Los
ambientalistas cuestionan que el salmón es una especie exótica y la
forma de producción es contaminante.
por Gretel Gaffoglio
Los esfuerzos del
presidente Macri por atraer inversiones llegaron hasta Noruega. En
marzo los reyes nórdicos Harald V y Sonia visitaron la Casa Rosada y
fruto de ese encuentro el ministerio de Agroindustria suscribió con
Noruega un convenio de cooperación para estudiar la factibilidad de
desarrollar la acuicultura en el país: la cría industrial de peces
en jaulas oceánicas o en piletones indoors.
Según confirmó
a Clarín la subsecretaría de Pesca, el salmón es la especie
elegida para el desarrollo acuícola tanto en el Canal de Beagle como
en el litoral santacruceño del mar argentino.
Pero el acuerdo
no está exento de polémica y ya es rechazado por amplios sectores
ambientalistas. Cuestionan que el salmón es una especie exótica y
que su producción es contaminante. La concentración de heces y
pellets con antibiótico que se asientan en el lecho marino, y que
otras especies como crustáceos pueden ingerir, constituyen una
amenaza para la salud del mar. Ese debate en el litoral chileno está
hoy al rojo vivo, con miles de activistas que aseguran que el exceso
de concesiones para la salmonicultura ha saturado al ecosistema
marino. Afirman que el resultado es la proliferación de algas
tóxicas emparentadas con la marea roja.
Tanto biólogos
como oceanógrafos, argentinos o chilenos consultados por Clarín,
repiten el argumento: “El salmón es una especie exótica que
depreda la biodiversidad nativa de peces". Citan como ejemplo lo
ocurrido en Argentina en los años ‘20.
“La trucha, que
es un salmónido, fue introducida con fines deportivos en los lagos
de la Patagonia. La región contaba con amplia biodiversidad de
especies ictícolas. Pero al introducirla, la trucha depredó a todas
las demás especies”, explican los biólogos.
En Argentina,
además, la polémica por la cría de salmón en jaulas oceánicas
llegó a los cocineros más encumbrados que hicieron campaña para no
consumir salmón chileno por las presuntas dosis de antibióticos que
contendría su carne anaranjada.
En Chile, los
salmones son el segundo producto de exportación después del cobre.
Exportan unas 830.000 toneladas anuales a EE:UU, Japón, Brasil,
Rusia, Europa y China y representa un negocio de 4,6 billones de
dólares.
Argentina es un
mercado exiguo para los salmones chilenos: se importan 8100 toneladas
por un valor de US$ 62 millones, que se consumen principalmente en
platos de sushi.
Desarrollar la
salmonicultura en nuestro país supone pagar un costo ambiental muy
alto, argumentan los ambientalistas locales. Explican que los
salmones se alimentan con pellets (así denomina a la porción de
alimento balanceado) de harina de pescado. Alimentar a un salmón
insume 9 kilos de peces. Y es en los pellets donde se adosan los
antibióticos.
Clarín elevó un
cuestionario a las autoridades de la Subsecretaría de Pesca y éstas
fueron las respuestas.
- ¿Cuántas
salmoneras están proyectando instalar en mar argentino?
- Se está
trabajando para desarrollar una pesquería de entre 20/50 mil
toneladas. La hipótesis es de 2 a 4 conceciones en el Canal Beagle.
Santa Cruz es una hipótesis de trabajo en San Julián pero para una
segunda etapa.
- ¿Han iniciado
los estudios de factibilidad para su instalación?
- Tenemos
previsto iniciar el estudio de factibilidad y cargas en los próximos
2 meses.
- ¿Qué tipo de
recaudos tomarán para que no se contamine el lecho marino?
- Para eso son
precisamente los estudios. Evaluar la capacidad de carga de la zona
para generar una pesquería sustentable. Evitando errores que se
cometieron en otros países por exceso de cargas. Se trabaja entre la
subsecretaria de pesca y acuicultura y la secretaria de pesca de la
provincia de tierra del fuego.
Las autoridades
de “Salmones Chile”, el grupo empresario que nuclea a las 22
empresas productoras de salmón en jaula, también hicieron su
aporte. Su presidente, Arturo Clement, reconoció el uso de
antibióticos para la cría e indicó que existen 400 salmoneras
activas en los mares chilenos.
“Utilizamos
antibióticos con fines terapéuticos porque los salmones contraen
una enfermedad llamada ISA. Eso no significa que el salmón, al
momento de consumirse, mantenga el antibiótico porque los testeamos
antes de cosecharlos. El producto llega al mercado de destino con un
remanente ínfimo de antibióticos que está dentro de los parámetros
permitidos”, afirma.
Alejandro Clement
es, además, biólogo. Tiene un posgrado en Oceanografía y brinda
servicios de mediciones oceanográficas a la salmonicultura chilena.
- ¿Es mito o
verdad que los salmones de granja crecen hacinados?
- El hacinamiento
sucede al igual que en la cría de pollos y cerdos.
- ¿Cómo
combaten la contaminación marina por fecas?
- Eso ciertamente
es un problema, porque se depositan en el lecho marino o se
desintegran a través de la descomposición de bacterias y de otros
microorganismos que habitan el sustrato marino. Esa es, precisamente,
la “zona de impacto”, la cual es monitoreada por las autoridades.
Luego de 21 meses de cría, que es lo que tarda en crecer el salmón
hasta llegar a sus 5 kilos, hay un reposo o barbecho de 3 meses para
clarificar los fondos.
- ¿Cuál es su
opinión sobre el uso de antibióticos?
- Es un mal
necesario. Deberían ir disminuyéndolos cada vez más para que no
queden residuos en el medio ambiente.
- ¿Puede una
especie exótica sobrevivir sin antibióticos?
- Ese punto no lo
tengo claro.
Consultado el
SENASA, el organismo aseguró que “desde 2017 a la fecha, los
salmones procedentes de Chile han arrojado resultados aptos para el
consumo”, lo que contradice un estudio de la UADE de 2017, que
señalaba altos contenidos de antibióticos en salmones chilenos.
Clarín visitó
las salmoneras en el país transandino. Se embarcó 6 días en el
rompehielos Artic Sunrise de Greenpeace GP). Navegó por el Estrecho
de Magallanes hasta adentrarse entre los fiordos y canales fueguinos.
A lo largo de la
travesía, el barco ancló frente a distintas salmoneras. A bordo de
semirígidos, contiguos a las jaulas, un oceanógrafo realizó
mediciones de CTD (conductividad, temperatura y densidad del agua).
“El problema es que no existen parámetros previos a la instalación
de estas jaulas, y no es posible hacer un estudio comparativo”,
explicó el doctor en oceanografía Ernesto Molina.
El equipo de
Clarín tuvo la posibilidad de escudriñar las jaulas: una espuma
amarillo rosácea bordeaba el conducto de las mangueras. Por allí
succionan a los salmones para extraerlos del agua. “Esa espuma de
color desagradable, en aguas prístinas, es resto de pellets y
antibiótico”, señaló la geógrafa Estefanía González. “La
jaula está rota porque los lobos marinos la rompen para comerse los
salmones. Estos se escapan y depredan a las demás especies”,
agregó.
A escasos metros
de las salmoneras, un resoplido puso a todos en alerta: “Ballena
jorobada a babor!”, gritó el marinero. El cetáceo retorció su
lomo para ir a una inmersión profunda. Desplegó su fastuosa cola y
se sumergió apacible en su mar.
“Incentivar la
salmonicultura en el mar argentino es un suicidio ambiental -dicen en
GP- Y más cuando se impulsan parques marinos cerca del Canal de
Beagle”.
Fuente:
Gretel Gaffoglio, Aprueban instalar salmoneras en el mar argentino: debate por el daño ambiental, 12/05/18, Clarín. Consultado 16/05/18.
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