La reciclada operación del Gobierno para profundizar su plan represivo en la Patagonia. Un análisis sobre el entramado político, mediático y judicial que lo sustenta, y sobre cómo el asesinato del joven se dio en ese contexto.
por Maxi Goldschmidt
Cuando, diez días
después de la desaparición forzada de Santiago, llegamos al Sur,
nos encontramos con una realidad ausente en los más consumidos
medios de comunicación. No sólo ninguno se había acercado a la Pu
Lof de Cushamen para escuchar a los testigos de la represión de
Gendarmería del 1º de agosto. Tampoco ninguno daba cuenta, desde la
perspectiva de las comunidades mapuche o, al menos dando lugar a su
voz, del conflicto por la tierra en ascenso y por el cual se ha
militarizado la Patagonia.
Santiago
Maldonado fue asesinado en ese contexto.
En El Bolsón, en
Esquel, en Bariloche, en ciudades, pueblos, rutas y parajes del sur
de nuestro país, la presencia y accionar de las fuerzas de seguridad
(muchas veces de civil) es cada vez mayor. Las tareas de espionaje e
intimidación, también.
El argumento para
dicha militarización es el “terrorismo”. Y en ese punto, nada
más funcional que la RAM.
RAM, RAM, RAM…
que algo quedará
¿Hace cuánto no
se hablaba de la RAM? ¿Por qué de repente esa organización
terrorista y con entrenamiento y financiamiento exterior se llamó a
silencio? Si es tan peligrosa, ¿por qué la borraron de los medios
durante varias semanas? ¿Por qué si Clarín publicaba en tapa los
70 atentados de la RAM de pronto dejó de ser tema de interés y
preocupación?
¿Cuánto falta
para que se vuelva a hablar de la RAM o de algún otra expresión de
“terrorismo”?
Nada,
lamentablemente.
Lanata, hace un
par de domingos, fue nuevamente la punta de lanza nacional de la
reciclada operación que nunca se detuvo en los medios locales del
Sur. En medios que sólo informan o deforman, según la bajada de
línea de sus anunciantes (gobiernos provinciales, municipales y los
empresarios más poderosos del lugar).
La excepción, el
periodismo, son los medios comunitarios, cuyo rol es fundamental y
muchos de los cuales también son víctimas de esta persecución.
Es a través de
esos medios que se conocen las constantes represiones, como la del 10
y 11 de enero también en Pu Lof. Aquella vez, ningún medio que no
fuera de la zona se acercó a cubrir lo que, hoy sabemos, resultó el
antecedente de la desaparición forzada y el asesinato de Santiago.
Si en aquellos días de enero no hubo un muerto, producto de la
represión de varias fuerzas conjuntas, fue por casualidad.
Cambio de planes
Que Santiago
Maldonado no haya sido mapuche es, desde el principio, algo que no
estaba en los planes de quienes no descansan un segundo en su tarea
creativa de desligarse del asesinato.
Una familia como
los Maldonado tampoco estaba en los planes.
Los organismos de
derechos humanos no estaban en los planes. O sí: por eso se les
tenían preparadas las operaciones correspondientes.
Medios y
comunicadores no adictos al poder no estaban en los planes. O al
menos no que llegaran, vía redes sociales -el terreno político
que, trolls mediante, mejor manejan- a un público masivo.
La sociedad, o
gran parte de ella interesada por saber qué pasó en esa represión
ordenada por el Estado, no estaba en los planes.
Que se ponga la
mirada en la Patagonia, no estaba en los planes.
Una vez que todo
eso empezó a ocurrir –y el mundo empezó a preguntarse por
Santiago–, el trabajo se les volvió más difícil. El negocio
–porque el asesinato de Santiago se da en el marco de un negocio:
la tierra en manos de pocos– empezó a complicarse. Las
operaciones, por ende, tuvieron que hacerse más espectaculares. Con
más implicados, con más hilos a la vista. Con más evidencia y
menos sutileza.
El puestero
puesto en la causa
¿Se acuerdan del
puestero? Bueno, esa fue una de las operaciones de un Gobierno que,
mientras decía que la Justicia debía trabajar con independencia,
vía Ministerio de Seguridad introdujo en la causa la hipótesis del
puestero. ¿Qué objetivos buscaba ese montaje que finalmente
fracasó? Al menos dos:
instalar que Santiago no había estado en la Lof el 1º de agosto.
considerar a Santiago miembro de la RAM.
Al caerse esa
hipótesis, hubo que recalcular también la estrategia mediática.
A la RAM, por un
tiempo se la guardó en un cajón. Y en su lugar, se diversificó el
“enemigo interno”: según el día y las circunstancias, los
cirujanos comunicacionales -y sobre todo los trolls- atacaban, se
burlaban, buscaban poner en ridículo o desmentir sistemáticamente a
la familia Maldonado, los organismos de derechos humanos, los mapuche
y todo aquel que desconfiara de la versión oficial.
Para ello,
también se recurrió seguido a la “politización”, que en el
caso del Gobierno y sus medios se reduce a la tarea de señalar a
alguien de K, sin importar si realmente existe tal filiación y
considerando esa etiqueta como una especie de inhabilitación moral
automática para quien la porte. Algo que, por otra parte, genera
malestar en sectores de izquierda, que también sienten como una
ofensa que los consideren dentro de un espacio que durante años
combatieron.
Es que para el
esquema binario que alimentan a diario los conductores del país no
hay muchas vueltas. El que no está con ellos, está en la vereda de
enfrente.
La grieta es,
también, o sobre todo, Santiago Maldonado.
No fue un caso
aislado
Santiago
Maldonado llegó el 31 de julio a la Pu Lof en Resistencia del
Departamento de Cushamen para acompañar un reclamo de diferentes
comunidades mapuche. Llegó para participar de un corte de ruta que
pedía la libertad de Facundo Jones Huala. La detención del lonko,
ilegal, por una causa en la que ya fue juzgado y por la que se
pretende extraditarlo a Chile, es parte fundamental del plan ideado
desde el Ministerio de Seguridad.
Ese plan, que
consiste en descabezar y desactivar la lucha por la recuperación del
territorio que llevan adelante diferentes comunidades, nunca se
detuvo. Sin embargo, la trascendencia que tomó la desaparición
forzada de Santiago obligó al gobierno a levantar el pie del
acelerador.
Ante las
evidencias que fueron creciendo con los días, y que hacían cada vez
más indisimulable la responsabilidad de Gendarmería, el Gobierno
tuvo que cortarla un poco con eso de que los terroristas mapuche eran
los culpables de todo. Ya no era creíble ni para los propios.
¿Cuánto tuvo
que ver en eso la aparición del cuerpo de Santiago? Es algo que,
quizás, nunca sabremos.
Lo que sí
sabemos, a la espera de los resultados de la autopsia, es que
Santiago no iba caminando por la orilla del río y se cayó. Santiago
llegó al río perseguido por gendarmes que ingresaron de manera
ilegal (la orden del juez era liberar la ruta) en un territorio y
que, según sus propios relatos y las pruebas que constan en el
expediente, dispararon y tiraron piedras.
Esa realidad es
la que se buscará distorsionar.Para ese objetivo ya vienen actuando
a destajo los comunimacaneadores de turno y sus principales aliados a
la hora de generar opinión pública: las y los trolls.
El objetivo
siguiente, o complementario, es la profundización en el avance
contra los reclamos por la tierra. Y allí no habrá discriminación.
No sólo se avanzará contra los pueblos originarios.
Eso sí, las
familias mapuche están primeras en la lista.
Y no sólo las de
la Pu Lof, sino en diferentes provincias. Fundamentalmente en Río
Negro, Chubut y Neuquén, para donde está trazado un plan específico
del Ministerio de Seguridad, del cual se conocieron detalles el año
pasado cuando Página 12 publicó un powerpoint en el que, bajo el
título “Re-Valorización de la Ley, Problemáticas en Territorio
Mapuche”, no sólo se seguían los lineamientos de petroleras y
otras multinacionales a la hora de caracterizar a las comunidades y a
la RAM sino que reconocía algo totalmente ilegal: “La PSA se
encuentra centralizando las tareas de investigación”.
Es, en ese marco,
que se busca “descabezar” a las comunidades mapuche. Y se lo
detiene al lonko Facundo Jones Huala. Pero, pese a las
“recomendaciones” de caerle con todo el peso de esa ley que busca
transformar en terroristas a luchadores sociales, el juez Guido
Otranto no lo condenó. Sí, el juez Guido Otranto, que por esa
decisión fue duramente criticado, entre otros por el gobernador
fallecido Mario Das Neves, que dijo: “No queremos jueces federales
que actúen en connivencia con delincuentes”.
Otranto fue quien
mandó a desalojar el corte de la ruta 40, frente a Pu Lof, la noche
en la que estaba Santiago. La orden de ingresar al territorio, en
cambio, no vino de parte de la Justicia. Pero la actuación posterior
del juez en la causa que investigaba qué pasó con Santiago deja
entrever que “entendió” cuál era el camino que había que
tomar.
Otro magistrado,
Gustavo Villanueva, también lo había entendido: desde el 27 de
junio mantiene detenido ilegalmente a Facundo Jones Huala, quien
podría ser extraditado por un arreglo entre los gobiernos de
Argentina y Chile, que no conocen de fronteras a la hora de perseguir
y demonizar al pueblo mapuche.
Lo que viene
Los cirujanos
comunicacionales que sacan pecho en diarios de mucha -pero cada vez
menos- tirada, en programas de radio y televisión vuelven, de a
poco, a repetir sus encendidos discursos antimapuche. Repiten y
repetirán, cual muletillas, palabras que pronuncian con todas las
letras: RAM y terrorismo.
Así, como
loritos, buscan instalar que Santiago murió, no que lo mataron. Y
sobre todo alejar de la escena a la Gendarmería, al Estado, el
principal responsable no sólo del operativo ilegal dentro de la Pu
Lof sino del encubrimiento mediático, político y judicial
posterior.
Para completar la
operación, no sería raro que aparezcan nuevos "terroristas"
y nuevos “atentados”, como por ejemplo esos incendios a máquinas
viejas y aseguradas, que no dejan víctimas y sí panfletos de la RAM
que, vaya a saber cómo, sobreviven al fuego.
Entradas relacionadas:
“El 24 no se cierra, arranca el caso”
De mochilas, celulares y diatomeas
"No vamos a abandonar"
No hay comentarios:
Publicar un comentario