Este texto es el Prólogo del libro de Eduard Rodriguez Farré y Salvador López Arnal, “Crítica de la (sin)razón nuclear. Fukushima, un Chernóbil a cámara lenta”, Vilassar de Mar (Barcelona), El Viejo Topo, 2018.
por Miguel Muñiz
En 2008 se
publicó "Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos
de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente". Un
libro escrito desde el compromiso y el rigor científico, que eludía
los falsos debates "económicos" y mostraba la realidad de
la energía nuclear: una tecnología prepotente, que enmascaraba su
fracaso con una peligrosa huida hacia delante. La obra abordaba
cuestiones éticas, abría nuevas perspectivas y marcaba las claves
del momento.
La memoria es
necesaria. Leer "Casi todo lo que usted desea saber sobre los
efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente"
supuso una bocanada de aire fresco en un ambiente enrarecido por la
presión del "renacimiento nuclear". Entender la
importancia de aquella obra, y por lo tanto de ésta, supone un breve
recorrido histórico.
El "renacimiento
nuclear" comenzó en 2001. Cuando la industria consideró
desvanecido el recuerdo de Chernóbil, constató que hacía años que
no se construían reactores, y valoró que se encontraba en una
coyuntura favorable: la crisis energética pasaba de rumor a clamor:
cambio climático, presencia del "peak-oil", inestabilidad
en zonas extractivas, guerras por el control de las reservas, subidas
y bajadas del precio del petróleo, problemas de suministro, las
renovables como única opción a medio y largo plazo, etc.
El catecismo
neoliberal proclama que una crisis es sólo una oportunidad de
negocio; y la industria nuclear obró en consecuencia. Aunque en
España la beligerancia pro-nuclear del Partido Popular ya se
manifestó en 2001, el "renacimiento nuclear" no se
desarrolló hasta 2005, cuando la industria desplegó una vasta
campaña para determinar la agenda política.
No se escatimaron
medios, se reclutó un selecto grupo de empresarios, representantes
políticos, periodistas, ex-presidentes de gobierno y ex-ministros,
líderes sindicales, científicos y profesores universitarios,
expertos y opinadores, etc. Ese grupo constituyó un potente coro
mediático pro-nuclear que repetía una y otra vez el mismo
estribillo: que la energía nuclear era una opción económica de
futuro, que era necesaria como "parte de la solución" a la
crisis energética y al cambio climático, y que nos amenazaba un
futuro de inacabables desgracias si no sabíamos "hacer frente a
los retos"; expresión ambigua, muy al uso entre grupos sociales
que protegen sus privilegios trasladando al resto una permanente
sensación de zozobra e inseguridad, para así evitar que se
reflexione sobre lo bien que viven ellos.
La campaña,
meticulosamente planeada, determinó un terreno de juego preciso.
Aspectos del debate nuclear que eran comunes antes e inmediatamente
después de Chernóbil, quedaron excluidos o se mencionaban de
pasada: radiaciones, enfermedades, contaminación del entorno,
impactos de la minería de uranio, incremento de los residuos,
seguridad, armamento, etc. ; en resumen, todo lo que relacionase
nuclear con conflictos irresolubles y/o daños a personas o al medio
ambiente, fue considerado "tabú".
Antes de
"renacimiento", el debate giraba en torno a hechos; se
debatía sobre lo que se ocultaba a la sociedad, o sobre lo que se
demostraba mediante investigación. El "renacimiento"
decretó que los hechos era "confusos" y "poco
concluyentes". Cualquier denuncia, aunque estuviese probada
hasta el último detalle, era "contrastada" antes de ser
publicada, es decir, se consultaba a portavoces de la industria
nuclear, y sus opiniones aparecían al mismo nivel que los datos de
la denuncia. El debate pasó de los hechos a las "percepciones".
Se multiplicaron
las disertaciones, sin ningún tipo de rigor, sobre la aportación de
las nucleares a la "mitigación" del cambio climático, la
seguridad del suministro, el incremento de la demanda energética,
los nuevos reactores de diseños "intrínsecamente seguros",
el EPR, la energía nuclear de fusión y, sobre todo, la economía,
mucha economía. Aparecieron propagandistas y expertos que repetían
las consignas del "renacimiento" (por cierto, la
contribución del máximo exponente de ese grupo, el profesor Manuel
Lozano Leyva, es analizada y refutada en detalle en este libro), pero
también aparecieron expertos críticos, personas que cuestionaban la
viabilidad del "renacimiento nuclear" sin salir de los
marcos establecidos.
Mantenerse en el
terreno de juego, bien para apoyar o para criticar las nucleares,
suponía ser calificado de analista y/o experto por los medios; salir
del terreno de juego, es decir, insistir en cualquiera de los
aspectos excluidos, llevaba a ser considerado radical de visión
estrecha y/o activista descerebrado. En el debate no tardó en
aparecer la "gran cuestión" a la que se dedicaron (y se
dedican aún) abundantes discursos: ¿puede la energía nuclear
superar la "prueba del mercado"? Y la pregunta recurrente,
¿"regresa" la energía nuclear?
Las personas que
combinábamos activismo voluntario y vida laboral fuimos desbordados:
el coro mediático pro nuclear y los críticos copaban la agenda,
aparecían en todos los medios; el discurso crítico dejó a un lado
la sociedad, las personas y el medio ambiente; se centró en el
análisis de dictámenes de agencias de calificación de riesgo
financiero, movimientos bancarios en torno a las eléctricas, costes
de inversión, precios del kilovatio hora, "viabilidad de
mercado", etc. Ignorando todas las trampas económicas que
rodean la contabilidad energética en general, y la atómica en
particular (trampas denunciadas durante años), las voces críticas
se centraron en la competitividad, en demostrar que las nucleares no
eran competitivas y que las energías renovables, en cambio, eran
baratas, fiables y competitivas.
Fue entonces, en
plena ofensiva nuclear, cuando apareció “Casi todo lo que usted
desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el
medio ambiente”, que nos suministró conocimiento de calidad y con
formato pedagógico; conocimiento que no se sometía a las
directrices del terreno de juego. Aunque fuese ahogado por el
discurso dominante, el libro era imprescindible, recordaba la
vigencia y realidad de Chernóbil, y detallaba manipulaciones y
silencios usados para negarla.
Recuerdo un cruce
de opiniones con uno de los expertos críticos del momento; a mi
pregunta de por qué en sus frecuentes intervenciones mediáticas
siempre minimizaba o silenciaba los impactos ambientales y las
secuelas humanas y ecológicas de la catástrofe de Chernóbil, me
contestó que entrar ahí era perder el tiempo, que ya casi nadie
recordaba Chernóbil, que mucha gente joven ni había nacido cuando
se produjo, etc.
Esa era la cruda
realidad; pese al libro y pese las acciones de denuncia (como el
recordatorio de los 20 años de Chernóbil en que se intentó una
movilización social amplia), la ofensiva mediática del
"renacimiento" era tan repetitiva, tan potente y tan
sostenida que empezó a afectar a la "percepción" social.
Sólo se podía argumentar que las nucleares eran "inviables
económicamente en mercados competitivos", y esperar a ver que
decidían los tales "mercados". Aunque a partir de 2008 se
empezó a descubrir que los "mercados" eran sólo un
eufemismo que ocultaba los intereses corporativos de bancos y
empresas, y creció la protesta social por la especulación y el
saqueo descarado de los que mandaban, el "renacimiento nuclear"
estaba al margen de todo ello, encerrado en su propia "burbuja".
En 2009,
consiguieron que Garoña no se cerrara, pese a la oposición que
generaba y los riesgos que suponía. En abril de 2010, el
Eurobarómetro mostraba en toda Europa una tendencia de apoyo
creciente a la energía nuclear y al papel que debía desarrollar en
el futuro ( http://europa.eu/rapid/press-release_IP-10-478_es.htm );
encuestas similares por todas partes. El "renacimiento"
estaba alcanzando sus objetivos.
Once meses
después de aquel Eurobarómetro, Fukushima explotó.
El desconcierto
de la industria nuclear ante lo inesperado no duró ni un mes.
Rápidamente se pasó del discurso triunfal al de la resignación,
del "renacimiento nuclear" a la necesidad nuclear, una
necesidad que venía impuesta por el cambio climático. Ahora se
reconocían universalmente unos inevitables riesgos. ¿Existen acaso
tecnologías libres de riesgos?, se proclamaba.
El brutal impacto
de Fukushima no llegó a cuestionar el terreno de juego; los
analistas o expertos homologados, especialmente los críticos,
siguieron adaptándose a las directrices impuestas para no perder el
favor de unos medios férreamente controlados. El experto crítico al
que yo había interpelado siguió con su discurso centrado en la
economía, sin mencionar cosas como contaminación radioactiva,
enfermedades o cáncer; pese a que ahora tenía una catástrofe
nuclear humeante y bien presente. Las implicaciones de Fukushima se
redujeron a un problemas de costes. Incluso algunos críticos
llevaron el problema de costes, a la necesidad de encontrar un
equilibrio entre seguridad y garantía del suministro eléctrico,
dando así el comprensible paso de analistas críticos a expertos
objetivos.
Para el activismo
voluntario, Fukushima supuso un efímero auge. Durante las primeras
semanas de la catástrofe las asambleas para debatir acciones de
denuncia contaban con una presencia mucho mayor que la provocada por
Chernóbil. Durante la primavera y el verano de 2011 se produjeron
manifestaciones contra la energía nuclear en varios lugares de
España, se llegó al nivel de movilización previo al cierre de
Vandellós 1 en 1989–1990. Fue una respuesta muy intensa, pero de
poco recorrido; el aluvión de personas disminuyó cuando se comprobó
que la industria nuclear no se rendía; a ello se añadieron cosas
que exigirían un análisis profundo, como la idea equivocada de que
se puede combatir el poder de la industria con mensajes en internet o
recogidas de firmas virtuales, por poner sólo dos ejemplos.
Entre Chernóbil
y el "renacimiento nuclear" transcurren 15 años, los
necesarios para que se produzca el olvido; entre Fukushima y la
petición de la industria nuclear para que la Cumbre del Clima de
París (COP 21, diciembre de 2015) asuma la energía nuclear como
mecanismo de mitigación del cambio climático, transcurren 4 años y
9 meses; menos de un tercio del tiempo anterior. Aunque la COP21 no
aceptó la petición, otorgó a la Agencia Internacional de Energía
Atómica la consideración de miembro observador en las reuniones de
la Conferencia de las Partes. Antes, en septiembre de 2013, el Comité
Olímpico Internacional ya había elegido a Tokio como ciudad
organizadora de la 32ª edición de los Juegos Olímpicos. La
situación informativa, política y social se considera controlada, y
el "renacimiento", convenientemente adaptado a
"mantenimiento", continua.
Un apunte: este
prólogo se redacta mientras la industria nuclear en España, una vez
conseguido su objetivo de mantener funcionando las centrales 60 años
sin que interfieran las revisiones de seguridad, negocia
discretamente una rebaja de impuestos con el gobierno del Partido
Popular invocando los costes que suponen las "exigencias"
legales de seguridad y la merma de beneficios que implican.
Por eso este
libro de Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal es tan
oportuno como necesario. Su título y subtítulo: Crítica de la
(sin)razón nuclear. Fukushima, un Chernóbil a cámara lenta
sintetiza los ejes que marcan la resistencia nuclear en el siglo XXI.
El apartado sobre
Fukushima es una batalla contra el olvido, el arma más poderosa de
la industria nuclear; Eduard y Salvador combaten con hechos y datos
la disciplinada, sistemática e inhumana respuesta de la industria a
una catástrofe social y ambiental que sigue desarrollándose hoy.
Así, la
pretensión de reducirlo todo a un problema de costes, naufraga ante
la información que presentan los autores, dos personas con
conocimientos puestos al servicio de las llamadas "clases
subalternas", porque la radiación afecta a todos los seres
vivos, pero no todos tienen los mismos recursos para protegerse o
combatir sus secuelas.
No obstante, el
libro va más allá.
Profundizando en
una línea que ya iniciaron en “Casi todo lo que usted desea...”,
En la encrucijada abunda en la idea de que la resistencia a las
nucleares es una cuestión profundamente ética. No basta con
disponer de modelos u hojas de cálculo con cifras de substitución
de potencia energética nuclear por energías renovables. De poco
sirve la abundancia de datos si no predominan valores que,
aparentemente, poco tienen que ver con la técnica y la ciencia
atómica; de ahí que, al margen de los testimonios humanos que
ilustran los apartados, un tercio de la obra esté dedicado a un
recorrido por el pensamiento de maestros de la filosofía y el
conocimiento científico, de la política y la literatura, algo que
puede parecer chocante en una obra de este tipo, pero que no lo es en
absoluto.
Ya que estamos
ante un conflicto a largo plazo, que exige combinar la sabiduría
resistente con un conocimiento preciso y riguroso. Por ello que el
recorrido inicial que los autores realizan por el concepto de
Antropoceno no puede ser más acertado. La frase: "más vale hoy
activos, que mañana radiactivos" sigue plenamente vigente, pero
debe ser actualizada para que mantenga su valor en el siglo XXI.
Cada día se
desmiente la ilusión de que la energía nuclear "desaparecerá
naturalmente". Las nucleares surgieron de una voluntad política,
se mantienen por una voluntad política, y cumplen una función
política. En el siglo XXI la industria nuclear gana tiempo,
pervivirá y se renovará mientras quede uranio. Ni fantasías sobre
"mecanismos de mercado", ni la repetición de que las
nucleares son cosa del pasado, ni un hipotético auge de las energías
renovables (cuyo mayor obstáculo es, precisamente, las centrales
nucleares) la hará "desaparecer". Sólo el conocimiento
riguroso y la resistencia tenaz de personas que se nieguen a ser
víctimas puede llevar a que la encrucijada más fatídica de la
historia de Humanidad conduzca a una humanidad libre sobre una Tierra
habitable.
Para que la
ciudadanía no asuma las mentiras mil veces repetidas hay que repetir
mil veces las verdades que las desenmascaran. Reiterarlas una y otra
vez, con esa combinación de divulgación rigurosa y facilidad de
expresión que Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal
dominan. Hay que seguir el viaje que realiza este libro por la
realidad de Fukushima y los recovecos del poder nuclear para
entender, ayudar, actuar y vivir.
La persona que
debería haberlo prologado murió el 5 de diciembre de 2014; Ladislao
Martinez, Ladis, fue el incansable activista voluntario y cordial
compañero que sabía combinar rigor y capacidad divulgativa para,
como los autores del libro, activar en cada persona el deseo de saber
y la voluntad de trabajar por un futuro sin nucleares en una sociedad
justa y sostenible sobre una tierra habitable. Junto con mi
agradecimiento a Eduard y Salvador por su confianza sirvan estas
líneas como homenaje tardío al compañero y amigo que tanto nos
ayudó a comprender.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Chernobyl I", de Roberta Griffin. La artista se basó en una fotografía de una cámara de seguridad de la central nuclear de Chernóbil, que capturó el momento de la explosión del reactor 4. El estilo está inspirado en la obra de Joseph Turner (1775-1851), quien a menudo representaba escenas violentas insertas en un remolino de luz.
La obra de arte que ilustra esta entrada es "Chernobyl I", de Roberta Griffin. La artista se basó en una fotografía de una cámara de seguridad de la central nuclear de Chernóbil, que capturó el momento de la explosión del reactor 4. El estilo está inspirado en la obra de Joseph Turner (1775-1851), quien a menudo representaba escenas violentas insertas en un remolino de luz.
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