por Javier
Llorens
Nelly no era
santiagueña, ni tenía una mezcla de sangre aborigen con francesa.
No era añosa, con casi 98 años, ni estaba casada con Tian, ni era
madre de once hijos, dos de ellos desaparecidos. Ni tenía 27 nietos
y 35 bisnietos. No era Madre de Plaza de Mayo, ni dirigente de
Familiares de Desaparecidos y Detenidos Políticos, ni asidua
visitante a las cárceles donde algunos de sus hijos estuvieron años
detenidos. Ni tampoco hacia rondas casi en solitario junto a Tian en
la hosca plaza San Martín de Córdoba, en la que también paseaba el
temible Gral. Menéndez.
Nelly no era
católica, ni licenciada en teatro, aunque a veces actuaba muy bien.
No era un poquito cascarrabias, ni una cortes anfitriona. No era
música, ni clásica ni popular, tampoco era folklorista, y por eso
no era una zamba, ni una chacarera, ni una vidala. Tampoco cantaba,
ni tocaba la caja, ni era poeta, ni lectora asidua de cosas muy
variadas, ni participante en talleres de literatura, ni alegre
concurrente a veladas que duraban hasta la madrugada. Y no cocinaba
jugosas empanadas y alfajores santiagueño, ni tejía en sus últimos
días asiduamente ropitas para sus bisnietos.
Nelly era todo
eso, y mucho más. Junto con su compañero Tián, fue la casi última
integrante de una generación que supo honrar la vida, sin dobleces,
imposturas, mezquindades, y sin afán de lucro y riquezas. Viviéndola
honesta e intensamente, sin estupefacientes, en un siglo XX
discepoliano, problemático y febril, donde el desarrollo tecnológico
cambió al mundo enteramente. Mientras sucedían catástrofes como
las guerras mundiales, y las religiones tradicionales entraban en
crisis. A la par que las ideologías confrontaban, se imponían, y se
derrumbaban, lo que tocó íntimamente en el seno de su familia.
Acabando así con todas las certezas.
Nelly y Tian
tomados de la mano, y cumpliendo acabadamente con sus deberes
paternales, supieron transitar dignamente todos esos duros avatares,
tratando de ser lúcidos y adaptativos ante ellos, pero manteniendo a
la par sus convicciones, en tiempos confusos, inciertos, angustiosos,
y peligrosos. Y ahora seguramente habrán vuelto a enlazar sus almas
en el más allá, dejándonos un poco más solos, en este maremagnun
líquido de la vida moderna, donde como náufragos cada una va
chapoteando abrazado a cualquier madero, para tratar de no hundirse
en él.
Podríamos decir
que Nelly -igual que Tian- no falleció, sino solo desfalleció, y
sigue entre nosotros. Pero las cosas no son así en este insondable,
infinito, y eternamente cambiante cosmos, y el misterio de la
fugacidad de la vida y de la muerte, donde los hombres y mujeres
pasan sin dejar sombra alguna en la inmensidad de él. Pero si
podemos decir que el intenso perfume de Nelly, igual que el de Tian,
permanecerá mucho mucho tiempo entre nosotros.
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