Greenpeace
denunció el desmonte ilegal en una finca salteña de un primo del
jefe de Gabinete. La
zona está protegida por la Ley de Bosques y de Tierras Indígenas.
En ella viven diez familias wichi y siete criollas. Para talar, el
dueño esgrime un permiso otorgado por el gobernador Urtubey. Pero
Greenpeace sostiene que es contrario a la legislación.
por Juan Funes
Las
topadoras en la finca salteña Cuchuy -propiedad de Alejandro Jaime
Braun Peña, primo segundo del Jefe de Gabinete, Marcos Peña-
retomaron el avance que habían cesado en 2013, al tratarse de una
zona protegida por el Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos y
por la Ley de Tierras Indígenas. La finca está ubicada en
Corralito, en donde viven 10 familias wichi y 7 familias criollas. El
desmonte sobre esa zona de 8962 hectáreas de bosques había sido
autorizado por el gobierno provincial de Juan Manuel Urtubey con una
rezonificación del área protegida por la Ley de Bosques, a pedido
de los propietarios de la finca para plantar soja. En diálogo con
PáginaI12, el coordinador de la Campaña de Bosques de Greenpeace,
Hernán Giardini, advirtió que en la finca “quedan entre 2 mil y 3
mil hectáreas de monte”, en donde viven “cuatro comunidades
wichi que fueron arrinconadas en el último lote, alrededor de un mar
de soja”. Ángel Amancio, habitante de una de las comunidades de
Corralito, dijo a este diario que “vimos 4 máquinas que están
abriendo picadas para meter las cadenas. Trabajan sin parar de sábado
a domingo. A este ritmo en un mes terminan de desaparecer todo el
monte”.
Amancio
contó que hace un mes fue a recorrer el monte con otros integrantes
de la comunidad wichi Chorrito, que está dentro de Corralito, y
encontraron dos máquinas que abrían picadas entre los árboles, a
unos 5 kilómetros de donde están sus casas. “Cuando les
preguntamos a los operarios de dónde venían nos dijeron que eran de
la empresa de Braun Peña, que era propiedad privada y no podíamos
estar ahí”, relató Amancio. “Les contestamos que nosotros
éramos de ahí. Yo nací en Chorrito y aquí murieron mis abuelos.
En nuestra comunidad somos 32 personas, pero entre las tres
comunidades somos 17 familias”, agregó.
Cuando
la semana pasada volvieron a la zona en la que habían visto las
máquinas un mes atrás, vieron 4 topadoras y varios caminos ya
abiertos que penetraban el bosque. “Están abriendo el monte para
poder meter las cadenas”, explicó Amancio. “Nos estamos
organizando para ver cómo podemos hacer para frenarlos. Pero la
justicia acá en Tartagal está a disposición de la empresa; no
podemos ir a reclamar a ellos”, denunció.
La
finca Cuchuy está ubicada en el departamento salteño de San Martín
y contiene bosque nativo de la ecoregión del Chaco Seco. El
Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos clasificó esa zona en la
Categoría I-Rojo y II-Amarillo, lo que implica que no se permiten
desmontes. “Al igual que con otras 31 fincas que se encontraban en
zonas en donde no se podía deforestar por la Ley Nacional de
Bosques, Urtubey autorizó a pedido los empresarios la deforestación
en esa región”, recordó Giardini. “El gobernador autorizó el
desmonte de 144.984 hectáreas de bosque protegidos”, agregó el
activista, y apuntó que en la finca Cuchuy se rezonificó un total
de 8962 hectáreas prohibidas. La finca es propiedad de Alejandro
Jaime Braun Peña, quien integra el directorio de Finca Cuchy S.A.
con Pablo Clusellas, Secretario de Legal y Técnica de la Nación.
Braun Peña y Clusellas forman parte, además, de los directorios de
las empresas Salta Cotton S.A.; Latin Bio S.A.; Cremer y Asociados
S.A.; Hierros S.A. y Sideco Americana S.A., empresas vinculadas al
Grupo Socma, de la familia Macri, según rastrearon integrantes de
Greenpeace. Braun Peña compró en 1997 la finca El Yuto, cercana a
Cuchuy, para la empresa Yuto S.A., también de la familia Macri.
“En
2013 logramos que Urtubey derogue los decretos 2211/10 y 3136/11,
después de una fuerte campaña que hicimos en conjunto con la
Coalición Salta con Bosques. Logramos que el gobierno salteño no
siguiera recategorizando zonas protegidas”, señaló Giardini. “En
el momento de la derogación, la finca El Yuto estaba tramitando para
desmontar también, pero finalmente no llegó a la recategorización”,
explicó el activista. De todas formas, Giardini indicó que la
derogación de los decretos no logró detener el avance sobre zonas
que ya habían sido modificadas. “No tiraron para atrás ninguna de
las rezonificaciones y se sigue desmontando ilegalmente”, denunció.
Según un informe que presentó Greenpeace en julio, entre enero y
junio de este año, el desmonte superó las 45 mil hectáreas, de las
cuales un 42 por ciento se produjo en zonas protegidas por la ley. En
Cuchuy se desmontaron 2264 hectáreas en 2014; 378 en 2015; 1141 en
2016; y, según los últimos cálculos de Greenpeace, unas 400
hectáreas más en 2017.
El
desmonte sobre las hectáreas restantes de la finca de Braun Peña
violaría también la Ley de Territorios Indígenas, ya que, según
explicó Giardini, “si avanzan sobre ese territorio sería un
desalojo de facto”. “Estas comunidades viven del monte, y están
ahí desde antes de que se conformara el Estado argentino. Cuando se
compran y venden los terrenos, las transacciones se hacen con las
comunidades adentro”, agregó. Las tierras de esa región son
codiciadas por los empresarios de la agricultura debido a que “son
terrenos considerablemente más baratos que en otras partes del país
y, paradójicamente, son más baratos cuando tienen bosques que
cuando están ‘limpios’, ya que el objetivo es explotarlos con
soja”, indicó Giardini.
El
activista denunció que, bajo la legislación actual, la
deforestación ilegal sólo implica multas para los empresarios, que
representan un gasto mínimo en relación a las ganancias que
obtienen de los terrenos. Por ese motivo, Greenpeace y otras
organizaciones sociales elaboraron el proyecto de Ley de Delitos
Forestales, presentado en el Congreso en octubre del año pasado por
la diputada Victoria Donda, de Libres del Sur. “Con esta ley el
desmonte ilegal se convertiría en un delito penal. Esto permitiría
que los jueces y los fiscales pudieran investigar estos crímenes”,
aseguró Giardini. Otra de las novedades de la norma es que “los
funcionarios que otorgan un permiso para desmiente ilegal van a tener
responsabilidad, al igual que los empresarios”, detalló, y
denunció que el proyecto se encuentra demorado por la diputada
jujeña de la Unión Cívica Radical María Gabriela Burgos, quien
preside la comisión de Legislación Penal.
Fuente:
Juan Funes, Las topadoras de la familia Braun Peña, 28/11/17, Página/12.
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