Almonacid de
Zorita, donde está la central José Cabrera, ha perdido población
desde su cierre y los vecinos aún están contrariados por la pérdida.
por Hugo Gutiérrez
En Almonacid de
Zorita se respira nostalgia. Este pequeño pueblo, a unos 70
kilómetros de Guadalajara en el que viven 750 personas, entró en la
historia por acoger a la primera central nuclear de España: la
planta de José Cabrera, conocida como la central de Zorita. Unas
instalaciones que están en proceso de desmantelamiento desde hace
una década. “Cuando la veo ahora, que es todo escombro y chatarra,
se me cae el mundo encima. Era mi vida y ya no hay nada”, explica
un vecino de Almonacid, exmecánico en la planta.
Esta visión
melancólica se repite al hablar con los residentes del municipio,
que sentían la central como algo propio. “La central era la vida
del pueblo. Todos querían trabajar allí y ahora nos hemos quedado
sin futuro”, afirma la alcaldesa de Almonacid de Zorita, Elena
Gordón. Algo tal vez incomprensible fuera de la comarca, pero que se
entiende al comprobar que en los últimos 40 años crecieron varias
generaciones jugando con la central de fondo. Uno de esos casos es el
de Laura García, de 25 años, que pasó su infancia en lo que se
conoce como el poblado. Una urbanización levantada fuera del pueblo
por Unión Fenosa (propietaria de la central), a escasos 300 metros
de la planta para trabajadores y familias.
- Viví hasta
los 16 años en el poblado. Hubo un momento en el que íbamos hasta
80 niños al colegio desde allí. Con el cierre, cada familia se
trasladó a un lugar diferente. Tengo amigos que viven ahora en
Madrid, Huelva, Sagunto...
- ¿Qué
recuerdas de aquellos años?
- Fueron
momentos muy felices. La central era un elemento más del paisaje. En
verano, desde la piscina, recuerdo cómo refrigeraban la cúpula con
agua para que no hiciese tanto calor en el interior.
Una imagen
impensable hoy en día: un grupo de niños en la piscina con la
central al fondo. Risas, llamadas por megafonía y diferentes sonidos
de alarma: un ecosistema único. “Había una alarma que no olvidaré
nunca. Era un sonido diferente. Tocaba cuando había recarga de
combustible. Lo recuerdo como si fuese ayer”, dice con una sonrisa
García.
La central se
apagó en abril de 2006 y, con ella, parte del pueblo. Está previsto
que el desmantelamiento finalice en diciembre de 2019. Se trataba de
una planta antigua y con una capacidad reducida si se compara con las
más modernas. Producía 160 MW, ocho veces menos que las construidas
a partir de la década de los setenta. Por ello, no mermó el sistema
eléctrico -algo similar a lo ocurrido esta semana con Garoña-.
Sin embargo, sí afectó de lleno a la población de Almonacid. De
los 850 habitantes que tenía el municipio, más de 200 trabajaban en
la central.
Así, con el
cierre de la planta se firmó el declive del municipio. Una empleada
del Ayuntamiento lo explica de forma gráfica: “El pueblo se ha
quedado en nada. Había 11 bares y ahora solo quedan dos”, asegura.
Un descenso en la actividad comercial evidente, dada la pérdida de
poder adquisitivo y la salida de más del 10 % de la población,
aunque lo peor está por llegar.
“El problema
con el empleo llegará cuando acabe el desmantelamiento”, dice
Gordón. Esto se debe a que estas tareas garantizan una actividad
constante por un tiempo. Unos 50 trabajadores de los 300 que hay
ahora son de la plantilla anterior, según Enresa, empresa pública
de la gestión de los residuos radiactivos. El cálculo estimado de ejecución fue de 135 millones de euros, calculado en 2003. La
empresa pública todavía no ha actualizado esa cifra.
La actividad en
estas labores, sin embargo, está menguando. Víctor Rivas, director
técnico del proyecto de desmantelamiento de Enresa, asegura que ya
se ha realizado un 82 % del total. Óscar González, jefe del
servicio de protección radiológica y seguridad de la compañía,
explica que ahora se está en una fase de descontaminación: “Tenemos
que desclasificar los materiales. Es decir, limpiarlos para
garantizar que cumple los requisitos de actividad”. Después, solo
quedará la demolición final.
Fuente:
Hugo Gutiérrez, La muerte lenta de Zorita, 07/08/17, El País.
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