por Mario Osava
ALTA FLORESTA,
Brasil, 9 oct 2017 (IPS) - El agua sucia mata cada día a más peces
y tortugas taricayas. Además, el río está “fuera de ciclo” y
crece o mengua repentinamente, sin respetar las estaciones, destacan
los tres indígenas del pueblo munduruku, todos estudiantes de
Derecho en el sur de la Amazonia brasileña.
La alteración de
los flujos naturales del río Teles Pires, ocasionada por la
instalación de cuatro centrales hidroeléctricas, una en operación
desde 2015 y las demás aún en construcción, estaría menguando la
pesca, principal fuente de proteínas de los indígenas que viven en
el tramo bajo de la cuenca.
“En la crecida
los peces entran al ‘igapó’ y quedan atrapados al bajar el agua
con rapidez inusual”, explicó Aurinelson Kirixi, de 26 años. El
igapó es un vocablo brasileño que define a la orilla boscosa e
inundable de los ríos amazónicos donde la fauna acuática suele
buscar alimentos.
Eso incluye a las
taricayas (Podocnemis unifilis), una especie de tortugas aún
abundante en la Amazonia brasileña, cuya carne es “tan importante
como los peces para nosotros”, acotó el joven munduruku a IPS
durante un recorrido por los territorios afectados por los proyectos
hidroeléctricos.
“Es incluso más
sabrosa”, coincidió con sus dos colegas. Pero “está amenazado
de extinción, hoy ya los vemos en menor cantidad y posiblemente
nuestros hijos no los verán sino en fotos”, se lamentó Dorivan
Kirixi, también de 26 años.
“Mueren los
peces y también las taricayas”, porque el agua se ensució por las
obras río arriba, realzó Isaac Waru, de 27 años, que no pudo
estudiar Administración porque no hay esa carrera en Alta Floresta,
una ciudad de 50.000 habitantes en el norte del estado de Mato
Grosso, en el centro-occidental de Brasil.
Los indígenas
evitan beber el agua del río, incluso bañarse, después de
producirse casos de diarreas, picazón y problemas en los ojos,
sostuvieron los tres estudiantes, provenientes de tres aldeas
distintas. Para volver a sus hogares ellos tienen que viajar por lo
menos ocho horas, la mitad por carretera y la otra por el río.
Empezaron este
año el curso universitario de Derecho gracias a becas pagadas por la
Central Hidroeléctrica São Manoel, como también se conoce al Teles
Pires, la más cercana a las tierras indígenas, como parte de las
medidas de compensación por los daños provocados por el proyecto.
En total son
siete becas para los indígenas afectados, pertenecientes a tres
pueblos: los apiakás, los kayabis y los mundurukus, el mayor grupo
indígena en la cuenca del río Tapajós, formado por la confluencia
del Teles Pires y el Juruena.
Las
compensaciones a los indígenas fueron pocas y mal hechas, “casas y
puestos de salud precariamente construidos”, aseguró Patxon
Metuktire, coordinador local de la Fundación Nacional del Indígena
(Funai), el órgano gubernamental de protección de los pueblos
originarios en Brasil.
“Las empresas
creen que nuestro problema es solo logística, que bastan camionetas
y combustibles, y olvidan que sus proyectos dañan el ecosistema que
sirven al bien vivir indígena”, añadió a IPS.
Un derrame
petrolero contaminó más aún al río en noviembre de 2016. Las
centrales hidroeléctricas rechazaron cualquier responsabilidad, pero
distribuyeron agua mineral a las aldeas indígenas, recordó
Metuktire, quien adoptó el nombre de su etnia, un subgrupo del
pueblo kayapó.
Los pescadores
profesionales constituyen otro grupo directamente perjudicado por la
drástica intervención en el curso del rio que representan los
embalses hidroeléctricos. Sus vidas dependen del agua corriente.
Desde que comenzó
la eliminación de la vegetación ribereña y del desvío del cauce
del río, para construir la represa, se redujo la pesca, observó
Solange Arrolho, bióloga y profesora de la Universidad del Estado de
Mato Grosso en Alta Floresta, donde coordina el Laboratorio de
Ictiología de la Amazonia Meridional.
La investigadora
de 50 años, “30 estudiando peces”, dirigió en 2014 el monitoreo
de peces en el área de influencia de la central hidroeléctrica Colider, como parte del Programa Básico Ambiental que debe cumplir
la empresa concesionaria.
Colider, que
entrará en operación a mediados de 2018, es la central menos
potente de las cuatro que se están instalando en un tramo de unos
450 kilómetros del curso medio del río. Su capacidad será de 300
megavatios y su embalse de 183 kilómetros cuadrados.
Las demás son
las centrales Teles Pires y São Manoel, aguas abajo, y Sinop, aguas
arriba. Todo el complejo sumará 3.228 megavatios de potencia y 746
kilómetros cuadrados de embalses.
Esas obras
afectan la pesca al alterar las orillas y el flujo fluvial,
reduciendo los peces migrantes, e igual sucede al talar los bosques
ribereños que alimentan a los peces con sus frutas y los insectos
que “caen de los árboles al agua”, arguyó Arrolho. “Los peces
no se adaptan, migran”, remató a IPS.
El Teles Pires
sufre los efectos acumulados de actividades contaminadoras, como el
monocultivo de soja, con intenso uso de agroquímicos, ganadería y
minería, recordó.
Las centrales
Colider y Sinop no afectan directamente a tierras indígenas como las
ubicadas río abajo, pero sí a los pescadores.
“Mataron muchos
peces con sus explosiones y excavaciones”, acusó Julita Burko
Duleba, presidenta de la Colonia de Pescadores de Sinop y Región
(Z-16), con sede en la ciudad de Sinop, capital fáctica del norte de
Mato Grosso.
“La pesca en la
cuenca del Teles Pires cayó mucho, antes uno pescaba más de 200
kilos por semana, ahora máximo 120 kilos y en promedio solo entre 30
y 40 kilos”, comparó.
A los 68 años,
ahora ella se dedica a tareas administrativas, pero faenó como
pescadora por más de dos décadas, y su marido sigue en la actividad
que les permitió, como a otros colegas, vivir bien y adquirir una
casa.
Su lucha actual
es conseguir mejores condiciones para el sector, como un almacén y
un camión frigorífico que permita “recoger el pescado” de los
asociados, muy diseminados, y poder comerciarlo en el mercado.
Una dificultad de
su Colonia es la dispersión de sus miembros por 32 municipios, sin
la existencia de núcleos comunitarios. La asociación llegó a tener
723 pescadores asociados, pero ahora aglutina solo a 290, la mayoría
en las ciudades de Colider y Sinop, que prestaron sus nombres a las
cercanas plantas hidroeléctricas.
Muchos se
jubilaron, otros desistieron. “Somos una especie en extinción”,
lamentó Duleba a IPS.
Las
compensaciones ofrecidas por las empresas hidroeléctricas por los
daños causados no contemplan la recuperación pesquera, como
pretendía la lideresa.
La sede de la
Colonia, que construirá la Compañía Energética Sinop, dueña de
la central del mismo nombre, será más bien un complejo turístico,
con restaurante, mirador, piscinas y campo de fútbol, en la ribera
del río y a 23 kilómetros de la ciudad.
Habrá un
atracadero y una fábrica de hielo que podrían servir a la pesca,
pero no el poblado pesquero, con sus viviendas e infraestructura, que
intentó negociar Duleba.
En Colider los
pescadores prefirieron indemnizaciones en dinero, en desmedro de
proyectos colectivos, lamentó.
El norte de Mato
Grosso, donde la tierra monopoliza la atención como fuente de la
riqueza local, que actualmente es agrícola, ganadera y minera, tras
haber sido maderera, descubre ahora el valor de sus recursos
hídricos.
Pero su uso
energético se impone en desmedro de los usuarios tradicionales, tal
como la tierra se concentró en los monocultivos de exportación en
desmedro de la producción de alimentos.
Editado por
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Mario Osava, Aguas represadas amargan a indígenas y pescadores en Brasil, 09/10/17, Inter Press Service.
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