residuales.
Todas ellas
podrían ayudarnos a saldar esta deuda, cada vez mayor, que tenemos
con el planeta.
Medidas
inteligentes
Reducir las
emisiones animales: Después del sector energético y del transporte,
el sistema alimentario constituye uno de los principales emisores de
gases de efecto invernadero. Es responsable de alrededor de una cuarta parte de las emisiones totales. La cría de ganado para
producir carne y lácteos supone un 14,5 %, debido al gas metano que
expulsan los animales.
Una investigación
impulsada por el Instituto Internacional de Investigaciones Agropecuarias trabaja en Brasil y Uruguay en la identificación de
vacas que produzcan menores emisiones de metano. Una vez
identificadas, se podrán criar y reproducir de forma natural. Se
espera que esta medida reduzca las emisiones asociadas a la ganadería
entre un cinco y un 20 %.
Recuperar
alimentos olvidados: El 75 % de los alimentos producidos en el mundo
procede solo de 12 tipos de cultivo y cinco especies animales. Se
estima que unas 940 especies de plantas cultivadas están en peligro
de extinción. Existen multitud de alimentos olvidados que son
resistentes a los cambios del clima, cargados de nutrientes y que
podrían producirse de forma sostenible. La berenjena africana es de
color rojo o anaranjado y tiene unas hojas extremadamente ricas en
calcio, hierro y betacaroteno (que el cuerpo transforma en vitamina
A).
Resulta lógico
estudiar estos tesoros nutricionales abandonados con la misión de
suplir la demanda mundial de alimentos. Científicos del Consorcio Africano de Cultivos Huérfanos, organizado por el Centro Agroforestal Mundial, emplean técnicas de hibridación con cultivos
infrautilizados para mejorar su resiliencia y calidad nutricional.
Agricultura de
precisión: El nitrógeno, el fósforo y el potasio son nutrientes
esenciales para el crecimiento de los cultivos alimenticios. El abuso
de estos fertilizantes empieza a superar la cantidad máxima de
sustancias químicas que la naturaleza puede asimilar.
Un estudio
llevado a cabo por el Programa de Investigación de CGIAR en Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria en un área de
cultivo de trigo localizada en México ha demostrado que una
aplicación más precisa de nitrógeno disminuye significativamente
las emisiones y vertidos asociados a su uso. Todo ello sin afectar a
las cosechas.
Algunos
investigadores estudian y promueven prácticas responsables para
ayudar a los agricultores a emplear los fertilizantes de una forma
más eficiente. Para ello analizan la cantidad de nitrógeno presente
en el suelo y el clima. Han probado sensores portátiles capaces de
calcular el nitrógeno que necesitan las plantas, lo que pueden
indicar a los agricultores la cantidad óptima de fertilizante que
deben emplear.
En 2017 y 2018,
agricultores mexicanos del Valle de Yaqui ya usaron dispositivos con
sensores similares acoplados en drones para obtener recomendaciones
sobre las necesidades de fertilizante de más de 400 hectáreas de
cultivos de trigo.
Controlar la
deforestación desde el cielo: Se estima que la agricultura fue,
entre 2000 y 2010, responsable del 80 % de la deforestación mundial.
La producción de aceite de palma, que se emplea en infinidad de
productos, desde el pan hasta el helado, es uno de los principales
causantes de la deforestación. Los agricultores de los países
productores destruyen bosques constantemente para plantar palmas de
aceite.
El Centro para la Investigación Forestal Internacional ha elaborado un mapa que
permite el control de prácticas no sostenibles. Este cuenta con una
herramienta, conocida como Atlas de Borneo, que muestra, a través de
imágenes por satélite actualizadas con regularidad, el impacto que
tienen las 467 plantaciones extractoras de aceite de palma de la isla
en las áreas forestales cercanas. También cualquier indicio de
expansión de las plantaciones existentes. El objetivo es que esta
mayor transparencia promueva la eliminación de prácticas no
sostenibles en las cadenas de abastecimiento por parte de las
compañías.
Reciclar aguas
residuales: Alrededor de un 84 % del agua dulce del mundo se destina a
la agricultura. Se espera que para 2030 la demanda agraria de agua
será superior a la cantidad de agua disponible, dejando totalmente
desabastecida la demanda para uso doméstico.
Más de la mitad
del agua dulce del mundo acaba convertida en residuos inutilizables.
Por este motivo, el Instituto Internacional de Gestión del Agua ha
estudiado hasta 24 propuestas para la reutilización de aguas
residuales, de manera que esta resulte rentable.
En Bangladés,
por ejemplo, el agua residual de un complejo hospitalario, que
normalmente habría acabado vertida en un río cercano, ha sido
reutilizada en la producción de alimentos ricos en proteínas para
la cría de peces. Los beneficios de la venta de estos peces
rápidamente superaron los costes del proceso, de manera que la
propuesta comportó ventajas tanto a nivel económico como de
seguridad alimentaria para la zona.
Saldar nuestra
deuda
La naturaleza es
implacable, como el cobrador del frac. Pero como reflejan estos
proyectos, y otros tantos gestionados por científicos de todo el
mundo, la humanidad no está perdida. Todavía nos quedan muchas
opciones por explorar para conseguir un sistema alimentario más
sostenible y saldar nuestra deuda con el planeta.
Este artículo
fue publicado originalmente en The Conversation. Elwyn Grainger-Jones
es director ejecutivo de la Organización del Sistema CGIAR, que
recibe fondos de una amplia gama de donantes
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Fuente:
Fuente:
Elwyn Grainger-Jones, Cómo proteger el planeta transformando el sistema alimentario, 20/08/18, El País.
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